Los susurros del diablo
El supermercado de la espiritualidad tienta con productos de moda y hasta con fecha de vencimiento. Para no caer en la tentación de comprarlos hay que saber desprenderse del ego, que solamente permite experimentar las formas de lo superficial.
Una consecuencia de los procesos evolutivos en curso es que casi todo el mundo está en busca de algún tipo de espiritualidad. Por lo tanto hay muchos métodos y movimientos espirituales, y algunas propuestas se presentan en el envase típico y necesario para una sociedad de consumo. Muchas personas que aún no se han desapegado del consumo, al decidir adentrarse en el camino espiritual caen en la tentación de “consumir” el efecto iniciático del marketing espiritual. La necesidad de ser feliz y encontrar un camino seguro en la vida más allá de lo material las convierte en consumidoras espiritualizadas que se caracterizan por adquirir cuanto libro de autoayuda se edita, todo tipo de CD de meditaciones, videos de gurúes de la nueva era y otros tantos productos surgidos del creciente negocio de lo espiritual, esperanzadas en que la lectura, la práctica y la visualización los ayude en su tentación por alcanzar el nirvana.
Uno de los principales escollos a superar cuando se comienza a transitar el camino de lo verdaderamente espiritual es, justamente, que al inicio no surjan tentaciones consumistas, como los productos que vende la terapia espiritual. Por el contrario, debe nacer desde el desapego de toda forma y método que se parezca a lo que comúnmente utilizamos cuando vivimos bajo la perspectiva consumista de la vida. La comprensión de la naturaleza y los valores que poseen las cosas son la cuestión clave, la espiritualidad no se consume ni se busca, es un descubrimiento, es una propiedad esencial que subyace en lo más íntimo y profundo de cada uno de nosotros y en la estructura misma del universo cuántico e inmaterial. Así que el malentendido puede bloquear cuestiones clave en los caminos que permiten revelar la esencia misma de la existencia.
EL “LLAME YA” DE LA ESPIRITUALIDAD
La ansiedad por despertar y la tentación que ofrece el marketing pueden transformar a la espiritualidad en una manipulación de la creencia. La herencia de la sociedad de consumo que impregnó con sus vicios las ramas de la espiritualidad confunde al iniciado al emprender el camino. Parece extraño que muchas técnicas que prometen resultados a corto plazo se presenten en el mercado con un gran aparato publicitario y, lo que es peor, logren tentar al desprevenido. Como si fuera un sistema para perder peso en pocos días, el “llame ya” de la espiritualidad engaña al iniciado con programas y técnicas, como si el contacto con la esencia de la vida dependiera de métodos e instrucciones surgidos de un manual.
Durante años se manipuló a tanta gente desesperanzada ofreciéndoles soluciones mágicas que proliferaron numerosos cultos, algunos hasta introducen a instructores divinos y jerarquías cósmicas que visitan la Tierra en platos voladores y portan los remedios y soluciones a los problemas existenciales de la humanidad. A pesar de lo ridículo del argumento, dichas formas de espiritualidad có(s)mica, logran tentar al hombre perdido y vacían de esperanza los bolsillos del alma. En nombre del Cielo y bajo el disfraz de lo espiritual se logró engañar a muchas personas. Debido a que la otra cara de la medalla de la vida fue siempre creer en un sistema dogmático construido sobre el miedo a la muerte, el que elegía el lado correcto tenía como recompensa la salvación eterna. Del mismo modo se creía que los pobres de credo, los que no conocían la verdad, eran los desgraciados que por negar a Dios indefectiblemente serían conducidos por el Diablo hacia el Infierno cuando la muerte golpeara a sus puertas. Por el contrario, el que elegía vivir esclavizado en el camino dogmático quedaba libre de la influencia del maligno y ganaba una vida eterna con los ángeles: el sumiso cordero obtendría su justo merecido, Dios le abriría las puertas de su reino.
LA TENTACIÓN Y EL PECADO
La idea de la tentación y el pecado no ha perdido su dominio sobre la sociedad en términos de sistema de creencias. El deseo es un estímulo que induce a la tentación; mientras que la tentación y el pecado por herencia religiosa aparecen como la frontera que define si una decisión nos conduce al cielo o al infierno espiritual. El deseo y la tentación son el fruto del no desapego, nuestros deseos surgen de la necesidad física y ella nos lleva a intentar apaciguar el ego cuando nuestra esencia espiritual, la que conforma al verdadero ser en evolución, sólo anhela reunión con el Uno. Sólo si tenemos la suerte de distanciar el apego, la necesidad y la tentación que requiere el ego, para lograr focalizarnos en la puerta correcta hacia la espiritualidad, podemos acortar el ciclo de aprendizaje, tomando un atajo e incluso reconocernos como esencia espiritual, alcanzando la meta en esta vida.
El buscador espiritual sincero reconoce que la búsqueda de la esencia no está afuera, sino en la conexión interior y profunda. Después de establecer una conexión real y sincera se logra la integración de la unidad personal y lo divino, y comienza a impregnar nuestra propia realidad como parte de una misma esencia indivisible. Cuando el viaje del “buscador” comienza realmente, nada lo tienta, el deseo se transforma en intensión y el miedo muta en la confianza que otorga la paz interior. Se dice que la última tentación culmina cuando se lleva a cabo con un cambio profundo en nuestras vidas. En ese momento, cuando el Maestro Interior se revela como nuestro verdadero guía, se hace cada vez más necesario atender a sus consejos. Hay nudos y obstáculos que sólo pueden desatarse y superarse con la ayuda del maestro que enseña a trascender el ego.
Para los occidentales, el concepto del desapego puede ser difícil, pero es necesario despedirse del ego, ya que sólo nos permite experimentar las formas de lo superficial. Así, cualquiera sea el camino que uno tome, no hay premio ni castigo. Si se siguen los consejos de los líderes espirituales o cedemos a los susurros del Demonio, lo que no debemos olvidarnos es que la espiritualidad siempre estuvo con nosotros porque es nuestra propia esencia, y que el camino hacia la espiritualidad comienza dando el primer paso, no hacia arriba ni hacia bajo de un espacio exterior, sino hacia adentro de nosotros mismos, en sentido profundo a un espacio interior. El hecho de que uno no encuentre un punto de entrada hacia lo espiritual significa que aún no ha encontrado el punto de salida de lo exterior.
Debemos recordar que al ir en busca de lo espiritual debemos aprender a unificar y no considerar la materia separada del alma, debido a que las dos son estados de manifestación necesarias para el reconocimiento del ser como parte del Uno.