Humberto Tortonese: Sueños de Libertad
LEJOS DEL MITO DE LOS OCHENTA, EL ACTOR SE CONSOLIDA COMO UNA VOZ RECONOCIDA EN LA RADIO ACTUAL Y PREPARA UNA OBRA DE TEATRO EN LA QUE LE DARÁ CUERPO AL MISMÍSIMO DIOS. CON EL PELO CORTO Y LA BARBA ENTRECANA, LE DIJO ADIÓS A LA BOHEMIA PARA ENTREGARSE A LA MADUREZ CONSERVANDO ESA ESENCIA POR LA QUE TODO EL MUNDO LO ADORA, LA DE UN ARTISTA HILARANTE QUE SIGUE ROMPIENDO ESTRUCTURAS.
Quien juzgue a Humberto Tortonese sólo por su trabajo pensará que es un delirado, sinónimo del under y de todo lo que de ello pueda derivar. “Eso quedó porque en la Argentina hay muchos clichés”, me dirá más tarde. Sin embargo, a mí me recibe el Humberto organizado, detallista, obsesivo por el orden, en una casa fantástica que él mismo diseñó, que inspira la sensación de hogar. Hay té y sándwiches de miga y aún así se lamenta porque no llegó a hacer scones. Tiene una mirada que irradia alegría. El presente lo encuentra ensayando la adaptación de An Act of God, una obra de David Javerbaum que estrenará en enero, y afianzado en su espacio radial con Elizabeth Vernaci.
– ¿Alguna vez soñaste que la radio iba a ser tu medio
– No, para nada.
– ¿Escuchabas radio cuando eras chico?
– Lo mío siempre fue el teatro, con el underground hacíamos nuestros sketchs con una libertad maravillosa; si había algo que no querías hacer, no lo hacías. Pero mi padre sí, ponías Radio Colonia en un combinado, con todas esas noticias dramáticas que pasaban...De grande tampoco le dí importancia hasta que la Negra [Vernaci] me ofreció trabajar con ella.
–¿La Negra es la Cris Morena de la radio, por la gente que ha descubierto?
–Siempre tuvo una visión ante algo novedoso, es de avanzada. Es muy estricta y responsable con su trabajo. Después de que se fue Fernando Peña, me ofreció ir como invitado a la radio. Estábamos en casa, en un cumpleaños. “Venite y charlamos como lo estamos haciendo ahora”, me dijo. No pensábamos que íbamos a tener la conexión que tuvimos. Y ya hace como 20 años. Me acuerdo de que al principio los taxistas se daban vuelta a mirar porque me reconocían por la voz. La radio tiene esa locura de meterte en algún lugar donde de golpe te olvidás de todo y sacás lo mejor de vos.
–¿Cómo empezó tu carrera profesional?
–De chico vivíamos en San Telmo...
–¿Eras buen alumno?
–Más o menos, siempre fui muy distraído y terminaba el año con muchas previas pero pasaba, hasta que repetí tercer año. El repetidor se convertía en el burro, pero tuve la suerte de que me pasaron de un aula de 30 personas a una de ocho y fue maravilloso porque cada uno tenía su personalidad.
–¿Ibas al teatro de chiquito?
–Papá me llevaba al Cervantes a ver Florencio Sánchez o La casa de Bernarda Alba. No teníamos mucha plata, mi papá era un profesional pero después de que mamá falleció se quedó con sus tres hijos. Veíamos esos clásicos y a mí me fascinaba todo, lo ficticio, hacer real algo que no lo era... sentía que era mi mundo. Me relacioné con lo artístico, con el poder soñar e inventar cosas.
–¿Cómo empezaste a conectarte con gente?
–Cuando terminé el colegio, empecé a hacer teatro y a encontrarme mujeres a las que les gustaban las mujeres y hombres a los que les gustaban los hombres. Eso podía resultar un grupo cerrado o lo podías abrir. Yo decidí manejarme con libertad y a todo el mundo le decía que era gay, porque cuando mentís se nota. Hay muchísima gente que no tuvo la posibilidad, como la tuve yo, de ser un exponente de su libertad.
“A TODO EL MUNDO LE DECÍA QUE ERA GAY, PORQUE CUANDO MENTÍS SE NOTA. HAY MUCHÍSIMA GENTE QUE NO TUVO LA POSIBILIDAD, COMO LA TUVE YO, DE SER UN EXPONENTE DE SU LIBERTAD.”
–Cuando pienso en vos lo hago como sinónimo de libre.
–Si sabés usar la libertad en el trabajo es fantástico. Me acuerdo de cuando Luis Chela, histórico productor de Susana Giménez, me convocó y me dijo “hacé lo que quieras”. Así nació el personaje de la diputada Gasconcha.