Fernando Dente: tierra de sueños

Después de romperla todo el año en la calle Corrientes con Peter Pan, ya tiene un pie en el avión. ¿Destino? Nueva York, más precisamente en el William Esper Estudio, uno de los mejores conservatorios del mundo, donde espera seguir creciendo para consolidarse el gran artista que ya es.

Para cualquier figura del espectáculo que esté pasando un buen momento laboral, alejarse durante seis meses del radar de los productores puede sonar kamikaze. No para Fernando Dente, que está armando las valijas para instalarse un semestre en Nueva York para estudiar en uno de los mejores conservatorios del mundo: el William Esper Studio, donde se formaron John Malkovich, Kathy Bates, Amy Schumer y Aaron Eckhart, entre otros. “Tengo mucha ansiedad, estoy muy contento, es una movida que vengo buscando hace mucho y puedo acomodarla ahora”, confiesa el actor, que acaba de filmar el especial de Fundación Huésped con dirección de Ana Katz y que fue Peter Pan durante gran parte del año.

–¿Creés mucho en la importancia de la formación permanente?

–Me gusta mucho y en mi caso probé que funciona. Entrenarme me hace crecer, me hace crecer más que trabajar, lejos. Por supuesto, el oficio es algo que se adquiere trabajando y lo cuento como un capital muy bueno que tengo, pero el verdadero cambio está ligado directamente a eso, yo digo que es como ir a boxes. Hace como un año y medio que no estaba entrenándome y ahora voy a estar haciendo sólo eso, está buenísimo. Es medio impensado para mí porque me cuesta mucho la idea de dejar de hacer cosas, pero me lo debo.

–¿No te da miedo estar alejado tanto tiempo de la agenda de los productores?

–No, ni me engancho. Si viviera pensando en esas cosas hubiera hecho otra carrera. Porque siempre en lo que estoy focalizado es en mi deseo, en lo que tengo ganas y en qué me va a llevar a ser lo mejor que yo pueda ser. Al contrario, pienso que voy a volver mucho mejor y que voy a ser más interesante para esos productores y para mí. No me gusta entrar en esas relaciones de poder y dependencia. Hace mucho que siento que encontré la manera de esquivarlo o de depender lo menos posible de ellos. Creo que en el teatro pude conseguir un lugar de bastante autonomía, de bastante confianza y credibilidad para la gente del teatro y, de alguna manera, para el público.Y eso es lo que más valoro de haber trabajado tanto. Más que el oficio, es la fama que uno se hace, que no se puede dibujar. Creo que tiene que ver más que nada con la suerte de que pude elegir y siempre estaba ligado a un deseo, a unas ganas. Eso siempre te potencia.

–¿Por qué hablás de suerte?

–Porque no tengo hijos, no tengo a quién mantener. No me embarco en cosas que después requieran tener que salir a trabajar. No experimenté nunca esa cosa de “lo hago por el trabajo”. Siempre es porque algo me gusta y así voy. Por eso no está en mis planes meterme en una inversión ni nada de eso (risas). Realmente no sé qué va a pasar, no sé cómo van a ser mis ganas. A lo largo de estos años comprobé que mis ganas cambian bastante y que las respeto y que me divierte, y es lo que me saca la angustia y la ansiedad. También estos años abrí mucho el radar de mis tareas habiendo dirigido, habiendo desarrollado espectáculos, habiendo estado en la tele también. Y eso me gusta mucho porque realmente no sé cómo me veo de acá a un año. No tengo ni idea. Y en diez, menos, imaginate.

–Te vas sorprendiendo a vos mismo.

–Totalmente. A veces puede ser medio asfixiante porque es como un diálogo constante con uno, y a veces ser honesto con uno mismo te lleva por el camino más incómodo.

–¿Sos de seguir mucho tu instinto?

–Sí. Si me habla la panza, no hay manera. Por supuesto, hay algunas cosas que hago como estrategia para llegar a ese deseo. –¿Rechazaste muchos trabajos y luego te arrepentiste?–No. Me cuesta mucho decir que no, pero no por el otro sino porque me tengo que convencer mucho de decir que no. Muchas veces son cosas que están buenísimas pero no cuajan o en ese momento tengo ganas de hacer otra cosa. Siempre el tiempo, para mí, me termina dando la razón. Pero no por los resultados sino por cómo me siento yo haciendo las cosas. En ese sentido no es que soy re-aventurero, si me lanzo sé que hay agua. Soy audaz pero no es que me tiro a una pileta vacía.

