Julieta Zylberberg: diario de una farsante

El año pasado protagonizó una película con Diego Torres y actualmente saca chispas junto a Alfredo Casero en el prime time de Canal 13. En pareja con el actor Esteban Lamothe, tiene un hijo de nueve meses y asegura que en la maternidad no todo es color de rosa. Una actriz que promete y por ahora cumple.

Carga con un apellido complicado. ¿Tuvo que deletrearlo mucho a lo largo de su vida?

 

 

–Muchísimo, fue como un verso, “con Z, Y, B y G”. Pero lo mantengo, nunca tuve ganas de cambiarlo.

 

 

–¿Cómo fue comenzar a trabajar desde muy pequeña?

 

 

–Empecé de chica a estudiar teatro, y a los 12 arranqué en Magazine For Fai. Era un programa bastante fuera de la vorágine televisiva o laboral.

 

 

–¿Siente que perdió la posibilidad de hacer una vida normal?

 

 

–Para nada, yo grababa los sábados a la tarde. Hice el secundario, viví mucho el colegio. La actuación no era lo principal que ocupaba mi tiempo, era algo que disfrutaba un montón pero no interrumpí mis actividades de adolescente.

 

 

–¿Cómo es trabajar con Julio Chávez, quien fuera su profesor?

 

 

–Él es bárbaro y un amoroso total. Es superinteresante su manera de analizar y desgranar cualquier escena, desde una obra clásica a Farsantes.

 

 

–¿Cómo son las escenas con Alfredo Casero?

 

 

–Bien. Es hiperintenso. Me hace morir de la risa. Me entendí superbién.

 

 

–¿Cómo es el clima en las grabaciones?

 

 

–Grabar una tira es superintenso, la podés pasar bien o la podés pasar como el orto; estás tanto tiempo y toma tanto de tu vida que es así. Yo la paso re-bien. Es un elenco chico, tengo la sensación de que somos muy pocos, o grabamos muy por separado.

 

 

–¿Con el personaje cómo se lleva?

 

 

–Me re-divierto con mi personaje, es de esos guiones que los actores agradecemos mucho. Bastante colorida, es putísima.

 

 

–¿Hubo algo de eso en algún momento de su vida?

 

 

–Y bueno, qué sé yo… (risas). Siempre fui re-noviera, ahora estoy hace dos mil años de novia.

 

 

–¿Nunca salió con cinco a la vez?

 

 

–No, para nada. Sí tuve épocas de soltería, pero siempre fui bastante noviera. Con Esteban (NdR: Lamothe, compañero en Farsantes) estoy desde los 23.

 

 

–Y tienen a Luis Ernesto, de nueve meses. ¿Cómo se lleva con la maternidad?

 

 

–Estoy muy fascinada.

 

 

–¿Ser madre no le generó contradicciones?

 

 

–Sí, por supuesto. El que dice que no, miente. No duermo hace nueve meses. Ser madre es un torbellino que te arrasa en todo sentido. Un sentimiento que uno no conoce. Vas por la vida y ya sabés cómo amás a tu novio o a tu familia. Este es un nuevo amor, muy diferente y muy intenso, que te lleva puesta mal.

 

 

–A veces pareciera que hay un cierto prejuicio de algunos actores sobre el trabajo en televisión.

 

 

–Yo no lo tengo en absoluto. Ni tampoco creo en el prejuicio que le tengan a la tele. Seguramente, mucha de la gente que tiene ese prejuicio, si la llaman para hacer tele, actuaría sin dudarlo un segundo. La podés pasar como el orto en cualquiera de los tres lugares, cine, televisión o teatro; depende del proyecto, de lo que se cuenta, del equipo.

 

 

–¿Siempre supo que iba a ser actriz?

 

 

–Siempre supe que estaba esto, pero me gustaba bastante el estudio también.

 

 

–¿Por eso se anotó en Psicología?

 

 

–Sí, me gustaba el mundo universitario. Después no fue compatible porque estaba trabajando y no podía ir a los parciales. Hice el CBC y tres materias.

 

 

–La rutina de la tira es muy exigente. ¿Qué hace en el tiempo libre entre escenas?

 

 

–Intento que me ordenen bastante para volver a mi casa. Mañana, por ejemplo, hago tres escenas, tengo un bache, me voy a casa y vuelvo. Necesito optimizar ese tiempo para estar con Luis. Me la paso manejando.

 

 

–Pero graba en Don Torcuato y vive en Colegiales.

 

 

–Me la paso en la autopista. Es mi segundo hogar.

 

 

–Es un gran sacrificio. Las madres en general cuentan que volver a trabajar y dejar un bebé es muy difícil. ¿No existe también una cuestión de “alivio”, de irse un poco?

 

 

–Sí. Yo cierro la puerta de mi casa, me subo al auto, prendo un pucho, escucho música, meto todo. Si sabés que tu hijo está bien, es un placer inmenso.

 

 

–¿Le gusta que le pidan autógrafos?

 

 

–No. No me violenta, pero no me gusta particularmente. Ahora, igual, más que el autógrafo está mucho la foto, el autógrafo ya no corre.

 

 

–Eso la obliga a estar presentable siempre.

 

 

–El otro día estaba en el gimnasio y se me acerca un pibe que me pregunta: “¿Vos trabajás en Intratables?”. “Farsantes”, le respondo. “Ah, Farsantes, sí, sí. ¿Te podés sacar una foto conmigo?” “No, disculpame, pero no, estoy toda chivada, “Ser madre es un torbellino que te arrasa en todo sentido. Un sentimiento que una no conoce. Vas por la vida y ya sabés cómo amás a tu novio o a tu familia. Este es un nuevo amor, muy diferente y muy intenso, que te lleva puesta mal.”

 

 

A sus 29 años, Julieta Zylberberg cuenta con una envidiable carrera teatral y cinematográfica. Desde su inicial cameo en la película de culto Cara de queso hasta roles protagónicos en filmes prestigiosos, como La mirada invisible, y otros de perfil netamente comercial, como Extraños en la noche, que compartió con Diego Torres, queda claro que la pantalla grande la ama. En teatro fue una de las integrante s del prestigioso elenco de Agosto, junto a Norma Aleandro y Mercedes Morán, obra que le valió el Premio Clarín a Revelación en Teatro en 2009. En esa misma noche, Julieta se hizo de otro premio: fue también el de Revelación en Televisión por la tira Enseñame a vivir.

 

 

 

También ganó el Cóndor de Plata a la mejor actriz por La mirada invisible y fue Revelación en Cine por La niña santa, su primera película. Hoy despliega su talento en Farsantes, el gran éxito de la pantalla de Canal 13.

 

 

 

 

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