Cristian Heredia: "Mi patria es mi barrio"

EL PRESIDENTE DE LA JUNTA VECINAL DE LA VILLA MÁS NUMEROSA DE LA CIUDAD, EN BARRACAS, SE CONVIRTIÓ EN REFERENTE DE SUS VECINOS GRACIAS A UNA TAREA CONSTANTE DE GESTIÓN Y SOLIDARIDAD COTIDIANA. “NACÍ, CRECÍ Y VIVO ACÁ, Y ME QUIERO MORIR ACÁ, CON MI BARRIO TRANSFORMADO”, PROCLAMA ORGULLOSO.

Primero quiso ser futbolista, pero no. Después se dedicó a la música, desde donde cuestionaba al sistema y criticaba a la política, pero tampoco. Finalmente, a los 35 años, Cristian Heredia –un “loco soñador”, como el mismo se define– encontró su vocación en la tarea cotidiana de ayudar a los demás: “Ser solidario es ser patriota, y mi patria es mi barrio”, dice.

Se metió de lleno en la política hace 16 años y dejó de mirar para ser parte y transformar lo que pasa en la Villa 21-24 de Barracas, la más grande de la Ciudad, donde familias del interior y de otros países latinoamericanos comenzaron a instalarse en los años 40. La población fue en aumento hasta la década del 70. Durante la última dictadura se realizaron violentos desalojos y apenas una centena de familias los resistieron y se quedaron en el lugar, entre ellas la de Cristian: su padre, Antonio, cordobés, y su madre, Silvia, paraguaya, con sus cinco hijos. Con el regreso de la democracia, comenzó un repoblamiento ininterrumpido hasta hoy. “En una villa nací, entre paredes sin sueños, donde el hambre y la pobreza son los únicos dueños, donde la dignidad es sobre todas las cosas: lo primero que se aprende y lo último que me tocan. Sin ser un delincuente, yo siempre voy al frente, no me hacen falta armas, mi voz es suficiente, y se siente la realidad de mi gente, señalados marginados por vivir diferente. En una villa nací, y aprendí a soñar como el único derecho, fue el derecho a soñar y no me van a parar. Queremos un barrio distinto, algún día seremos muchos que pensaremos lo mismo”, con esta letra, Cristian Rey (su nombre artístico) ya militaba, pero desde la música.

–¿Qué significa la solidaridad?

–Solidaridad es amor, es ser igual, es escuchar, contener, comprender y ser parte de la realidad del otro para transformarla. Es ser plural, ya que lo individual destruye y se simplifica con el solo hecho de compartir, en mi caso y en mi barrio, el pan, el mate, la comida y los sueños. Es respaldar y ser parte de la problemática de los vecinos, ser puente para generar una solución y cambiar la realidad. Mi función, desde la junta vecinal, porque no hay presencia del Estado, es salir a ver la problemática y a solucionar. Es solidario porque además no tenemos sueldo. Lo hacemos por amor al barrio y a los vecinos. La patria es el otro, ser solidario es eso, es ponerse a la par del otro de igual a igual, como un par.

–¿Desde cuándo sentís empatía con los otros?

–Todo comienza con la música. Siempre reivindicando la Villa 21-24 desde el arte, con las letras, siendo muy crítico con las canciones y la política. Ahí me di cuenta de que tenía que formar parte, porque empecé a ver mucho cachivache hablando de la política de mi barrio sin tener idea de nada, y me propuse capacitarme y empezar a andar en los caminos de la política. En vez de criticar, ser parte. Cuando sos parte, las cosas cambian y se transforman. La política tiene sus bondades y tiene sus miserias, como todo en la vida, pero se puede pasar por encima a la miseria y trabajar desde el lado de la bondad de la política y, dentro de la política, siempre dando la pelea, la discusión.

–¿Qué te motivó a pegar el salto y pasar a la acción?

–Fue Néstor Kirchner quien me hizo meterme de lleno y volver a creer y jugarme por un ideal cuando dijo: “No queremos tropas disciplinadas que a todo digan sí; queremos tener compañeros que piensen, que nos digan la verdad, que tengan capacidad transgresora, que nos ayuden a equivocarnos lo menos posible”.

–¿Te apoya tu familia en este camino?

–Mis padres vivieron épocas de mucha represión durante la dictadura acá en la villa y resistieron, pero ese temor queda. Además, esta tarea, que requiere dedicación permanente, me costó dos matrimonios y ser un padre ausente, y lo digo con todo el dolor del alma. Elián, Kiara y Bautista son sus tres hijos, a quienes, asegura, no les hace faltar nada, aunque sabe que se pierde muchos momentos de sus vidas por lo que llama “esta loca pasión y compromiso, que es estar a la par de los vecinos y ser parte de la política para cambiar su eje”. “Hoy tengo una compañera que me apoya y que me acompaña en este camino para transformar realidades. Todos me dicen que es imposible; yo digo que existe la Justicia Social y que en el nombre de Perón y de Evita todo es posible.

