Juana Viale: La extraña dama

 En 2015 superó varios desafíos: ideó, produjo y actuó en una obra de teatro en Chile que luego llegó al San Martín con ovaciones de público y crítica y se animó a bailar en el programa más importante de la televisión argentina.

 

Entre aviones, presentaciones y ensayos, corrió para estar cerca de sus tres hijos y encontró en el banquero Diógenes Vázquez un nuevo amor que ya no oculta. Diario de una mujer que siempre va un paso al frente.

 

Viale no es excesivamente simpática. No es amorosa a simple vista, no sonríe por demás, no adula innecesariamente y no se deja adular. Juana suele estar seria entre gente que no conoce, tiene una belleza natural que arrasa con todo, no busca ser famosa porque la fama es algo inherente a ella, no necesita rodearse de gente poderosa porque el poder la rodea desde que nació, no hace cualquier cosa por dinero porque el dinero nunca fue un problema para ella y no se debe a su público porque nunca le interesó demasiado la adoración popular. Juana es la diva antidiva. Es seca con la prensa, pero al momento de comprometerse con una producción de tapa llega diez minutos antes que el resto del equipo, no pide choferes ni asistentes, no exige catering alguno, no impone marcas de ropa, su séquito no es más que el amigo vestuarista que se comporta de manera tan humilde y respetuosa como ella, y cuando tiene que laburar, labura como nadie. Durante las seis horas que demandó esta sesión de fotos, Juana se mantuvo atenta a las necesidades del fotógrafo, hizo encantada las infinitas tomas que le propusimos, aportó ideas y no se quejó por nada. Al momento de hacer el reportaje, se mostró solícita ante los cambios de horario que le propuso este cronista viajero y ocupado, repitiendo a cada rato la frase: “Lo que vos necesites, yo me adapto”. Juana es, ante todo, una buena persona. Auténtica, rebelde, impulsiva a veces, muy atenta a su trabajo como actriz y siempre pendiente de sus hijos.

 

Juana armó en Chile una obra de teatro chiquita, La sangre de los árboles, en un país donde no era famosa, no tenía demasiado dinero y las puertas no se abrían tan fácilmente como en la Argentina. De allí a ser ovacionada por la crítica y el público en el Teatro San Martín recorrió un largo camino que incluyó días de megaexposición en el programa de Marcelo Tinelli y funciones con 17 espectadores en una pequeña sala de Santiago, cruzando una y otra vez la cordillera. Esto sumado a sus tres hijos, la familia más mediática del país, amores que vienen y van y muchos paparazzi siguiéndole los pasos, casi todo el tiempo.

 

–¿Fue una elección personal hacer las cosas desde cero en otro país, en lugar de aprovechar tu fama y trayectoria local?

–No, la vida me presentó esa posibilidad en esa situación y la tomé. Hay veces en las que uno no elige el clima que le toca vivir ese día, y toca atravesarlo. Imaginate vivir en Chile, donde no te conoce nadie. Tenés que ir y presentarte en un teatro así de la nada y empezar de cero.

 

–Siendo quien sos en la Argentina, viniendo de la familia de la que venís, habrá sido novedosa para vos esta situación de presentarte como una desconocida y encarar las cosas desde abajo.

–No creas, yo siempre me manejé así. No sé cómo se verá desde afuera, pero yo nunca llego con aires de nada a ningún lugar, eso jamás.

 

–Es verdad, eso lo comprobamos en la producción de fotos (Juana se ríe). Pero convengamos que sos muy conocida en la Argentina y eso genera un back diferente, quieras o no.

–Bueno, eso está en el inconsciente colectivo, pero no es como yo vivo mi vida.

 

–¿Y en tu inconsciente vos con esta obra querías demostrar algo más de lo que se ve en la tele?

–¡No! ¿Demostrar qué? ¿A quién?

 

–A la opinión pública, demostrar que sos buena actriz...

–Pero no, más vale que no. En Chile hacíamos funciones para 17 personas, y lo vivíamos como un orgullo. No era que llenábamos un teatro en calle Corrientes y la crítica nos tiraba flores, nada que ver. Para nosotros era un orgullo simplemente haber podido hacer realidad nuestro sueño, estar en un teatro, arriba de las tablas, diciendo las cosas que decimos, haciendo las cosas que hacemos, y con todo lo que nos costó estar donde estamos. Nadie nos regaló nada.

 

–Tu relación con Victoria Céspedes, tu coéquipier en esta aventura teatral, es muy especial, ¿cómo la definirías?

–Tenemos una relación increíble, muy mágica, muy pura, muy de confianza y entendimiento. Viviendo en Santiago no teníamos amigas, y estuvimos la una para la otra solas durante dos años. Tenemos una relación muy intensa y nos queremos mucho. Yo tengo a mis amigas de toda la vida, como tiene todo el mundo, y con la Uru, Vicky, nos conocimos de grandes, con vidas pasadas, y se dio una conexión enorme. A esta obra la soñamos juntas y fue algo muy reconfortante lo que hicimos con ella. No es sólo lo actoral lo que se ve y se plasma, sino las horas, horas y horas de trabajo, de entrega, de amor, de lucha. Conseguimos un teatro, conseguimos que la gente confíe en nosotras sin tener el dinero para la realización... Con la Uruguaya hicimos todo.

 

–¿Es la primera vez que te involucrás como productora en un proyecto?

–Sí, porque fue un sueño, fue decir “nosotras queremos hacer esto”, y uno cuando tiene un sueño no conoce los detalles para llevarlo a cabo, entonces después, sobre la marcha, empiezan a surgir todas esas cosas.

 

–¿Hubo un momento bisagra en tu vida en el que sentiste que la actuación era lo tuyo?

