Yoko Ono: La artista oculta en la fama
BUENOS AIRES REPETIRÁ, EN CARTELES Y ACCIONES, LAS INSTRUCCIONES DE LA CREADORA A QUIEN MUCHOS SIGUEN VIENDO COMO LA VILLANA QUE SEPARÓ A LOS BEATLES. EL MALBA EXHIBE UNA RETROSPECTIVA DE SU OBRA, QUE ABARCA 60 AÑOS DE TRABAJO Y VIENE A CONTAR OTRA HISTORIA: ESA MIRADA QUE TAL VEZ PERMITA COMPRENDER LA FASCINACIÓN QUE ESTA MUJER DESPERTÓ EN JOHN LENNON.
Alguna vez, John Lennon cambiaba su vida para siempre mientras subía a una escalera en una galería de arte londinense, tomaba una pequeña lupa y buscaba la palabra “Yes” en un recuadro marcado en el techo. Era noviembre de 1966. Cincuenta años después, quienes pasen por el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) podrán realizar esa misma acción siguiendo una de las instrucciones de Yoko Ono. Lennon hace mucho que no está; Yoko Ono, con 83 años, viene a confirmar para el público de Buenos Aires que es una artista en el cruce de varias disciplinas estéticas y que ya lo era cuando conoció a Lennon, quien se fascinó con esa creadora de vanguardia, una imagen muy lejana de aquella villana que los amantes de los Beatles vieron en ella cuando el grupo se separó en 1970.
En 1966, Yoko Ono tenía 33 años, siete más que Lennon. Era una suerte de princesa japonesa, hija de la segunda familia más rica del Japón, por parte de su madre, y emparentada con la familia imperial, por parte de su padre. Tenía una sólida formación artística y académica, y hacía más de diez años que experimentaba en varias formas estéticas de ruptura. También de ruptura eran sus posturas ideológicas y sus búsquedas personales. Su familia quería que fuera concertista de piano. Ella estudió y logró el nivel de concertista, pero no era ese su fin: quería ser compositora. Su familia la mandó a estudiar canto porque consideraba que las mujeres no servían como compositoras. Quiso estudiar filosofía en la elitista Gakushuin University de Tokio, que sólo admitía hombres. Seguramente el poder familiar logró la excepción, y Yoko abría un camino para las mujeres en una sociedad profundamente machista. Allí tuvo como compañeros al escritor Yukio Mishima y al hijo del emperador. Muchas de sus ideas y posturas ideológicas, como el pacifismo, se solventaron allí (los bombardeos sufridos por su país durante la Segunda Guerra Mundial habían sido emocionalmente definitorios). El feminismo y sus luchas de género fueron una constante en sus ideas y sus prácticas artísticas. Poco después, en el Sarah Lawrence College de Nueva York, se especializó en composición y poesía contemporánea. A mediados de los cincuenta, algo de cada una de sus búsquedas comienza a aparecer en sus obras. Las primeras instrucciones son de esa época. En 1964 se publicaron sus Instructions Pieces en una edición en japonés.
En 1956, Yoko se casó con el compositor Toshi Ichiyanagi, egresado de la Escuela de Artes Juilliard de Nueva York. Juntos se mudaron a esa ciudad, donde organizaban happenings a los que asistieron Marcel Duchamp, Max Ernst, John Cage y Peggy Guggenheim, entre otros. Divorciada de Ichiyanagi, Yoko se casó con el músico de jazz y productor de cine Anthony Cox, con quien tuvo a su hija Kyoko en 1963, a quien perdería por su relación con Lennon. Aunque Yoko ganó la tenencia en el juicio de divorcio, Cox, que no le perdonó su adulterio con el beatle, secuestró a su hija y ella no la volvió a ver hasta que Kyoko se contactó con su madre a los 31 años.
La que aparece frente a John Lennon en la Indica Gallery de Londres en 1966 ya era esa artista multifacética, exitosa y con una gran formación y experiencia y, como él mismo lo explicó, ella fue una influencia fundamental en todo lo que haría a partir de entonces. Yoko Ono inspiró mucho más que “The Ballad of John & Yoko”. Aquellas célebres estadías públicas en una cama como parte de sus declaraciones pacifistas tuvieron mucho que ver con lo que Yoko venía realizando. Lo que en aquellos tiempos se juzgó como excentricidades fue, más bien, poner en práctica una postura de compromiso ético y social que ya estaba en las ideas que conformaron y conforman su obra.
Hace tiempo que Yoko Ono es reconocida a nivel internacional como una de las precursoras del arte conceptual y una de las artistas que han llevado más lejos sus presupuestos al condensar la obra en una idea a partir de la cual esta toma cuerpo y es creada con la participación del público. Ono logra así que cada acción sea la obra, echando por tierra el concepto de singularidad, de objeto y, lo que le ha valido que su trabajo tuviera que esperar tanto por ese reconocimiento de los principales centros del arte, expulsando el mercado: si no hay objeto, no hay oferta y demanda, no hay compra y venta, no hay subastas. Su objetivo es la transformación de quien ve y participa del arte.
De eso tratan las Instrucciones sobre las que está basada la retrospectiva del Malba y que hoy inundan Buenos Aires en carteles y acciones artísticas. Apenas una frase, una consigna, una directiva, un breve poema, simples y de un claro lirismo. Muchas de ellas acompañadas de alguna forma de realización en el pasado mediante videos, o con la estructura para llevarlas a cabo. La lucha por la paz, el medio ambiente, contra la violencia de género y, a veces, tan sólo la concentración en un pedazo de cielo, en la llama de un fósforo, en una sonrisa que dure, hacen la diferencia.
John Lennon trató de mil formas de que el trabajo de Yoko Ono fuera reconocido. Que sus fans se abrieran por lo menos a tratar de entender lo que ella significaba para él a nivel personal y artístico, la influencia que tenía en su apertura a nuevas formas y experiencias estéticas. Pero no hubo manera, no en aquellos tiempos. Lennon dijo: “Lo que más me enerva de todas las barbaridades que dicen sobre Yoko es que ni se les cruce por la cabeza lo evidente. Que yo la elegí pudiendo haber elegido a cualquier otra de las mujeres que tenía a mi disposición. Que me hace feliz como ninguna otra persona lo ha hecho. Que soy la persona que soy gracias a ella. Si les sigue gustando lo que hago, ¿no se dan cuenta de que deberían darle al menos algo de crédito a Yoko?”. Ahora, en Buenos Aires, hasta el 31 de octubre, todos tienen la oportunidad de conocer buena parte de lo que hizo Yoko Ono como artista y percibir algo de aquella fascinación que cambió para siempre la vida de Lennon en los 14 años que le quedaban por vivir.