–¿Tenés una meta a la que te gustaría llegar?

–Nací, crecí y vivo acá, y me quiero morir acá, con mi barrio transformado, con acciones que generen mejoras en la calidad de vida de mi gente, de mi barrio, de los barrios.

–¿Cuáles son las situaciones más críticas de las que te ocupás en el barrio?

–Las inundaciones; los cortes de luz; la falta de agua; las adicciones; la falta de vacantes que deja a los chicos en la calle cuando los padres salen a trabajar; los desbordes de pozos de cloacas… Nosotros hacemos trabajos de cloacas y ayudamos en los incendios, estamos en el momento para acompañar a las familias, para respaldarlos en sus velatorios cuando por diversas cuestiones no pueden pagar sus sepelios o necesitan de un micro para ir con la familia al cementerio.

–¿Qué sentís que ya lograste en estos años?

–Hoy podemos discutir la política par a par, cara a cara, con quien sea, porque ya no tenemos sólo reproches, hoy tenemos identidad, sabemos que tenemos proyectos y que con base en esos proyectos tenemos soluciones, pero parece que a cierta parte de la política no le interesa saber que se puede dar la discusión desde los barrios, sin victimizaciones, con argumentos concretos y poder popular. Hoy, gracias a ese voto de los vecinos, que confiaron en esta Junta Vecinal y en el equipo de militantes que la rodea y acompaña, se imagina un futuro ya muy cercano lleno de emociones y realidades diferentes.

–¿Cuáles son las prioridades para el barrio?

–Para muchos, urbanizar todavía sigue sonando a erradicar. Hay que dar un trabajo de concientización muy profundo con respecto al tema, pero el eje lleva simplemente dos palabras: integración urbana. Y lo primordial y esencial que a esta altura nos falta y les falta a todos los barrios es luz, agua y cloacas, hasta poder llegar a un verdadero plan de vivienda que nos incluya a todos y que podamos pagar como tiene que ser, porque los vecinos somos todos trabajadores, por eso hablo de no victimizarnos. Queremos vivir dignamente porque estamos en condiciones de pagar los servicios básicos y una verdadera vivienda digna, pero hasta que llegue ese día debemos integrarnos a la Ciudad. Como siempre digo: Latinoamérica late en mis pasillos y en los pasillos de los barrios más humildes de la Ciudad y el Conurbano. Esa Latinoamérica verdadera se encuentra en una revolución silenciosa, como hormigas construyendo una conciencia plural, una verdadera raza cósmica, como diría [José] Vasconcelos. Con su amnesia y mirada europea, los porteños se olvidan que nuestra Capital Federal fue forjada por inmigrantes.

–¿Cómo ves la seguridad en los barrios? Las drogas, el narcotráfico...

–Se generaron dispositivos revolucionarios en materia de seguridad, pero todavía falta mucho para llegar a un verdadero trabajo serio dentro de los barrios. Yo más que hablar de fuerzas de seguridad hablaría de más conciencia, de más capacitación: más escuelas, más jardines, más universidades, más centros culturales; no tanta fuerza policial. Más presencia del Estado, menos amarillismo y más luz. Sólo así vamos a lograr que a nuestra juventud en vez de llegarle armas o drogas le llegue un cuaderno, un libro o un instrumento musical. La prensa, la sociedad discriminadora y la policía corrupta se encargan de hacer crecer el prejuicio sobre el narcotráfico, que sería exclusividad de las villas. Siempre es más fácil buscar el último eslabón de esta cadena millonaria, donde los más poderosos, claramente, no viven en las villas.

–¿Cómo fue tu infancia en el barrio?

–La vida se vive diferente en una villa, quemás etapas muy rápido, perdés el encanto de muchas cosas muy rápido. En épocas malas en las que mi viejo y mi vieja hacían todo para que no nos faltara nada, pero igual no alcanzaba, era difícil. Desde la inocencia de nuestra infancia recuerdo esas navidades en que jugábamos con mis hermanos muy chiquitos a que las estrellas eran nuestros fuegos artificiales, eran bellas y muy económicas; y esperábamos ansiosos la medianoche pero no para que llegara Papá Noel sino para poder ir a juntar las botellas que dejaban tiradas y venderlas, porque en aquel momento nos venía bien para nuestra economía y para comer al otro día.

–¿Qué sentís que cambió en el barrio de hoy comparado con ese en el que creciste?

–Hoy, aunque siguen pasando cosas, la mayoría sabe que existen infinitas posibilidades para llegar a ser alguien en la vida. Hoy en mi barrio hay política y militantes con la bandera del vecino, hay obreros, profesores que ejercen la profesión, hay alumnos ya recibidos en carreras muy importantes, hay infinidad de recibidos esperando su oportunidad. También sigue estando el potrero con sus grandes jugadores, siguen estando nuestros grandes artistas, pero lo más importante es que estamos generando una conciencia diferente: hoy decimos que sí, se puede.

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