Juana Molina: yo, la mejor de todas

Una de las artistas más talentosas de su generación nos abre las puertas del refugio campestre donde vive y compone. A veinte años de Juana y sus hermanas y con un exitoso revival publicitario del mítico programa, asegura que su futuro sigue ligado a la música y alejado de la pantalla chica que la vio brillar.

– En diferentes partes del mundo acaba de lanzar su disco Wed 21. ¿Le genera presión la expectativa que surge con un nuevo trabajo?

 

 

 

Claro que sí. Lo que pasa es que nunca todo el mundo  está conforme con tu trabajo, y si no podés manejar lo que van decir los demás, tenés que hacer lo que te parece a vos, entonces lo único importante es que yo esté contenta con el resultado de lo que hago, y que yo crea que está bien, porque detractores voy a tener siempre, y amantes también.

 

 

–¿La aprobación es importante?

 

 

–El hombre siempre quiere ser amado y parte de la aprobación de sus congéneres. Desde esa base, me gusta que el disco le guste a la mayor cantidad de gente posible, pero bueno, lo que quiero decir es que no depende de mí, no puedo hacer nada para gustarle a la gente. Es como pretender que alguien se enamore de vos. Es algo que tiene que pasar: el día que aprendí eso fue una gran liberación.

 

 

–¿Por qué trabaja sola en la producción de sus discos?

 

 

–Porque me inhibe tener otros oídos, una presencia que opine. La soledad me permite hacer cualquier cosa, y después veo, después elijo. En cambio, si hay alguien le tenés miedo al ridículo y dejás de hacer algunas cosas.

 

 

–¿Siempre fue solitaria?

 

 

–Sí, siempre, para todo.

 

 

–¿Eso la hace más auténtica?

 

 

–Sí, no sé. Yo siempre toqué la guitarra desde chica y siempre que tocaba algo que me sonaba parecido a otra cosa lo abandonaba, porque no quería hacer algo que ya existiera. Entonces seguía buscando algo que por lo menos a mí me resultara nuevo, así que me fui desarrollando en esa dirección.

 

 

 

–Está por emprender una gira por varios países de Europa, y luego se va a presentar su disco a Japón y a China.

 

 

–Sí, eso es increíble, a Hong Kong nunca fui. Al principio de cada gira sufro, no me gusta, pero después entro en un ritmo que me lleva a seguir.

 

 

–¿Cuál es el país que más expectativa le genera?

 

 

–Y, China, pero voy a estar solamente un día y medio.

 

 

–¿Cómo se llega a China?

 

 

–¡En avión!

 

 

–Simbólicamente hablando, ¿cómo llega su música a un lugar tan lejano?

 

 

–No sé, a mí me parece algo normal, porque empecé en Japón, así que ya arranqué por lugares extraños. Pero en este caso no sé qué va a pasar.

 

 

–¿Le da miedo?

 

 

–No, me da curiosidad. Espero que no me hagan la vida imposible y me dejen cinco horas para caminar por algún lado.

 

 

 

–¿En qué lugar físico de Hong Kong va a tocar?

 

 

–En un festival.

 

 

–Qué loco, va a estar lleno de chinos.

 

 

–Y sí.

 

 

–Cuando tocó en Japón por primera vez, ¿cómo fue?

 

 

–Increíble, bárbaro. Recuerdo la sorpresa de entrar al Tower Records de allá y que en la entrada del edificio estuviera la tapa de mi disco en un póster gigante. Yo decía: “¿Cómo puede ser?, ¿no se equivocaron?”. Recuerdo que la gente hacia cola para que le firmara el disco y me daban regalos. Una chica me regaló una bolsita bordada por ella con una vela consumida con una cadena larguísima que andá a saber cuánto tiempo la tuvo.

 

 

–¿No le pudo preguntar el significado de eso?

 

 

–Y no, ¡si no hablo japonés!

 

 

–Los chinos hablan como si estuvieran enojados siempre.

 

 

–No sé, no conozco a tantos chinos.

 

 

 

“Para mí lo mejor que pasó con la publicidad fue uno de los comentarios de Youtube con el personaje de Marcela, ‘la espectacular’, que decía: ‘¿Y esta Marcela Balsam quién carajo se cree que es? ¡Y encima piensa que es buena actriz!’. O sea, el tipo pensó que era una persona que existe en la realidad.”

 

 

 

–¡Pero en su programa Juana y sus hermanas hacía de una supermercadista china!

 

 

–No, era coreana. Yo me inspiré en un coreano supermercadista.

 

 

–Es verdad. ¿Cómo se llamaba la coreana del programa?

 

 

–Flor de Li.

 

 

–Cierto, una genia. ¿Cómo fue la experiencia de volver a interpretar a los personajes de Juana y sus hermanas después de veinte años?

 

 

–Fue como si no hubiese pasado el tiempo, porque son personajes que ya conozco mucho, forman parte de mí.

 

 

–¿Le dieron ganas de volver a hacer el programa?

 

 

–No. Ya está, ya pasó.

 

 

–Pero salió muy bien.

 

 

–Sí, salió bien.

 

 

–Mucha gente joven conoció sus personajes recién ahora.

