El gitano musiquero

Ni zorro como Mick, ni loco como Keith, ni imperturbable como Charlie. En el reparto de personalidades le tocó ser alegre, simpático y divertido. También tiene otra vida en la que guarda su guitarra incendiaria y empuña pinceles y óleos para retratar a sus amigos, que son lo que más le importa en esta vida.

 

Lo que siempre le envidié a Ronnie Wood fue lo que generaba. Los Rolling Stones, además de ser geniales musicalmente y brillantes artísticamente, son muy referenciales, sobre todo por esas cuatro personalidades tan distintas y tan inocultables.

 

 

Mick Jagger es intenso, sagaz, siempre parece estar atento a todo, como si nada se escapara de su vista, como si supiera quien es cada uno de los que están en el baile, todo el tiempo. Charlie Watts tiene el aspecto de un tipo que está ahí con la misma cara que si estuviera en el dormitorio del papa Francisco, en la sala de espera del dentista o en la escalera camino al escenario. Keith Richards es siempre Keith Richards, del que todos esperamos lo que sea, sea lo que sea, desde tumbarse a una actriz de Hollywood hasta subirse a una palmera y caerse como una banana madura, y siempre tendrá esa cara de hombre que acaba de bajarse de una nave espacial. Y Ronnie siempre parece ser el que mejor la está pasando, arriba del escenario o en su conferencia de prensa número 70 hablando de lo mismo. Ya desde los Faces, Ronnie siempre pareció pasarla bomba, aunque no sea tan así.

 

 

En lo personal, me encantaría tener el glam de Ron Wood. Parece estar pasándola bien siempre. Lo amo fuerte por eso. Si bien llegó a los Stones en el 75 o 76, recuerdo los titulares de las revistas estadounidenses al respecto.

 

 

La mayoría decía que el ingreso de Ronnie era un hecho insólito pero lógico. Eran amigos desde siempre: dicen que es el único que sabe por qué Jagger y Rod Stewart se detestan; dicen que fue Ronnie y no Mick el que cepilló a la entonces primera dama canadiense, Margaret Trudeau, en medio de una partusa durante la gira de su presentación oficial stoniana; dicen que fue Ron Wood el que compuso “It’s Only Rock ‘N’ Roll (But I Like It)”; dicen que a su lado Johnny Depp parece aburrido. Si no, mirá nomás su cameo en Nueve semanas y media, sentado en la fiesta donde Kim Basinger y Mickey Rourke se cruzan fluidos con solo mirarse.

 

 

La Basinger en su mejor momento y Mickey antes de convertirse en el querible mamarracho que es hoy, y uno no puede dejar de mirar a Ronnie, sentadito a un costado con un par de rubias y un whisky en la mano.

 

 

Hasta eso: la cámara lo ama. Itinerantes y malandras No nació, como Jagger o Richards, en familia de clase acomodada. No, Ron Wood nació en una familia de gitanos itinerantes musiqueros y malandras, y en cuanto descubrió su talento natural para la guitarra y el rock, gritó: “Adiós, gitanos compañeros de mi vida”, y comenzó a forjar una existencia a puro rocanrol.

 

 

Conoció a Rod Stewart a mediados de los 60, en la banda de Jeff Beck, que era demasiado aburrida para esos dos, así que de ahí partieron hacia los Small Faces, a los que convirtieron en poco tiempo en The Faces.

 

 

En los primeros 70, los Faces fueron la opción cool para los fans de los Stones, eran tan cool que el bajista ¡era un japonés alto! y estaban tan genialmente colocados que lograron hacer la versión más salvaje de “Maybe I’m Amazed”, de McCartney, simplemente porque Rod empezó a cantarla mientras la banda empezaba a tocar “Street Fighting Man”, de los Stones, y ahí la dejaron. Genial. Ron Wood es amigo de todos, tanto que en su primer disco solista, I’ve Got My Own Album to Do, grabado en su propio estudio londinense en el 74, participan Keith, Mick, Stanley Clarke, Rod Stewart, Elton John, David Bowie y George Harrison, entre otras celebrities. Y es que todos esos iban a su estudio siempre a trabajar en sus propios discos, tanto que el disco se llama Tengo que hacer mi propio álbum porque Ron dice que eso era justamente lo que le decían todos los que iban a trabajar a su estudio, que se llamaba The Wick y estaba en el sótano de su casa.

