Sebastián Wainraich: cosas de grande
Referente indiscutido del stand up local, le pone el cuerpo a su propio unipersonal y la voz a su programa de radio. También conduce un late night show y se anima a actuar en televisión mientras se prepara para dar el salto al cine. En esta entrevista, los secretos de un gracioso que no se achica.
No mide un metro y medio, pero es verdad que para los estándares socialmente aceptados para un hombre es algo bajo. No anda como un frustrado por la vida. Por el contrario, se siente muy realizado desde lo profesional –y por cómo habla del tema, se entiende que desde lo familiar también–, pero se pasea por el asunto de la insatisfacción como pez en el agua. Claro, no lo hace monologueando frente al espejo de su casa con un público imaginario sino cada viernes en el escenario del Maipo. Si ahí hay frustración, que un psiquiatra le haga un favor y actúe de oficio.
–¿Por qué Wainraich y los frustrados?
–En realidad cuando terminé de armar los personajes me di cuenta de que los unía la frustración. Pero fue sin intención. Me di cuenta de que los tres hablaban de cosas que no pudieron conseguir, cosas que no los dejan vivir en paz. Entonces vi que la palabra frustración iba directamente. Y como en mi monólogo hablo de la felicidad y las cosas que buscamos desesperadamente, pensé que era un buen punto de encuentro para todo.
–¿Y le parece casual que los tres personajes tuvieran eso en común?
–Puede, por un lado, que sea un tema que me obsesione. Pero por otro lado yo no me siento nada frustrado. Todo lo contrario. Porque hago lo que me gusta, lo estuve buscando. Tal vez hay una reflexión después de muchos años de esto, y en realidad, lo estoy pensando ahora, eh… Se habla de frustración porque no pudieron cumplir su vocación pero ahora me doy cuenta de que la frustración viene por otro lado, son sus vidas privadas las que están hechas mierda. Me parece que la frustración pasa más por ahí y tal vez lo laboral está sobrevalorado.
–¿Es una sensación mía o esta vez se animó a ir un paso más adelante en un humor más incorrecto?
–Las dos cosas. Igual, hoy, hablar de qué es lo correcto y qué lo incorrecto me parece una discusión medio al pedo. Nos la pasamos más tiempo discutiendo eso que haciendo cosas. Pero tampoco quiero levantar la bandera de nada, no estoy a la vanguardia de nada. Antes tenía unos chistes más incómodos que los saqué porque me di cuenta de que sólo eran para provocar. Y no me gusta provocar sólo por provocar.
“Se puede hacer un chiste con todo, hasta con la peor tragedia, pero eso no significa que te vaya a causar gracia ni que me vaya a causar gracia a mí.”
–¿Cómo se dio cuenta de que eran sólo para provocar?
–Porque yo no me sentía cómodo diciéndolos. Para mí se puede hacer un chiste con todo, con la peor tragedia. Eso no signific a que te vaya a causar gracia ni que me vaya a causar gracia a mí. Para mí no va la cosa de “con esto no hagas un chiste”. Hacé chistes con lo que quieras, después hay que ver si el otro se ríe o no se ríe. Y si hacés chistes sólo para provocar, para mí tampoco está bueno. Yo sentía que estaba medio incómodo. Tal vez en el momento en que lo escribí me gustó y después era otra cosa.
–¿El termómetro es solamente usted o les lee sus cosas a su mujer, a un amigo o a un colega?
–Las dos cosas. Al final decido siempre yo. La última palabra la tengo yo, pero hay opiniones que pesan.
–¿Es así en todos los órdenes de la vida?
–No, en la vida no defino nada. En lo laboral, sí. En lo demás lo hacen mis hijos, después mi mujer y después yo.
–En el programa de la obra les dedica unas palabras y les promete que llegará lo más temprano posible a su casa. ¿Se siente ausente con tanto trabajo?
–No, no me siento para nada ausente. A veces los viernes me agarra una angustia porque son eternos: me voy temprano, hago distintas cosas, me voy a la radio, después al teatro y siento como que pasaron mil años sin ver a mis hijos. Y ahí me siento raro, mal. Una vez que estoy en el escenario me olvido, en el escenario me transformo. Y cuando bajo digo “por fin los voy a ver de nuevo”. Y el sábado a la mañana, cuando se despiertan, me quiero matar. Todo eso es la paternidad.
