Otros cien años de soledad

A pesar de los terremotos, la primera capital del país permaneció casi intacta a través de los años y se convirtió en una de las postales coloniales más bellas de América.

La Antigua Guatemala es una de esas ciudades que, como el Cuzco o las pequeñas villas de la Toscana, pueden demandarnos un recorrido de tres días o una estancia de dos semanas. La vieja capital, fundada en el año 1543 bajo el nombre de Santiago de los Caballeros de Guatemala, tiene esa cosa inefable que a falta de un término en castellano llamamos charme. Encanto. Podemos pasarnos horas en un café contemplando los volcanes que la rodean (inactivos y bellos ahora como marco natural, pero que en su furioso despertar causaron su semi destrucción en el pasado) o viendo pasar a los locales con sus atuendos multicolores, cargados con mercancías artesanales y mezclándose con los “gringos” (americanos o europeos) que miran hacia todas partes embobados por sus callejuelas y su arquitectura (las ventanas son todo un universo del diseño colonial español).

Entre la docena de templos, algunos prácticamente en ruinas, pero todos bellísimos, se destacan la Iglesia de la Merced, el Templo de San Francisco y el Templo de San Pedro Apóstol, levantado en espejo en una hipnótica esquina. El detalle de sus fachadas, la riqueza de sus adornos y los interiores esplendorosos son inolvidables. En las afueras de la ciudad, la muy bien conservada Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción vale una visita. Pero la construcción que, con un volcán de fondo, ofcia de postal de la ciudad es el conjunto compuesto por el Arco y las Ruinas de Santa Catalina Mártir. Por allí pasan propios y extraños de día, al atardecer y de noche, ofreciendo una imagen que siempre es diferente y siempre sorprende. Las ruinas del Convento y Templo de Santa Clara y las del Convento de las Capuchinas no pueden dejar de verse. Por suerte, casi todo lo que ha sido afectado por los dos terribles terremotos fue luego preservado con mucho cuidado, y casi todo puede conocerse. La sensación de vivir a caballo entre el siglo XVII y el nuestro es constante.

ALOJARSE Y COMER

Existen varios antiguos conventos y edificios accesorios a templos o monasterios que han sido impecablemente restaurados y son hoy hoteles no sólo confortables, sino realmente lujosos. El Convento Boutique Hotel, reconocido por la revista Traveler como el mejor en la ciudad y localizado frente al Convento de las Capuchinas, es un regocijo para los sentidos: las amplias habitaciones coloniales (26 en total), los frondosos patios interiores, las albercas donde flotan pétalos de rosas cambiados cada tarde y la chimenea que exhala palo santo cuando uno vuelve de su rutina diaria a descansar lo hacen único entre sus pares.

Antiguos conventos y edifcios accesorios a templos o monasterios que han sido impecablemente restaurados son hoy hoteles no sólo confortables, sino realmente lujosos.

La Antigua es una verdadera ciudad gourmet y no será difícil localizar una propuesta gastronómica atractiva. Vale decir que uno de los mejores hallazgos de quien escribe está localizado en una casona de la época, Bistrot Cinq, con deliciosa cocina y una variedad de casi veinte diferentes tipos de absenta, que merecen ser bebidos a manera de final de festa.

 

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