El hombre que mató al sheriff
Tardamos en conocerlo, pero nos conquistó en dos minutos. ¿Por qué los jóvenes y alocados de los en Buenos Aires empezamos a interesarnos en el reggae? Es un misterio, pero ese ritmo bailable, universal y peleador nos abre la cabeza del mismo modo que al resto del mundo.
¿Qué onda Marley? Esa era la clave en el 80 para empezar a conocer una música que aquí era nueva. Eran años de dictadura, por lo que la llegada de las nuevas tendencias estaba bastante fragmentada. De algunas cosas te enterabas y otras las ignorabas por completo, dependía de en dónde estuvieras parado y en qué momento.
Descubrir a Marley era importante de verdad. No era fácil, no se escuchaba en las radios, a excepción de El Tren Fantasma, que pasaba de todo, y creo haberlo escuchado por primera vez en Modart en la noche, supongo que cuando lo musicalizaba Marcelo Bello o alguno de los pendejos de esos años. Pero no se escuchaba en las radios populares, ni en las discos, ni en ningún lado. Es que, aunque parezca mentira, hubo una época en la que en Buenos Aires no se escuchaba ningún reggae en ningún lado.
Pero llegó Bob Marley. Mi primer disco de Marley fue Survival, pero por una cuestión cronológica hubiese sido lo mismo con cualquier disco de Bob Marley & The Wailers (de aquí en más BMW). Sucede que supe de Marley en el verano del 80, de BMW más exactamente.
En realidad de Marley todos conocíamos “I Shot the Sheriff” en la versión de Eric Clapton, pero no lográbamos linkearlo con “D’yer Maker”, de Zeppelin, o “Scababadibidu”, de Donald, o “Mind Games”, de Lennon, que son reggaes en su concepción y casi en su ejecución.
Digamos que hasta BMW había canciones pero no el concepto reggae. ¿Y por qué de repente, en un par de años, todos los pendejos de todo el mundo escuchábamos reggae? No sé, ni idea, pero para empezar podemos hablar de por qué nosotros, jóvenes modernos y alocados de los 80 en Buenos Aires, empezamos a interesarnos por el reggae.
Por Bob Marley primero, en mi caso porque llegó Survival a mi vida, recién grabado, y era lo que necesitaba. En esos años horribles y peligrosos, un disco bailable, universal, peleador, hecho por unos tipos que venían del Tercer Mundo, como nosotros, pero que habían logrado trascender tanto que nutrieron al rock como ningún otro ritmo.
Y es que Bob Marley es aún hoy la única estrella de la música proveniente del Tercer Mundo que transformó todo lo que se hacía hasta entonces en el Primer Mundo. Podríamos sumar en la gesta a Antonio Carlos Jobim con la bossa nova, aun siendo personajes casi antagónicos. Jobim dio vuelta las cosas en los 60 desde Nueva York mientras Marley lo hizo a fines de los 70 básicamente desde Londres. A Antonio lo bancaban Frank Sinatra, Stan Getz y Donald Byrd, entre otros, mientras que a Marley le hacían el support los punks londinenses.
Muchos se preguntan por qué los punks, pibes jodidos si los había para encariñarse con alguien, amaron a los músicos de reggae. Es que los exiliados jamaiquinos en Gran Bretaña eran los únicos más marginados que los punks. Eran los únicos que estaban peor que los jóvenes díscolos londinenses, y los jamaiquinos escuchaban todo el día reggae. Y entonces los punkies empezaron a llamar a esas bandas de reggae callejeras para amenizar sus propios shows. No estaban unidos por amor, estaban unidos por el espanto, y esas parecen ser las uniones más duraderas.
Y nosotros éramos punks conceptualmente, queríamos romper el sistema, sólo que acá las cosas estaban un tanto más pesadas para la pendejada, así es que amando a los punks aprendimos a amar el reggae. También pasaba que el reggae atravesaba todos los bancos de todas lasplazas y todos los muros de todas las calles para instalarse en todos los rincones de la ciudad, desde el bajo de San Isidro hasta la zona más oscura de Villa Diamante. BMW estaba en el auto más lujoso y en el pasacasete más pedorro; sonaba Marley en la oficina del ejecutivo más pijudo de la city y en la gomería más mugrienta del camino de cintura. Un verdadero mainstream que no discrimina a nadie. El reggae les gusta a todos.
