Jimena Barón: gran lady
Actuó desde los nueve años hasta que se hartó y se fue a Nueva Zelanda a juntar kiwis. Volvió, se enamoró y se instaló en Italia con su pareja. Otra vez en suelo argentino, retoma la profesión pero asegura que sus planes dependen de sus amores: Daniel y Morrison Osvaldo.
–Cumpliste diez años mientras filmabas la película El faro.
–Sí, fue mi primer trabajo como actriz. Me sugirió Nora Moseinco, con quien estudiaba teatro.
–¿De la nada a un casting para cine?
–Sí; me pidieron que me ponga triste y me puse a llorar; que dé alegre y me reí como nunca. Me pareció fácil. Después nos fuimos a comer pizza y mi mamá intentó explicarme que si no quedaba no lo tenía que sentir como una frustración. Y mi respuesta fue clara: “Quedate tranquila, mamá, esa película la hago yo”.
–Muchos chicos no soportan la exigencia.
–Nunca lo sentí como una exigencia. Desde la primera clase de teatro hasta hoy, siempre me divertí. Gasoleros fue como una gran familia, yo me divertía aún grabando diez horas por día. Juan Leyrado me cuidó mucho, recuerdo quedarme a dormir en la casa de Mercedes Morán… que Pablo Rago me llevara a un cumpleaños de una amiguita…