Guillermo, el conquistador

Quizá signado por la impronta de su nombre, que nos permite evocar al gran rey de Inglaterra del siglo XI, el intérprete dio una vuelta de 180 grados a su destino exitoso de actor de cine, teatro y televisión en el rubro de la comedia y el humor. Los resultados están a la vista.

Imposible dar detalle de sus innumerables películas y series televisivas en el universo de la risa (premios Martín Fierro 2002, 2005 y siguen las firmas, hasta este último 2012 obtenido por El hombre de tu vida). Lo cierto es que fue su notable desempeño en El secreto de sus ojos, bajo la dirección de Juan José Campanella, donde Francella se reveló como un actor de notable fuerza dramática, en un rol que lo mostraba enorme y multifacético.

 

Un profesional de arriba abajo, capaz de sortear abismos de carcajadas, pero también de coraje, llanto, frustraciones y horror.

 

 

Conquistador como el histórico bretón medieval, Guillermo transitó en su infancia los caminos del barrio de Beccar, al norte del Gran Buenos Aires, y no paró hasta pisar la alfombra roja en la entrega de los Oscar. Y la historia continúa, con varios proyectos en marcha. Casado hace más de 20 años con Marynés Breña, tiene dos hijos estupendos: Nicolás, actor como él, y Johanna. Su vida personal parece igualar el éxito de su pasión laboral. “Mírenlo, miren, miren, miren, mírenlo”… sin prejuicios, aunque esto siempre resulta difícil, como explica Francella aquí, luego de protagonizar al enano de Corazón de León, la película del momento.

 

 

–Como el tema de la película es el amor, el amor “por encima de…”, me gustaría charlar un poco sobre eso. ¿Para usted el amor está relacionado indefectiblemente con la pasión?

 

 

–No, no. Podés tener pasión sin amor también y podés amar sin pasión. Me da la impresión de que uno pasa por procesos, por tiempos. Y en términos generales, hablo en general, creo que algunos retoman la pasión luego de muchos años, otros son más abandónicos y más amesetados. Creo que todo depende de la familia y de la pareja.

 

 

–Usted tiene una relación larga con su mujer, Marynés.

 

 

–Sí, sí, claro.

 

 

–¿De cuántos años?

 

 

–Llevo mucho tiempo con mi esposa, nos conocimos en el 87. Son 26 años, 24 de casados.

 

 

–¿Han tenido períodos “amesetados”?

 

 

–Hemos vivido todos los procesos como pareja.

 

 

–¿Incluso crisis?

 

 

–No, crisis no hemos tenido. Gracias a Dios no hemos tenido graves crisis. Quizá sí tuvimos momentos, no demasiado sustanciales, de no estar de acuerdo en algunas cosas, de no compartir las mismas opiniones sobre aspectos puntuales, pero por lo general hemos sido muy compañeros. Ella siempre me ha acompañado a mí en todo lo mío y yo la he acompañado a ella en todo lo que ha encarado. Además, la paternidad para nosotros ha sido muy importante, seguramente como cualquier papá, pero lo subrayo porque ha sido una exaltación de la felicidad.

 

 

–Usted perdió a su papá muy joven, ¿poder compartir su propia madurez con su hijo es de alguna manera una revancha?

 

 

–Yo perdí a mi papá a los 26 años, y gracias a Dios nada me faltó. Ha sido un gran hombre conmigo, una gran persona y un gran amigo a quien quise muchísimo. De modo que no hay ninguna revancha en esto, la revancha sería poder durar 30 años más que mi papá. La mirada de Francella encara de manera directa, tipo flecha, a la del interlocutor. Los ojos claros, francos, transparentes, dicen lo que no dicen sus palabras. Hay un lince detrás que ya está preparado para la batalla. No dejará resquicios para la intromisión. El invasor que pretenda incomodar siquiera su corazón privadísimo, la intimidad del hombre, obtendrá respuestas inteligentes, siempre dentro de las generales de la ley.

 

 


–¿Cuáles son sus herramientas de seducción?