 

 

Llegó a los Stones después de Mick Taylor, aunque en “It’s Only Rock ‘N’ Roll” ya había metido algunas guitarras. La primera tapa con los otros cuatro fue en Black and Blue. Hoy es tan Stone como si hubiese estado desde el comienzo. Gran pintor también, Ronnie pinta realismo tematizado en sus amigos, retratos de los Stones, de Hendrix y otras estrellas que conoce bien. Desde lo personal, lo conocí cuando fuimos a la recepción que dieron iniciando la gira que los trajo por primera vez a Baires, en Washington en el 93.

 

 

Viajamos con Daniel Grinbank, que me lo había prometido, y en el embarque nos sumamos a Guillermo Vilas, que estaba invitado personalmente. Inolvidables días después en Nueva York, y más tarde me sumé al grupo en Río. En una cena en el Sheraton de São Conrado me acerqué a él, y cuando me vio levantó las cejas. Suficiente para mí. La tarde siguiente lo encontré con un negro que estaba siempre con él tomando cerveza en la pileta, ya levantada de cejas con sonrisa incluida, entonces le dije, re-canchero, ganador: “Hi, Ronnie, tengo todos los discos geniales que hiciste con Bobby Womack”. Entonces el negro se empezó a reír y él hizo un gesto que jamás descifré y se fue fastidiado. El negro me miró con cierto aire lastimoso cuando le pregunté: “¿Qué pasó?”. Y el negro me aclaró que los discos los sacaba Bobby en EE.UU. y… digamos que se olvidaba de avisarle. Uh, coscorrón en la nuca y a remar algo. Bueh, con el tiempo parece que arreglaron cuentas porque fue Ron mismo quien introdujo a Bobby Womack en el Rock and Roll Hall of Fame. Hall en el que Ronnie es uno de los pocos incluido dos veces, primero con los Stones y hace un par de años con los Faces.

 

 

Después de su primer disco sacó en el 75 Now Look, con la insuperable versión de “If You Don’t Want My Love (Give It Back)”. Sería en el 79 que lanzó Gimme Some Neck, con Bob Dylan de invitado.

 

 

Ahí armó The New Barbarians, con Keith, Stanley Clarke, el otro ex Faces habitué también de los Stones, Ian McLagan, en teclados, y el saxo stone Bobby Keys (otro que merece nota aparte). Tocaron veinte shows impresionantes, llegando a presentarse en el Festival de Knebworth, y fueron los teloneros de los mismísimos Rolling Stones en Ontario, como parte de la probation que debía cumplir Richards porque le habían encontrado un toco de heroína en la habitación del hotel. En fin.

 

 

De allí en adelante una carrera plagada de grandes momentos, tocando en discos y shows de David Bowie, Paul McCartney, Bob Dylan, Prince y Aretha Franklin, entre otros muchos. Un montón de discos solistas y otro tanto de exposiciones de cuadros.

 

 

Últimamente, fue noticia en las revistas del corazón porque dejó a su eterna esposa, Josephine, una rubia más divertida que él, para casarse con una rusa de 22. Qué sé yo.

 

 

Guitarrista excepcional, basta mirar el tándem que hace con Richards en los Stones. Y para darse cuenta de esto, de lo mortal que son esas dos violas juntas, basta mirar detenidamente el genial video de Muddy Waters con ellos en la banda.

 

 

Hasta ahí la banda de Muddy sonaba genial, ajustada, power. Pero cuando suben estos dos la banda vuela, te liquida. Son Terence Hill y Bud Spencer cagando a trompadas a 30 cowboys sucios en esos spaghetti westerns tan exagerados. Son Bruce Willis y Jason Statham volando en un auto perseguidos por veinte patrulleros a los tiros. Juntos esos dos son Woody Allen y Groucho Marx hablando de mujeres. Adoro a este tipo. Adiós, señores.

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