Un gurú de la cocina activista
El cocinero inglés más famoso del mundo tiene la misión de llevar la comida saludable a la agenda de las políticas públicas y capacita a jóvenes desempleados para convertirlos en chefs profesionales. De las hornallas a la acción social, en un solo paso.
En algún momento de su carrera, un cocinero exitoso puede empezar a llamarse “celebrity chef ”. Y si las cosas le van muy bien, es factible que más tarde deje de ser eso para convertirse en algo más. “Campaigner”, le dirían en inglés. O al menos así llaman los medios a Jamie Oliver, el británico de 40 años recién cumplidos que desde principios de la década pasada utiliza su voz masiva para buscar un cambio en la sociedad. A fines de los años noventa ya era una estrella de la TV culinaria y poco le significaba un punto más de rating en The Naked Chef (el programa que lo catapultó a la fama), o una nueva edición de sus exitosos libros de recetas rápidas y caseras. ¿Por qué no usar ese poder de comunicación para un fin solidario?
El trayecto que trazó Oliver es en algún punto similar al que llevaron a cabo otros chefs consagrados. Por dar ejemplos cercanos, el peruano Gastón Acurio enarboló la bandera nacional del ceviche para difundir en todo el mundo la gastronomía y los productos de su país. En Brasil, Alex Atala se internó en la selva amazónica para rescatar productos originarios y ayudar a sus productores. Un proyecto similar llevaron a cabo los hermanos Roca, en España, para redescubrir especias salvajes en Girona. Hablamos de cocineros que en determinado momento de su carrera entienden que su rol ya está cada vez más lejos de las hornallas y más cerca de las oficinas gubernamentales.
MATEMÁTICA, GEOGRAFÍA Y, TAMBIÉN, COCINA
Oliver trabaja para llevar la comida saludable a la agenda de las políticas públicas y, de esta forma, mejorar la calidad de vida de la población. ¿Cómo? El ejemplo más claro es su último proyecto –tal vez el más ambicioso de todos–, que lanzó a fines de marzo y concluyó el pasado 15 de mayo, día en que cada año se celebra el Food Revolution Day (fecha proclamada por el propio Oliver). La campaña apunta a juntar un millón de firmas a través de la plataforma change.org y llevar una petición a los países del G-20 para que incluyan educación alimenticia en los colegios.
“Según datos de la Organización Mundial de la Salud de 2013, 42 millones de chicos menores de 5 años tienen sobrepeso o son obesos –explicó el campaigner–. Esto muchas veces lleva a enfermedades como diabetes tipo 2, que suben el riesgo de tener serios problemas de salud y bajar la expectativa de vida. Pero se puede prevenir, y creo que educando a nuestros hijos sobre comida, de dónde viene, cómo cocinarla y cómo comprarla, podemos cambiar el rumbo de esta epidemia que afecta a casi todo el mundo en 2015”.
“Si no hacés tus deberes de Geografía, no morirás joven; pero si no sabés nada de nutrición, tenés muchos más boletos para que te pase”, dijo recientemente en una entrevista con el diario español El País.
Al cierre de esta edición, el número de firmantes de la campaña de Oliver era 1.478.213.
COCINAR EN CASA
La proclama principal de este inglés nacido en Sussex tiene que ver, en definitiva, con algo que suena bastante elemental: que la gente vuelva a cocinar en sus casas con productos frescos y así evite la comida chatarra y los preparados que llevan a la góndola los gigantes industriales. Esto, que resulta obvio en muchas casas, no lo es en la mayoría de los hogares.
Las consecuencias de abusar del microondas, las gaseosas y los polvitos concentrados se pueden ver, por ejemplo, en el programa Jamie Oliver’s Food Revolution (2010), en donde el cocinero va a la ciudad de Huntington (West Virginia, EE.UU.) y en una escuela les muestra a chicos de 5 o 6 años verduras que ellos no logran reconocer: nunca vieron un tomate o una papa. Pero claro, les gustan el ketchup y las papas fritas. El video se puede ver en YouTube y es muy esclarecedor.
“En el Reino Unido es muy frecuente encontrar tiendas de comida rápida al lado de los colegios, y necesitamos leyes para prevenirlo –explicó en su entrevista con El País–. También deberíamos revisar los anuncios y el marketing de los productos con alto contenido de azúcar, y estudiar una suba de impuestos en las gaseosas, ya que básicamente son calorías vacías, y muchos doctores y dentistas te dirán que pueden causar daños enormes.”
Este es el tipo de legislaciones que busca fomentar desde su fundación Jamie Oliver Food Foundation (creada en 2002 y con oficinas en los Estados Unidos y en Australia). “Nuestra misión es mejorar la salud y el bienestar de nuestra generación y las generaciones futuras, y contribuir a un mundo más sano, proveyendo acceso a educación alimenticia para todos.”
Así, desde la fundación se realizan varias acciones como el Kitchen Garden Project, que llevó a más de 200 escuelas programas de huerta y cocina, o el Ministry of Food, mediante el cual se dictaron cientos de cursos y workshops para que gente de todas las edades aprenda a cocinar platos nutritivos y a la vez económicos. Otro programa es el Fifteen Apprentice Programme.
RESTAURANTE SIN FINES DE LUCRO
Fifteen es un restaurante londinense sin fines de lucro donde se sirve comida “elegante, rústica y honesta”. Cada año, el restaurante recluta a 18 aprendices de entre 18 y 25 años y los entrena durante 12 meses para que salgan como chefs profesionales. Hoy cuenta con dos restaurantes más (uno en el Cornwall y otro en Ámsterdam, Holanda), pero comenzó en 2002 como una forma de ayudar a jóvenes desempleados y, al momento de su apertura, generó mucho ruido en los medios e incluso fue visitado por Bill Clinton en 2006. Todos estos programas se pueden ver en los shows televisivos que grabó Oliver a modo de documentales. Jamie’s School Dinners, por ejemplo, lo muestra cocinando durante un año en el comedor de un colegio de Greenwich. Jamie’s Ministry of Food documenta la implementación de ese programa en la ciudad de Rotherham.
Claro que, además de sus proyectos solidarios, tiene programas de televisión (donde, por ejemplo, recorre Italia o visita criaderos de cerdos en los Estados Unidos e Inglaterra), tiene más de 15 libros de recetas editados y administra restaurantes como Barbecoa (especializado en carnes al carbón), o Jamie’s Italian (con cerca de 50 sucursales y llegada a países como Australia, Turquía y Singapur). El que no parece tener demasiado éxito es Union Jacks, que busca rescatar los clásicos platos ingleses y que en enero cerró tres de sus cuatro locales.
Habiendo dejado el colegio a los 16 años para estudiar Gastronomía, el hombre tiene más años de carrera que de vida. Una vida solidaria. Y, por lo visto, bastante ocupada.