–¿Entonces a qué se debe el tatuaje de “Adventure” en el brazo?

–Me parece una palabra espectacular y es algo que me gusta mucho de mí, esa cosa de no saber. Para mí “Adventure” tiene que ver con el no saber, con el permitirse vivir una aventura. Haberme subido a Peter Pan fue una aventura, irme ahora a estudiar es una aventura. Y siempre de las aventuras es de donde más potenciado salgo, más experimentado, es donde mejor me siento. Creo que ese es mi camino, es desafiar las cosas. Trato de evitar que mi profesión sea algo que me limite. Para eso hubiera hecho carrera en una empresa.

–¿Querés evitar la zona de confort?

–Sí, porque aparte me voy a convertir en un ser que voy a detestar. No quiere decir que quiera hacer una novela, pero tiene que ver con... (piensa). No puedo convivir con la mediocridad. En ningún aspecto de la vida, me cuesta muchísimo. Y yo soy un poco vago, está en mi naturaleza. Entonces es un es-fuerzo enorme (risas). Apenas tengo un momento libre pienso “¿qué no estoy haciendo que tendría que estar haciendo?”, es insoportable (risas).

–Durante el año hiciste Peter Pan, que fue un éxito. ¿Cómo conectaste con el público infantil?

–Fue re-loco. Yo empecé trabajando con Hugo Midón, tenía 15 años, todavía era un poco chico. Ahora había una cosa de nulidad de timidez, venían y se me colgaban, fue muy sorprendente. Hubo mucho amor, mucho cariño, fue espectacular.

–¿Sos espectador de teatro?

–Sí, pero acá me pasa una cosa rarísima, que es que me da un poco de fiaca (risas). Pensá que hace siete u ocho años que paso gran parte de mi vida en calle Corrientes. Igualmente, sí voy pero no tanto como me gustaría. Afuera sí, en los Estados Unidos o en Londres me encanta. Los teatros son más lindos y las obras, por lo general, son más lindas.

–Percibo una crítica.

–Me parece que hay una crisis acá. Y es buenísimo porque me parece que es una oportunidad. En la televisión, en el teatro, en el cine. Más allá de la crisis económica, hay una crisis de ideas, de proyectos. Yo, como fan del teatro, sé lo que es ir a ver una obra por primera vez y decir “acá encontré un camino de vida”, más allá del actor, me refiero como espectador. El que conecta con el teatro es porque alguna vez vio una obra muy buena y le pasó algo. Hoy está más difícil eso porque no hay tiempo para desarrollar los proyectos, las ideas, las obras se ensayan muy rápido, suben a cartel muy rápido, no hay tiempo de pruebas, de cambios, de error. Por supuesto que el dinero da tiempo y espacio, pero creo que hay poquitas ideas. O ideas repetidas. No es una crítica, es una preocupación de la que soy parte.

–¿Podríamos decir que te gustaría que la vara estuviera un poco más alta?

–Por supuesto. Sin duda. Es lo que más deseo.

–¿No pensás en ser vos el que traiga esas ideas, ponerte en un rol de productor?

–Sí, re. Traer o generar. Me encantaría generar. Pero para hacer eso tengo que saber. Ojo, no todo el mundo tiene que estudiar. Cada uno funciona como funciona. Yo sé que mi maquinita tiene que estudiar, de lo contrario no sé hacer las cosas. Puedo ser intuitivo, me puedo lanzar, pero eso tiene un límite. Necesito conocimientos, técnica, métodos; después puedo no usarlos, pero necesito saberlos. Si no, ni Picasso. No existe mucho la inspiración. Existe pero no podés depender de estar inspirado para hacer las cosas. Es como la frase: “Que la inspiración te encuentre trabajando”.

Estilismo: Cami Sosa

Make up y pelo: Josefina Fascetto

Asistentes: Sofi Monti y Lu Cornalis

Agradecimiento: Catarain Actores (www.catarain.com.ar)

 

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