Lo que no se dice
¿Sabías que lo que no es nombrado no existe para la conciencia?
Es importante hablar y detallar sentimientos y experiencias. Hay que nombrar el dolor, la soledad, la injusticia y la tristeza tanto como la risa, el entusiasmo, la comprensión y, por sobre todas las cosas, los deseos: es el mejor modo de hacerlos realidad.
Cuando una persona desea algo es porque aún no lo tiene en su mundo, pero eso no significa que lo quiera conseguir. Hay una gran diferencia entre la idea de querer algo, el deseo de obtenerlo y el propósito de conseguirlo.
Desde el punto de vista cerebral, si aún no se ha concretado un deseo, es porque todavía no es un propósito. Y puede mantenerse así toda la vida: usted puede tener un deseo, que es más que una idea, pero si no lo convierte en propósito no lo instala dentro de sus programas cerebrales, no lo establece como un patrón dentro de su realidad posible y, por lo tanto, no se han preparado usted ni sus sentidos para obtenerlo.
Estamos hablando del cerebro consciente y del inconsciente. El primero es el que funciona cuando estamos despiertos (usted está consciente de que está leyendo en este momento), pero el inconsciente no está oculto ni mucho menos y es, justamente, el que intenta por todos los medios que los programas se conviertan en realidad. Estos dos cerebros funcionan todo el día al mismo tiempo; cuando usted está hablando con alguien, piensa en la idea que quiere transmitir (función consciente), pero no se preocupa por buscar palabras y formar la oraciones con sujeto y predicado. Sin embargo, lo hace (función inconsciente).
Hay una gran diferencia entre la idea de querer algo, el deseo de obtenerlo y el propósito de conseguirlo.
Los programas cerebrales almacenados en el inconsciente son los que seleccionan la información proveniente de los sentidos. En esa selección descartan aquello que no es importante para nosotros y sólo muestran a la conciencia lo que sí está informado como importante. Si no declaramos nuestro deseo, si no le informamos a nuestro cerebro con claridad lo que queremos o, mucho peor, si en algún lado de nuestros recuerdos y expectativas almacenados hay pensamientos codificados que informan que no merecemos o que no confiamos en nosotros para obtener aquello que deseamos, significa que ese deseo no es un propósito en nuestra vida y, por lo tanto, nuestro cerebro no nos va a ayudar a conseguir los recursos necesarios para hacerlo realidad.
Esa es la gran importancia de hacer consciente lo que deseamos y transformarlo en propósito.