–Hace radio, actúa, escribe, ¿laboralmente hay algo más que le inquiete hacer?
–Sí, estoy escribiendo un guión de cine. Ahora me detuve unas dos semanas para releer, ver si está bien, si está mal, pero tranquilo, sin ninguna exigencia externa. Sólo la mía, que es peor. No es que nadie me está diciendo “entregalo en seis meses”, que tal vez estaría bueno. Pero me gusta. Es una idea muy chiquita que empecé a trabajar en el verano y hace un mes me puse a escribirla.
–¿Ya deliró con elenco, director?
–Sí, sí. Yo sería el hombre y ya sé quién es la mujer pero no te lo voy a decir. La actriz lo sabe y está copada, pero no leyó el guión todavía. Tengo algunos directores que me gustarían, pero bueno, Scorsese está con mucho laburo. Tarantino me llamó y me dijo que este año está el Mundial y que mejor lo dejábamos para otro momento. David Lynch la quiere pero a mí no me gusta tanto su estilo.
–Hablando de estilos, lo nombra a Peña en un momento de la obra. ¿Lo tiene presente en lo cotidiano?
–Sí. En teatro empecé con él y esta obra tiene muchas cosas de él. Sobre todo el personaje de la mujer, por eso decidí nombrarlo con ella. Es como un homenaje; me doy cuenta yo solo que es un homenaje pero me encanta. Lo tengo muy presente. Igual no soy de escuchar los audios y cuando pasan alguna nota de él en algún lado cambio de canal. No sé por qué lo hago, me debe poner triste o mal entonces prefiero tomar distancia en ese sentido.
–¿Hay algo en su día a día que reconozca que lo aprendió de él?
–La libertad. No soy tan libre como era él pero soy más libre de lo que era antes. Si eso no va como título ya no entiendo nada (risas).
–Salvo que diga que tiene un hijo no reconocido.
–Bueno, tengo un hijo no reconocido con Sabella.
–¿Por qué dice que no es tan libre como él? ¿En qué cosas se censura?
–Él era un extremista, un talibán en todo. Trato de no dañar a la gente que está conmigo, por ejemplo. Peña no tenía filtro con eso, no tenía límites. A mí me gustaba cuando él provocaba. Cuando le hacían una nota en la tele provocaba para hinchar las pelotas, pero cuando provocaba desde la genialidad, era maravilloso. Me parece que desde ahí era libre. La última vez que estuve con él, me hablaba sobre algo que tenía escrito acerca de la libertad y decía que no estaba tan bueno al final. Decía que era libre en un ciento por ciento porque no tenía familiares, por ejemplo, entonces todo le chupaba un huevo. Sabía que la muerte estaba cerca. Terrible todo. Pero a la vez es una sensación que por un rato debe estar bueno tener, esa cosa de “me chupa un huevo”. Él tenía esa sensación todo el tiempo y a la vez era pasional.
–¿Alguna vez lo padeció?
–Sí, obvio. Lo quería a pesar de todo y a veces lo quería matar también. No vamos a entrar en esa cosa de que porque alguien se muere no tenía ningún defecto. A veces era insoportable. Y se lo decía y todo, pero era genial.
–Está por cumplir 40. ¿Lo lleva bien o se va a comprar un descapotable?
–No, no, la sensación es más de incredulidad que otra cosa. ¡La puta, 40 años! No lo puedo creer. Veo gente mucho más chica que yo trabajar, tener hijos, todo. A la vez no me significa demasiado, no me siento de esa edad. Cuando estoy escribiendo el guión me siento un chico otra vez, pero a la vez me siento grande y estoy contando la historia de dos personas que tienen alrededor de 40 años. Entonces me doy cuenta de que tengo 40.
–Tiene la vivencia pero no el espíritu.
–Puede ser, ¿qué sería el espíritu de alguien de 40 años? Mi teoría es la siguiente: Cuando era chico, adolescente, yo quería ser esto, lo que soy ahora. Entonces no me divertía en el colegio ni haciendo ese tipo de cosas. Ahí no la pasaba bien, era grande siendo chico. Y ahora es a la inversa. Siendo grande me siento un niño, pero con responsabilidades, dos hijos, el ABL, todo. Me gusta más esto que la infancia que tuve. Es más divertido.