Miriam Lanzoni: Mujer todoterreno

Empezó a grabar Tormenta, una serie para Fox en donde personifica a una prostituta francesa; en agosto estrena El encuentro de Guayaquil, una película en la que interpreta a Dolores Prats; en octubre comienza a filmar Ley mortal, donde hace de abogada experta en artes marciales, y sigue con la gira teatral de Algunas mujeres a las que les cagué la vida, obra que se presenta el 26 de julio y 30 de agosto en la Sala Caras y Caretas 2037. ¿Cómo hace la mujer de Alejandro Fantino para cumplir con todo? 

La respuesta, en este reportaje.

  

El intercambio de e-mails con Miriam Lanzoni comenzó varias semanas antes de la entrevista. Tres editores de este lado, buscando un concepto para las fotos, frente a una actriz que se comporta más como productora todoterreno que como estrella en ascenso. O las dos cosas. Porque al momento de posar, ella conoce perfectamente sus movimientos, poses y perfiles. Pero al organizar, es la misma que se manda a diseñar dos trajes para esta sesión, que llega con un tatuador para que le estampe la espalda minutos antes de las fotos, que trae a su propio maquillador y a su propio peinador, que viene con su equipo de filmación para documentar el backstage y luego subirlo a sus redes sociales.

“Miriam, sos la mejor productora del mundo, ¿querés trabajar para nosotros?”, le pregunto medio en chiste, medio en serio, sorprendido por su capacidad de laburo. Ella, que siempre tuvo que arreglarse sola, planear su vida, calcular cada paso para seguir de pie, me contesta medio en broma, medio en serio: “Dale, es una opción más”. 

 

–Siempre la peleaste, casi desde que tenés uso de razón.

–Siempre. Nací en Pampa del Infierno, un pueblo de Chaco que en esa época tenía dos mil habitantes. No había calles de asfalto ni semáforos, era pueblo-pueblo. Imaginate que conocí un cine y un teatro recién acá, en Buenos Aires. Vine por primera vez a los 15 años, escapando de mis viejos. Tenía un novio más grande que yo y me vine con él porque quería ver de qué se trataba esta ciudad y quería quedarme. Quería trabajar de actriz, estudiar, quería todo.

 

–¡Tenías sólo 15 años!

–Sí, y mi idea era quedarme a trabajar acá. Pero una vez en Buenos Aires me encontré con que en todos los trabajos te pedían sí o sí tener quinto año completo.

 

–¿Todo eso lo averiguaste en tres días?

–Sí, me vine un miércoles y lo primero que hice fue agarrar los clasificados del diario. Elegí, marqué y salí a buscar, pero todos me pedían el secundario. Entonces, en esos pocos días resolví que tenía que terminar el colegio.

 

–Y lo hiciste así.

–Sí, porque para venir a Buenos Aires tenía que trabajar sí o sí, mi familia no me podía bancar ni los estudios ni el departamento.

 

–¿Cómo una chica que nace en un pueblo en el que no hay ni cine ni teatro decide ser actriz con tanta determinación? ¿Fue por la tele?

–No, yo creo que eso me vino en un componente químico, en el cuerpo, no sé. Nunca dudé de lo que quería hacer. Ya desde muy chica, desde los cinco años, sabía que quería ser actriz y trabajar de eso. 

 

–Volvamos a cuando viniste a Buenos Aires.

–Terminé el colegio, vendí una bicicleta que tenía, junté algo más de dinero y me vine.

 

–Casi con lo puesto, como dice Fantino.

–Sí (se ríe).

 

–¿Y adónde fuiste a parar?

–A una pensión en Constitución.

 

–¿No te dio miedo?

–No, yo no soy miedosa, y siempre me supe cuidar sola. Imaginate que me vine muy chica y peleada con mis viejos, que no querían saber nada con esta idea.

 

–Entonces, llegaste sola en micro a Retiro.

–Sí, y me quedó muy presente esa imagen de las siete de la mañana entrando en la urbe y diciendo: “¿Qué hago acá? ¿Por dónde empiezo?”.

 

–Empezaste por buscar un lugar donde vivir.

–Claro, pero no tenía plata para pagar el mes entero en la pensión, así que les propuse a los dueños pagarles cuando cobrara mi primer sueldo, y así fue. Llegué un sábado y el mismo lunes conseguí trabajo en una empresa de marketing. Después me fui poniendo más pilla y laburé de todo: camarera, promotora, vendedora de ropa… ¡hasta de empanada viviente trabajé!