En 1996 tuve oportunidad de trabajar en la Universidad Abierta Interamericana, en la cátedra de Musicoterapia, donde orgullosamente daba unas clases acerca de la difusión musical y los canales de llegada de la música a la gente.
Y entre los brillantes musicoterapeutas que me rodeaban había algunos que trabajaban con personas muy jóvenes con diferentes capacidades. Desde lo musical había casos que solamente podían encontrar algo de estímulo en músicas muy elementales, como la bailanta, y pará de contar. Entonces discutíamos acerca de cómo lograr que alguien que solamente conocía Flor de Piedra lograra en no más de cinco grados o ítems distintos llegara a, no sé, Debussy o Tom Waits. Ahí empezaba el ejercicio entonces. Saliendo de un bailantero, por ejemplo, si le gustaba la bailanta, algo un poco más elaborado no le haría quilombo en la cabeza. Algo como, digamos, sin ir muy lejos, Los Pericos o Diego Torres. De ahí a BMW, y del reggae de Bob al universo y más allá.
Después de Marley podés mandar algo de John Cale no muy enrevesado o algo de Hancock, o Donald Byrd mismo, y de ahí a Debussy hay media cuadra. Lo mismo para llegar a Waits, por ejemplo, después de Marley vas a los Clash o a Patti Smith, que si les gustó lo de Marley algo vas a encontrar en muchos lados, y de ahí a determinada canción de Tom Waits es un corto trecho. ¿Me explico?
Así que eso es más o menos lo mismo que nos pasó a todos con BMW. Conocí a muchos bodoques que venían del rock sinfónico y el punk se les había hecho un negro en la cabeza, que después de escuchar a Bob Marley amaron a Police en medio disco. Y de ahí al mundo de hoy hay dos veredas de separación.
Es que Marley, como todo lo genuino, acertado y adecuado a la época, no reconoce planes de marketing, ni racismos, ni clases sociales, ni niveles educativos. Es como la pizza, o la Coca-Cola o la aspirina, no le hace asco a nada desde lo bueno de eso. Y siempre habrá alguno al que no le guste algo así, pero siempre serán los menos.
En lo que hace al disco propiamente, en Survival hay dos canciones no destacables, sino sencillamente devastadoras, claros ejemplos de una creatividad donde más allá de lo estrictamente musical subyacen mensajes de una fervorosa espiritualidad combativa: “So Much Trouble in the World” y una que no aparece en ningún grandes éxitos pero fue la que siempre más me subyugó del repertorio wailer, “Ambush in the Night”, relato terrible de una emboscada real acaecida en la Jamaica revolucionaria. Y lo de siempre, unas músicas que hacen bailar al rengo, sentir al cínico e inspirar al bodoque.
Tanto es así, tanto de influyente, que a título personal y aprovechando esta oportunidad, es menester aclarar que en nombre de Marley y del reggae y del rastafarismo y de la Jamaica no problem se han cometido y se cometen atrocidades que merecen más que el Infierno. Que por ejemplo cualquier imbécil con menos onda que una plomada se haga llamar Marley como si lo mereciera y que miles de mediocres amparados en el gentil paraguas del reggae toquen como el orto pero con dreadlocks en cuanto festival se los proponga. Y es que ante tanta catarata de reggaemans y rastafaris de cabotaje a veces nos sentimos un poco hartos del reggae, pero para esos momentos, y para no perder lo que verdaderamente nos trajo acá y para saber la verdad de la milanesa propongo agarrar un disco de Bob Marley & The Wailers y escucharlo hasta que el cerebro y las orejas se nos vuelvan a acomodar. Y no me pidan nada más porque estoy muy apurado. Adiós.
"Después de Marley podés mandar algo de John Cale no muy enrevesado o algo de Hancock, o Donald Byrd mismo, y de ahí a Debussy hay media cuadra".