DÉJÀ VU, ACTOS IMAGINARIOS E IMPRESIONES ERRANTES

El déjà vu no es un acto de profecía. Se podría decir que es una anomalía de la memoria que da la impresión de que una experiencia está siendo recordada. O sea, uno es testigo de un hecho que ya vivió. La sensación de “recuerdo” en el momento es fuerte, pero el cómo, cuándo y dónde ocurrió es una sensación incierta.

Algunos afirman que se produce un problema en la memoria cuando la mente consciente tiene un ligero retraso al recibir entradas perceptivas. O sea, la conciencia percibe algo que ya está en la memoria aunque sólo esté a un instante de diferencia con la percepción. Los psicoanalistas consideran que es el resultado de los sueños diurnos, de las fantasías inconsistentes de la persona, y los neurólogos afirman que por un error se activan los circuitos responsables de la sensación de recuerdo.

La literatura está colmada de ejemplos. “Son innumerables los relatos de Borges, por ejemplo ‘El sur’, en los que el fenómeno del déjà vu tiene implicancias que van mucho más allá del espacio y el tiempo –asegura Malele Penchansky en su columna–. Los elementos oníricos juegan un rol esencial. A través de y por el sueño del protagonista gracias a la anestesia, se produce un reencuentro con alguien del pasado y de pronto ese sujeto que está internado en un sanatorio urbano, herido por un golpe casual, se trasfunde en un compadrito que muere acuchillado en una noche a pleno campo”

En ‘La noche boca arriba’, de Julio Cortázar, el muchacho accidentado de la motocicleta termina siendo, también por una suerte de metafísica fantasmático-onírica, el protagonista de un sacrificio precolombino. Borges explica claramente el fenómeno en su ensayo ‘Nueva refutación del tiempo’, en el que por una construcción idealista berkeliana, alguien parado en una esquina porteña de la mitad del siglo XX es un mismo sujeto frente a esa ochava viviendo la misma situación del siglo anterior, mil ochocientos y tantos. Digamos que Borges es en su literatura la exasperación metafísica del déjà vu. ‘Somos la serie de esos actos imaginarios y de esas impresiones errantes’, imagina.”

La tapa de la edición de octubre de El Planeta Urbano es un tributo a Andrés Calamaro, a Charly García que deslumbró en el Colón y al rock nacional tal y como lo entienden y ven varias generaciones de argentinos. Andrés, Charly y el Indio Solari (estuvimos en su increíble recital en Mendoza) marcaron un camino repleto de esas escenas reiteradas por las que los habitantes de este suelo sentimos un constante déjà vecu, una y otra vez peleando, aprendiendo, proponiendo y sintiendo la dignidad de la vida cuando se es libre de verdad. Van los versos de otro poeta enorme, Gustavo Cerati, que explicó simple y claro de qué hablamos cuando hablamos de déjà vu: “Veo las cosas como son, Vamos de fuego en fuego hipnotizándonos. A cada paso sientes otro déjà vu. ¿O no? Similitudes que soñás, Lugares que no existen pero vuelves a pasar. Errores ópticos del tiempo y de la luz. ¡Oh no!”

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