Paso a paso y kilo a kilo

 Tiene nombre de ritmo tropical, pero la serotonina no es un baile, es un neurotransmisor que regula el peso corporal. Hay que aprender a comer bien para que aumente, y aquí te damos las claves.

 

Se escribe mucho sobre la obesidad, pero se siguen publicando mentiras e ideas erróneas. Mi intención es desmitificar y aclarar algunos conceptos científicamente probados.

 

La obesidad no es una falla en la voluntad, es un desorden en la regulación del peso corporal. Es una enfermedad crónica, al igual que la hipertensión arterial o la diabetes. En una persona obesa, el peso está regulado tan cuidadosamente como en una que no lo es, pero esta regulación se encuentra en un punto más alto. 

 

Este punto homeostático (influido por la genética y extraordinariamente difícil de cambiar) parece ser controlado por neurotransmisores (sustancias que transmiten información a través de la sangre) que dan una señal de hambre o de saciedad.

 

Solamente los individuos con una gran fuerza de voluntad son capaces de vencer este punto homeostático a través de una dieta restrictiva. Numerosos estudios muestran que la mayoría de las personas que perdieron peso con una dieta baja en calorías recuperó los kilos perdidos en los tres o cinco años siguientes.

 

En los años 80 se descubrió una conexión entre una de las sustancias neurotransmisoras, la serotonina, y los desórdenes alimentarios. Se comprobó que el aumento de los niveles de serotonina producía una disminución del peso corporal y una gran sensación de bienestar. También se estudió que los fumadores en proceso de dejar el hábito y las mujeres en período premenstrual tienden a comer mayor cantidad de hidratos de carbono, que mejoran el estado de ánimo.

 

Toda esta introducción es para explicar la importancia de la serotonina en relación con la alimentación y por qué nos conviene mantener elevados sus niveles a la hora de perder peso.

 

La serotonina es una sustancia que circula en la sangre y transmite información al sistema nervioso central. Regula el hambre, la saciedad, la formación de músculo y de grasa.

 

¿Qué factores la disminuyen?

El estrés, la mala alimentación, la baja exposición al sol, la predisposición genética y la poca actividad física.

Por lo tanto, si tenemos disminuida la serotonina, vamos a tener más hambre, menos saciedad, disminución del metabolismo y menor masa muscular, por lo que ganaremos peso y grasa. Nuestra alimentación debería tender a aumentarla. ¿Qué pasa si la dieta es muy restrictiva? Al cuarto o quinto día la serotonina disminuye y se empieza a perder peso del músculo y no de la grasa.

 

¿Cómo podemos hacer para que aumente la serotonina?

 

Aumentando la cantidad de proteínas que ingerimos. Los mejores alimentos que la contienen son los de origen animal: las carnes rojas, el pollo, el pescado (incluso los enlatados, como el atún al agua) y las claras de huevo. 

 

Las proteínas no duran más de siete u ocho horas en sangre, y si faltan, el cerebro lo censa y aumenta la formación de grasa. Para poder ingresar en el cerebro y formar serotonina las proteínas requieren hidratos de carbono complejos (verduras, frutas, cereales, harinas).

 

¿Qué falta en la lista?

 

La grasa saturada, que es la mala de la película porque el cuerpo humano no está preparado para metabolizarla y la acumula en forma de tejido adiposo o en las arterias. 

 

Pero sí es importante la ingesta de grasa buena o insaturada, ya que permite la formación de testosterona, una hormona muy importante para el cuerpo ya que nos permite mantener el peso y la fuerza. Esta grasa buena está en las semillas, nueces, almendras, palta y yema de huevo entre otros alimentos.

 

 

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