 

–¿Alguna vez te pidieron sexo a cambio de una oportunidad en el ambiente?

–Yo no condeno de ninguna manera a la gente que entrega su cuerpo para conseguir algo. Me he visto envuelta en esas situaciones, pero siempre resolví no hacer nada. No porque creí que estuviese mal, sino porque a mí me copa más saber que si yo trabajo puedo lograr las cosas por otro camino. Y mi parte íntima, lo sexual, ocurre sólo cuando yo me muero de ganas, así sea por una noche. Además, dedicarle tanta energía a estar con alguien por interés debe de ser tan estresante que yo prefiero trabajar y lograr las cosas por mi cuenta.

 

–¿Ni aunque la oferta sea muy tentadora?

–Bueno, si mañana viene Martin Scorsese y me dice: “Tengo esta película para que protagonices con Liam Neeson, para estrenarla el año que viene. Lo único que te pido a cambio es una noche con vos”. ¿Sabés cómo agarro? Pero nunca viene Scorsese, siempre son productores de cuarta que te ofrecen un bolo, y vos decís: “¿Me estás jodiendo?”. Mi tesoro vale mucho como para que sea por un bolo, no sé. 

 

–Claro. No es una cuestión moral, sino de valor.

–Cero moral. Para mí la moral es muy subjetiva, muy circunstancial.

 

–Desde afuera se ve que con Alejandro funcionan muy bien como pareja, como sociedad. ¿Es así?

–Nuestra pareja es muy homogénea. Y sí, funciona como sociedad, pero cada uno en su área. En la casa él tiene su sector y yo el mío, y ninguno se invade. Yo me ocupo de los números y él ni se entera, pero a la vez él es el hombre de la casa. Yo no sé manejar la tecnología, no sé arreglar nada, y Ale se ocupa. Y por más que yo maneje la economía y me ocupe de la Afip, cuando estoy con él no toco un peso. Y si estamos comiendo y hay diez personas en la mesa y está mi marido, nadie va a pagar. En eso Ale es re-caballero, tiene esa cosa que me derrite, me muero, me desmayo. 

 

–Ay, me encanta.

–Sí, es algo que se fue dando naturalmente y funciona re-bien.

 

–¿Cuándo se conocieron?

–Al poco tiempo de haber llegado yo a Buenos Aires. 

 

–Y desde ese momento están juntos.

–¡No! Ale era re-mujeriego, pero nosotros teníamos una piel única, como nunca me había pasado y nunca me pasará. Pero jamás lo vi como para tener algo serio. El tenía su historia, yo las mías, pero se dio que nunca nos pudimos dejar de ver.

 

–¿Cuándo se dejaron de dar vueltas?

–Fue rarísimo, porque nunca estuvimos de novios, siempre era todo muy pasional y los dos estábamos con otras parejas, hasta que un día Ale se fue al Mundial y a los diez días empezamos que te extraño, que te amo, que me quiero casar… Entonces volvió de Alemania, se corrió un velo y nos dimos cuenta de que estábamos re-enamorados. Y nos casamos al mes.

 

–¿Y?

–Y lo superrecomiendo. Si el amor existe, está muy bueno casarse. 

 

–¿No le tenías fobia al matrimonio? Por ejemplo, a estar sexualmente toda la vida con la misma persona.

–Yo a la rutina le tengo fobia, por eso cuando nos casamos le planteé a Ale el tema de dormir separados, de manejar cada uno sus tiempos, su libertad, sus proyectos. Y él me propuso que probemos  casarnos sin la presión del casamiento, y funcionó así. 

 

–¿Cómo manejás los celos estando con alguien tan deseado?

–Ale es muy deseado por mujeres y, sobre todo, por hombres. Y eso a mí me gusta mucho, me ratonea que esté potro y lo fomento. A mí me da mucha seguridad que él me mire y me diga: “Estoy con vos”.

 

–¿Se animan a la relación abierta?

–No, ni en pedo. A mí me gustan las relaciones de amor de a dos. Todo lo que esté acordado entre los dos es válido. Incluso, si deciden meter a alguien más, o a muchos más, y la pasan bien, bienvenido sea.

 

 

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