Dan Breitman: el gran salto
En tele compone a un divertido mejor amigo gay. En el teatro se entrega a una ciclotímica combinación de música y monólogos autorreferenciales. Aquí, una charla sin red descubre al hombre detrás de la máscara.
Canta, baila, actúa, es hipercompleto y, si bien, le costó encontrar su lugar, siempre supo lo que quería. Después de haber mostrado departamentos para inmobiliarias y conducir todo tipo de shows, hoy tiene su propio espectáculo en el Velma Café y es la revelación del año en Guapas.
–¿Cuánto es tuyo y cuánto de los autores en el personaje de Lynch, en Guapas?
–Es un equilibrio, creo que está bien escrito y que en las charlas que tuve con la producción y con Adrián Suar me dijeron que me sienta libre y haga. Es un azafato gay, muy histriónico, que se cree mil y no es mil; es superficial porque en realidad roba con Mey para ganarse unos pesos. Se cree el más lindo.
–En tu espectáculo Ciclotimia musical hablás, entre otras cosas, de tu sufrimiento infantil.
–Si, de haber sido un chico con deseos diferentes a mis compañeros. Esta cosa de querer cantar, por ejemplo, ahora está todo más abierto pero cuando yo era pendejo no era tan normal.
–¿Tenía que ver con los intereses o con la sexualidad?
–No, con los intereses; me gustaba mucho la música. Yo le dije a mi mama que no quería hacer el colegio y obviamente no me lo permitieron. Toda mi escolaridad fue dura, estuve en bastantes colegios. Yo flasheaba un colegio tipo Fama, tampoco es que era tarado y pensaba que en lugar de Matematica iba a tener Danza Clásica, pero en la fantasía buscaba eso y hubo que transitarlo (...)