 

 

–Para mí siempre, desde pibe, el humor ha sido algo vital para cualquier cosa; para lo social, para conocer, conquistar, seducir. La impronta, el repentismo, son mecanismos, es un buen disparador y me ayuda mucho en todo sentido, pero no es algo forzado, es algo muy natural en mí, de modo que el buen sentido del humor, la buena vibra, me abrió puertas siempre a la seducción en general.

 

 

–A esta altura, ¿con qué tipo de personas le resulta más fácil encontrar la buena vibra en la seducción?

 

 

–Y, con gente inteligente, sensible.

 

 

–¿La edad no influye?

 

 

–No, lo que más me moviliza es la cabeza, siempre la inteligencia, esta cosa de ritmo que pueden tener algunas personas. No me engancho tanto con la pachorra, a mí me gusta una cierta energía que vaya conmigo.

 

 

–Pero es innegable el atractivo de la juventud, quizás el amor y la pasión son más lindos de ver, de mirar, hasta determinada edad.

 

 

–No, no sé, depende. Hay de todo: mujeres muy adultas y muy bellas, chicas jovencitas divinas pero muy tontas y también hay nenas que son divinas, jovencitas y vivísimas, pero no hay un patrón.

 

 

–¿Y por dónde encararía para establecer esa vibra?

 

 

–Volvamos a la película, por ejemplo: alguien se enamora de un otro que es diferente. Es interesante ver qué pasa con el amor porque ella tiene un grado de felicidad pero tiene todo un montón de cosas detrás también, están su familia, sus amigos y lo social.

 

 

–Le importa la mirada del otro.

 

 

–Le importa mucho, y es lo que no le permite disfrutar el momento que está viviendo. Ella quiere vivir y le cuesta mucho, y él se da cuenta, él está muy entrenado.

 

 

–¿A él le importa ser enano?

 

 

–Le cuesta: gracias a Dios pasó todas las barreras habidas y por haber porque es exitoso, es un arquitecto muy talentoso, le ha ido muy bien económicamente, formó una familia, pero él sabe que en la primera impresión no tiene una posibilidad de inserción rápida.

 

 

–¿Se pone nervioso?

 

 

–No, no se pone nervioso. Es muy inteligente, pero hay un momento en que él dice: “Estoy tan harto de ser bajo”. Como que toda la vida lo padeció.

 

 

–¿En la vida real, cómo sortearía una situación así?

 

 

–Creo que uno, por más que no quiera discriminar, se siente medio incómodo y mira para los costados porque se siente observado.

 

 

–La mirada del otro es un fantasma persistente, ¿cuál fue el momento en el que usted se sintió invadido “mal” por la mirada del otro?

 

 

–Mirá, al convertirme en alguien popular, con más de tres décadas en esta profesión, siempre me siento observado. Y uno va incorporando esa mirada.

 

 

–¿Y no le importa?

 

 

–Eh… ya lo tengo como… tan instalado en mí que no me afecta.

 

 

–¿Nada?

 

 

–Hay veces que es en extremo, a veces te sentís agobiado y otras no. Yo lo transité bastante relajado dentro de lo que pude. Pero hay momentos en que te ponés más fóbico.

 

 

–¿Usted es fóbico?

 

 

–No.

 

 

–¿Obsesivo?

 

 

–Un poquito sí.

 

 

–¿Histérico?

 

 

–Creo que no soy histérico, soy obsesivo, un poco estructurado.

 

 

–No histeriquea.

 

 

–No, no histeriqueo, no. Soy muy frontal, no soy vueltero.

 

 

–Va directo a la carne con papas, como dice el refrán popular.

 

 

–Sí, palo y a la bolsa (sonríe). Pero ojo: en todo, ¿eh? En la vida, en general.

 

 

–¿Es culposo?

 

 

–Un poquito de culpa siempre tengo, por nada en especial, pero sí.

 

 

–¿Cuáles serían sus grandes culpas?

 

 

–A veces es culpa conmigo mismo, de que me hubiera gustado ser alguien menos impulsivo, más relajado, más que me “nefregue” todo.

 

 

–¿Es calentón?

