Un cacho de cultura

 

Si de competir se trata, nada como el fútbol. Y en el mes del Mundial, para no bajar la adrenalina entre partidos,nada mejor que leer sobre el asunto, por eso recomendamos tres obras maestras que no nos van a dear de agradecer.

Con paciencia de etnógrafos y mucho, pero mucho espíritu futbolero, José Esses y Federico Lisica se plantearon un objetivo: repasar todos y cada uno de los partidos de la Selección argentina tras México 86, esa última victoria que muchos vivimos como la naturalización de la “Argentina campeona del mundo” pero que, por el momento, no se volvió a repetir. Resumiendo, se sentaron a ver obsesivamente cada partido de todos estos mundiales en los que, al final, perdimos.

Esos en los que lo importante fue competir. Siamo fuori plantea una pregunta ambiciosa, seguida de otro interrogante a la altura de la más optimista de las ambiciones vernáculas: por qué no ganamos un mundial en los últimos veinticuatro años y por qué podemos ganar la Copa en Brasil. Con entrevistas a los protagonistas, citas de El Gráfico y de biografías de jugadores y DT, pero sobre todo, después de mucho volver a poner play, Esses y Lisica rescatan escenas notables de la historia de los seleccionados argentinos, sin perderse ni una nota al pie. Allí aparece el Macaya de los primeros tiempos de Fútbol de Primera, el doping a Maradona, aquel buzo psicodélico y salvador del Goyco, la siempre irresuelta dupla maniquea entre Bilardismo y Menottismo, y hasta esa postal de Messi en Sudáfrica, sentado y mirando al césped (quizá pensando en la suerte de sus otros compañeros, los que con otra camiseta –cada quién nace donde le toca– sí se llevaron la Copa).

Y también esas frases memorables, como cuando en una conferencia de prensa, allá en Italia 90, Maradona declaraba, a propósito del partido entre la Argentina y Camerún: “El único placer fue descubrir que, gracias a mí, los italianos de Milán dejaron de ser racistas: hoy, por primera vez, apoyaron a los africanos”. Remates, dichos y patadas contadas en cámara lenta; jugadas que aunque hayamos visto cientos de veces reencarnan en relatos que parecen jamás oídos; escenas que de tanto rebobinado y replay se instalan en una memoria épica, a la que siempre dan ganas de volver.

LA PELOTA NO SE PLANCHA

El binomio fútbol-mujeres desde siempre ha planteado una relación compleja. Desde las novias ofendidas porque el domingo se encuentran con un energúmeno que finge conversar mientras no deja de ver en la pantalla al club de sus amores, hasta las jugadoras profesionales. Desde las que jamás sabrán, ni querrán saber, la ley del offside (una norma a veces difícil de ver en la cancha, pero digámoslo de una vez: bastante sencilla de comprender) hasta las que cada domingo van a alentar con la hinchada.

En Las dueñas de la pelota la escritora Claudia Piñeiro reunió varios cuentos de autoras argentinas cuyo eje rector es el fútbol, encontrando una manera distinta de abordar ese territorio que incluso desde lo literario los varones han considerado exclusivamente suyo.

Entre ellos, el de Gabriela Saidon, un cuento relatado por “La voz del estadio” en el que un club de barrio despide en un entierro clandestino a una de sus glorias, mechando publicidades de estilo radial de los negocios de la zona y haciendo comentarios intimistas que poco tienen que ver con la imparcialidad que dicha voz supone. O “Matosas” de Esther Cross, que espía en las conversaciones de una sala de espera de hospital que de pronto cobran otro interés cuando los que esperan se enteran de que la Gorda Matosas (la hincha fanática de River que, junto a La Raulito de Boca, supo ser insignia de una época del fútbol) está internada ahí mismo, alentando desde la cama y pidiendo volver al Monumental. Una prueba de que los fanatismos no tienen sexo. Y el fútbol tampoco.

MI NOMBRE EN CLAVE ES BILARDO

El haiku es un tipo de poesía japonesa que consiste en un poema breve formado por tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente y que en general se basa en el asombro y admiración que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza. Con la misma predisposición y arrobo, ya no ante los árboles y los ríos, sino al deporte que no pocos han comparado con la poesía, Fernando Figueras y José María Marcos idearon Haikus Bilardo, en el que rescatan la brevedad y el laconismo oriental para narrar nada menos que los mundiales de fútbol de 1986 y 1990. Pero, honrando el modo inventado por Carlos Salvador Bilardo de ordenar a su equipo con tres defensores, cinco mediocampistas y dos delanteros, sus versos son de tres, cinco y dos sílabas: el famoso 3-5-2. ¿El resultado? Un delirio brillante a la medida del DT que supo hacer de la Argentina una selección campeona. Imperdible.

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