 

 

–Sí, eso es muy loco. Para mí lo mejor que pasó con la publicidad fue uno de los comentarios de YouTube con el personaje de Marcela, “la espectacular”, decía: “¿Y esta Marcela Balsam quién carajo se cree que es? ¡Y encima piensa que es buena actriz!”. O sea, el tipo pensó que era una persona que existe en la realidad. ¡Me pareció genial que el pibe de veinte años pensara que esa persona pudiera existir! ¡¿Cómo va a existir una persona así?!

 

 

–Es que en la televisión actual, Marcela Balsam podría ser una persona real. Cambiando de tema, ¿por qué le molesta tanto el ruido?

 

 

–Hay ruido en todas partes. ¿No escuchás ahora el ruido que hay?

 

 

–No, estamos en Pacheco, escucho pájaros.

 

 

–¡Qué pájaros! Escuchá bien, más atrás, hay camiones, autos.

 

 

–No los escucho.

 

 

–Esto antes era silencio pleno, ahora es un lío.

 

 

–¿Entonces se va a ir de acá también, más al campo todavía?

 

 

–Y, no sé. Es una idea que tengo hace muchos años, estar en medio de la nada.

 

 

–¿A dónde?

 

 

–Hay muchos lugares, pero muy lejos,demasiado lejos.

 

 

–¿Odia las luces blancas de bajo consumo tanto como yo?

 

 

–Sí, por supuesto. Aparte, está esa idea de que como es más barato ponen más. ¿Pero qué le pasa a la gente con la luz? No puedo soportar la luz blanca, me deprime. No sé qué problema hay con que se tenga que ver todo, se acabó el misterio.

 

 

–¿Usa muchas velas?

 

 

–No, no me banco mucho la vela, soy más de luces bajas, con pantalla. Es un laburo ponerse a prender velas, aparte una vez casi se me incendia la casa por una vela que dejé prendida, un desastre.

 

 

–Volvamos al disco. Wed 21 es su sextotrabajo. ¿Qué aprendió musicalmente en todo este tiempo?

 

 

–Qué pregunta tan difícil… Es que el aprendizaje es algo que se incorpora y no te das cuenta de lo que aprendés.

 

 

–¿Ni siquiera mirando para atrás?

 

 

–Sí, mirando para atrás me doy cuenta de que mejoré en algunas cosas, pero yo siempre siento que estoy en el mismo lugar. Es tan inmenso el camino. Es como la distancia que te separa del Sol, te subís al décimo piso y estás más cerca, pero seguís muy lejos.

 

 

–Sin embargo, y a pesar de sus sensaciones, la evolución en sus trabajos es notable.

 

 

–Bueno, las repercusiones de mi trabajo pueden ser buenas, pero yo, al menos artísticamente, me siento siempre en el mismo lugar, como de no saber bien qué va a pasar después, qué voy a hacer.

 

 

 

–¿Mucha incertidumbre?

 

 

–Mucha no, pero un poco sí. Nunca sé cómo voy a seguir.

 

 

–Más allá de eso hay un aprendizaje, una experiencia.

 

 

–La palabra experiencia, en este caso, debería estar usada en plural, porque las experiencias no se repiten. Entonces, aprendí una cosa, y la próxima vez que me pase eso se supone que voy a saber cómo resolverlo. Pero no te pasa eso mismo, te pasa otra cosa, entonces lo que sí te dan las experiencias es que tenés más soltura para resolver problemas que quizás antes te ahogaban, te sofocaban y te parecían el fin del mundo. Pero bueno, aparecen otras cosas que te parece que son el fin del mundo, es así.

 

 

 

–¿En qué siente que creció?

 

 

–En los shows en vivo. Ahora tengo más soltura, más cancha para zafar de los problemas que se van dando sobre el escenario.

 

 

–Una de las canciones de su nuevo disco habla de irse, de escapar. ¿Qué significado tiene en realidad? ¿A dónde quiere irse?

 

 

–Lo de irse es más metafórico, es irse de todas las cosas a las que uno está apegado. Uno habla del desapego, “omm” y todo lo que quieras, pero no es tan fácil. Al menos para mí.

 

 

–Con su hija Francisca, de 19 años, se viene una etapa de desapego.

 

 

–Sí, claro.

 

 

–¿Hay algo de lo que quiera preservarla?

 

 

–De cualquier cosa que la quiera preservar, voy a estar equivocada. Así que no sé, se hará ella misma, como todos nos hemos hecho de abajo. Yo no paro de decirle cosas, pero es inconducente.

 

 

–¿Cuáles son sus próximos desafíos?

 

 

–Los mismos. Yo encontré un camino propio que fui explorando, que fui descubriendo y lo sigo explorando. No es que lo asfalté y voy y vengo por ese camino. Como decía Machado, es un camino que se hace al andar, y a veces me tocan planicies y otras tengo que andar a los machetazos. El camino se acaba cuando morís.

 

 

“Me gusta que el disco le guste a la mayor cantidad de gente posible, pero no depende de mí, no puedo hacer nada para gustar. Es como pretender que alguien se enamore de vos. Es algo que tiene que pasar: el día que aprendí eso, fue una gran liberación.”

 

 

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