 

 

–Sí, pero no sé si con tanta facilidad, soy medio cabrón.

 

 

–¿Y qué es lo que lo hace amansarse?

 

 

–No necesito nada en particular, bajo enseguida, subo visceralmente y bajo un cambio al rato. En ese sentido no se me queda tan incorporado, pero ignoro si hay una progresión de culpa.

 

 

–Si hay culpa es que ha pecado.

 

 

–A veces no, a veces… (pausa). En una época me daba culpa que me fuera bien. Empezaba a cambiar mi vida sustancialmente y yo venía de una familia en la que mi papá tenía tres trabajos para llegar a fin de mes. He crecido, y al comienzo lo he vivido raro a ese crecer, porque vivís en una posición diferente a la de tus pares, tus amigos.

 

 

–Su mujer es muy mona. ¿Se le ocurrió pensar qué le podría pasar si se encuentra con alguien muy diferente, como plantea la película?

 

 

–Habría que ver qué me pasa en esa circunstancia, qué grado de personalidad tengo –qué fortaleza– como para afrontar cualquier adversidad y que lo estético no me perjudique, no me haga sentir distinto a mí, y que pueda engancharme.

 

 

–Se requiere una enorme grandes para superar esa diferencia, y todas las diferencias. Digo, todavía hay problemas raciales en Estados Unidos.

 

 

–Enamorarte de alguien que tiene una discapacidad es muy movilizante, es muy raro, pero también es hermoso, que es lo que pasa en esta película. Me da la impresión de que va a dar que hablar, la gente se va a sentir identificada tanto conmigo como con el personaje de Julieta. Va a generar algo en la gente.

 

 

 “Para mí siempre, desde pibe, el humor ha sido algo vital para cualquier cosa;   para lo social, para conocer, conquistar, seducir. La buena vibra me abrió puertas siempre”.

 

 


–¿En qué momento del día tiene mejor humor?

 

 

–La verdad es que todo el día estoy bien de humor. Quizás en los primeros minutos del despertar me gusta el silencio y no tengo muchas ganas de hablar. En realidad no hablo, leo, desayuno.

 

 

–¿Primero se lava los dientes?

 

 

–Me lavo los dientes.

 

 

–¿Después hace el amor?

 

 

–No, mi vida no pasa por ahí, no es todo tan estructurado. Hay margen para la improvisación (sonríe).

 

 

–Bueno, un momento del día que prefiera.

 

 

–Al mediodía un buen almuerzo con amigos, me gusta.

 

 

–¿Un escritor?

 

 

–Me gustan muchas cosas de Borges, Sabato, Bioy…

 

 

–Un actor referente en el plano internacional.

 

 

–Me han interesado varios, todos los grandes actores del neorrealismo italiano: Tognazzi, Manfredi, Gassman, Marcello Mastroianni, Peter Sellers. En Estados Unidos, De Niro, Pacino.

 

 

–¿Actrices?

 

 

–Hay muy buenas actrices, no quiero caer en el lugar común de citar a Meryl Streep, pero imposible olvidar a Giulietta Masina, Maríangela Melato… todas esas tanas. Y la Loren, claro.

 

 

–¿En qué temas no se siente seguro?

 

 

–De política prefiero no hablar. No es que no me sienta cómodo, no me gusta, así de simple.

 

 

– Algo que le haga volar la cabeza.

 

 

Cuando suceden esos momentos mágicos que se dan en una interrelación, tener conversaciones no sé si sobre algo puntual. Dejar que las cosas fluyan y se den naturalmente conversaciones ricas, interesantes, que te lleves algo de ellas, que puedas recoger una frase inteligente de alguien, y que logres que esa frase permanezca en tu inconsciente. Me gustan esas cosas, me llenan el alma, de verdad. Definitivamente, me gusta, la paso bien con esa gente.

 

 

 

“En una época me daba culpa que me fuera bien. Empezaba a cambiar mi vida sustancialmente y yo venía de una familia en la que mi papá tenía tres trabajos para llegar a fin de mes.  He crecido, y al comienzo lo he vivido raro a ese crecer.”

 

 

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