–Creo que fue una especie de camino inverso al que le sucede a todo el mundo. A medida que pasó el tiempo, fui encontrando en la actuación un placer, una entrega y un... no sé cómo explicarlo. El corazón galopa más fuerte cuando trabajo de lo que amo, de lo que me gusta, lo que me apasiona. Y fue con el tiempo ir descubriéndome a mí dentro de mi profesión.

 

–Con Malparida te mandaste directo a un protagónico, exponiéndote a las críticas y con poca experiencia. ¿Qué lugar ocupa el miedo en tu vida?

–No soy miedosa, encuentro que los desafíos alimentan mucho la vida del ser. Hay veces que uno puede decidir no hacer determinada cosa porque probó y se dio cuenta de que no funcionaba, pero decir que no de entrada me parece un error.

 

–Viniendo de una familia de artistas, ¿sentís que hay algo genético en la actuación?

–Lo que pasa es que uno en el hogar respira ese mundo: cómo fue el día laboral, cuantas horas estuvieron grabando, con quién conversaron, qué pasó en el set, el vestuario, la locación... Eso es algo que se escucha en el hogar. No sé si son los genes o la cotidianidad, tal vez sea una combinación de ambas cosas.

 

–¿Qué admirás de tu abuela?

–Admiro su capacidad de renovarse, de aceptar nuevas cosas, de estar abierta, de entender que el mundo va cambiando porque todo está en constante evolución.

 

–Me contaron que Mirtha usa WhatsApp.

–Usa WhatsApp, aplicaciones, todo eso. Pero cuando digo que evoluciona no me refiero a lo tecnológico, sino a niveles mucho más amplios de pensamiento. Uno a veces ve a los abuelos de amigas con pensamientos mucho más tradicionales, que mi abuela también conserva, pero a su vez tiene una movida laboral que la hace estar en constante actualidad, entonces indefectiblemente tiene que tener ese algo moderno para hacer bien su trabajo.

 

–¿Le pasó que por situaciones personales tuyas ella debió adaptarse a cosas a las que no estaba acostumbrada?

–No, ella es mucho más astuta de lo que muchos pueden imaginar. Es repiola, sabe todo. El otro día le dije: “Abuela, no sé a qué restaurante ir a comer”, y me tiró lugares recopados, actuales. Tiene datos increíbles, y habla siempre desde el corazón, es una persona genuina, acertada o no. Es superloable lo que dice porque siempre habla desde el afecto.

 

–¿Cómo es la cotidianidad con ella, hablan seguido?

–Sí, tengo una muy buena relación con ella, muy buena.

 

–¿Se pelean?

–No sé, ¿vos te peleás con tu abuela?

 

–Sí, claro. Pero con los abuelos uno se pelea menos que con los padres, ¿no te parece?

–Totalmente, me pasa lo mismo. A los abuelos uno los escucha más y habla menos, con los padres es al revés.

 

–¿Cómo manejás la preadolescencia de Ámbar, tu hija de 12 años?

–Bien, aprendiendo también a ser madre, porque nadie nace sabiendo ser madre o padre. Somos recompañeras, cada etapa es distinta, la relación con el exterior es distinta, todo se va modificando.

 

–¿Tenés esos dilemas sobre dejarla o no salir de noche?

–Sí, es un poco entrar en armonía con todo. Hablamos entre las madres, hacemos una especie de consenso sobre dejarlas ir a un lugar o no, vemos quién va, quién no va, hasta qué hora. Yo no soy portadora de la verdad, pero si hay cosas que considero que no van, simplemente se lo digo y a veces entiende y otras no. Yo creo que soy una mamá repiola, al menos eso es lo que me dice ella.

 

–En la producción de fotos con Alí, tu hijo menor, estabas muy relajada.

–Sí, como madre soy una mujer que cree mucho en la libertad. Creo que darles mucha libertad, dependiendo de la edad y con un montón de controles, es entregarles mucha responsabilidad a los hijos. Ámbar entiende y sabe, cuando yo la dejo hacer ciertas cosas, que es eso y nada más. Es una chica muy libre, tiene un pensamiento muy independiente, y yo dejo que forje sus creencias intentando darle las mejores herramientas, porque creo que la libertad es algo que se va ganando. Son miles de componentes que al final forjan una relación entre madre e hija.

 

–Alí vino con vos a la producción de fotos y se mostró muy simpático con todo el mundo. ¡Es un chico muy especial!

–Sí, es un poco salvaje, pero muy cariñoso.

 

 –Es amoroso.

–Sí, el amor ante todo.

 

 –¿Cómo fue el balance de 2015 entre una obra de teatro que se presentó en el San Martín y la locura de Bailando por un sueño?

–Creo que fue un balance, como la palabra lo indica. La experiencia del Bailando fue muy buena, aprendí un montón en un mundo que no es el mío. Yo soy actriz, y ahí hay bailarines por todos lados, es otra cosa.

 

–Siendo ariana, ¿respondés a la impulsividad propia del signo?

–No me parece que el signo dicte mi personalidad, uno tiene una característica pero la vida te va moldeando. La vida me enseñó un montón, hoy creo que a la impulsividad la tengo más controlada. 

 

–¿Qué importancia le das al amor en tu vida?

–Vivir sin amor es un infierno. Y hablo del amor en todo sentido, no poniéndoselo a una sola persona. Esa es la importancia que yo le doy al amor. 

 

 


 

 

Estilismo: Mariano Laguna Paz

Pelo y make up: Cristian Sepúlveda Agradecimientos: Las Pepas, María Vázquez, Clara Ibarguren, Pepe Cantero, Ricky Sarkany, Vulk

Postizos: Matías Giachino

Agradecimiento especial: Mauricio Catarain

 

 

 

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