Diego Gentile: camino al Oscar
El actor que interpreta al novio hot, infiel y maltratado de Relatos Salvajes se hizo popular de un día para el otro con la película más taquillera en la historia del cine nacional. A días de pelear por el premio de la Academia, se reconoce fanático de este galardón y confiesa ser un músico frustrado.
Hace diez años Diego contaba a los amigos que tenía sentados alrededor. Uno había dicho que “uno de cada diez hombres es gay” y Diego los había contado bien. Ellos eran diez. Para no ser motivo de burla, procuró cubrir sus medias rosadas con lo que pudo del pantalón.
La situación (ficticia) era la de un aviso de fernet, y Diego Gentile aún no estaba tan asentado económicamente en la profesión. Faltaban cinco años para tener un contrato televisivo en la tira infantil Niní, siete para estrenar Toc-Toc y casi once para estar nominado al Oscar gracias a Relatos salvajes.
Fanático de las series –Six Feet Under a la cabeza–, se reconoce seguidor de los premios de la Academia desde siempre: “Para mí todos los veranos son pre-Oscar, vamos con mis amigos a ver las que están nominadas, hacemos toda esa tilinguería previa a los premios”. Aunque hoy es un actor respetado, tiene una cuenta pendiente.
–Si nos remontamos a tu infancia, ¿vemos a un cantante frustrado?
–La música en general me parece vital, te cambia el ánimo, te genera estados geniales o te hunde en la mierda. Te lleva a algún lado. Todo el tiempo tengo música de fondo, me musicalizo la vida. Se me armó la fantasía de que soy actor por no haberme atrevido a ser cantante.
–¿Eras de los que cantaban en la ducha o con el desodorante simulando un micrófono frente al espejo?
–Sí, hacía playback. No sé. Es como si le tuviera mucho más respeto al canto que a la actuación. La actuación surgió tan naturalmente que se fue dando, después se empezó a dar que podía vivir de eso. Igual estudié canto, pero es una materia pendiente. Creo que en algún momento más de grande, más de más grande (risas), me atreveré a hacer un musical. Hice uno a los 20, un fracaso rotundo de Pepito Cibrián que se llamó David y el rey, que no lo vio ni la Campoy (...)