Ganar o perder, ese es el dilema

 

Armando “marca” gente en la cola del banco, Madison ya se fue al Infierno y un topo ilustrado nos regala frases para dejar caer en cualquier momento y parecer inteligentes.

Una vida simple, anodina, repetitiva. Eso tenía Armando Bermúdez, un empleado bancario acostumbrado a la rutina, que un día se ve tentado por una oferta non sancta. La idea es arriesgada, pero sencilla: cuando algún cliente llegue hasta su caja para retirar una suma importante de dinero, él tiene que “marcarlo”. Alcanza con que escriba un simple mensaje de texto en su celular: “la señora de la bolsa roja”, “el viejito con bastón”. Y ya. Del resto él no se entera, hasta cobrar su comisión. Los atracos los harán otros, sus socios de guante negro, los ladrones entrenados. Y aunque su honestidad nunca antes había sido puesta en duda, la propuesta va cobrando forma, moldeada por el amor que siente hacia su prometida, una chica mucho más joven cuya familia empieza a depender de él económicamente y para quien él está dispuesto a agrandar –a cualquier precio– su modesta dote. Porque si hasta entonces se había sentido en la vida más bien del bando de los perdedores, la posibilidad de ese dinero extra le abre otras perspectivas. Micronesia, de Gustavo Dessal, es una historia mínima que cuestiona con humor los fundamentos de la moral y exhibe los resortes que hacen que un hombre común se anime a dejar de serlo, aunque pueda perderlo todo en el intento.

EL INFIERNO ESTÁ ENCANTADOR

Se llama Madison, tiene 13 años y está muerta. Lo último que recuerda es que se fumó un porro y, acto seguido, se despertó en el Infierno. No está sola. Sus compañeros de encierro son un jugador de fútbol americano, una joven animadora bellísima, un adolescente experto en teología demoníaca y un punk con más alfileres de gancho que certezas. En este escenario transcurre Condenada, la última novela de Chuck Palahniuk, en la que se burla de los lugares comunes de la muerte y descubre que terminar en el Infierno es extremadamente fácil. Hasta el momento de pasar a peor vida, Madison llevaba una existencia relajada: hija de una estrella de cine y un multimillonario, sus días alternaban entre mansiones, fiestas e internados suizos. Su único problema era el sobrepeso. Pero ahora está en el Infierno y, como una versión pop del Virgilio de Dante, no sólo está dispuesta a sortear las porquerías del inframundo (con su Desierto de Caspa y su Valle de los Pañales Desechables Usados) sino a hacerse amiga del mismísimo Diablo. Porque en el averno también hay ganadores y perdedores y ella no está dispuesta a quedar entre los segundos. “Hola, Satanás, ¿estás ahí?”, le “reza” convencida de que van a llegar a algún tipo de entendimiento. Y es en esos pasajes en los que la pluma de Palahniuk se despacha con lo mejor de su imaginería, esa mezcla lúcida de humor y sarcasmo que son su sello de autor. Aunque la novela no está a la altura de otras obras que le han dado fama de enfant terrible de la literatura estadounidense (basta recordar su libro El club de la pelea o aquel cuento “Tripas” cuya lectura en público dicen que provocó varios desmayos), Condenada tiene todos los ingredientes de una comedia de ideas, con una protagonista a su medida. Porque, como dice Madison: “Lo que hace que la Tierra parezca el Infierno es nuestra expectativa de que sea como el Cielo. La Tierra es la Tierra. Y el Infierno es el Infierno. O sea que parad de lloriquear y de quejaros de todo”.

BELLO COMO LOS SUEÑOS

“Si no se puede dibujar, no existe”, con esta frase comienza El topo ilustrado, el libro del escritor Tobías Schleider y el ilustrador Cristian Turdera. Surgido de la interacción de ambos en la red social Twitter, el resultado es una amalgama de imá- genes y palabras, a partir de frases cortas que funcionan como flechas certeras en el centro de una manzana. “Lavo las culpas y las seco al sol para volver a usarlas”, “El Diablo es Dios haciendo horas extras”, “La memoria me falla: te recuerdo”: cada una de estos enunciados se suceden acompañados por figuras de trazo simple, casi infantil, con texturas de cinta adhesiva que parecen curitas, con detalles sutiles, a veces imperceptibles. Sus personajes son perdedores entrañables o ganadores modestos, figuras que transforman lo humano en animal y viceversa. Una poética surgida de la conjunción de imagen y texto que hace de este libro un objeto sumamente bello, como el material del que están hechos los sueños.

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