Onda Vaga: fogón lunar
Con su reciente desembarco en el Luna Park, el grupo dio el gran salto a los primeros planos de la escena local. Las claves de su flamante disco, Magma elemental. Su éxito en Japón, el inminente desembarco en Tokio y la nueva gira por Europa. Un fenómeno independiente que asaltó el estadio más emblemático de la Argentina.
Quizá no conozcas sus caras. Muy probablemente no estés al tanto del nombre de todos sus integrantes y hasta a lo mejor no tenés ninguno de sus discos. Pero desde alguna radio, programa de TV, posteo de Facebook o Twitter, por un bar o a través de alguna novia o amiga –la banda produce una particular fascinación en las mujeres–, gran parte de los argentinos escucharon Onda Vaga.
Probablemente sin saberlo y casi seguro –como mínimo– a través del hit “Mambeado”. Pero el quinteto encierra mil y una historias, un generoso puñado de canciones –muchas de ellas abrazadas por sus fans como himnos eternos– y con la edición de Magma elemental y su reciente presentación en el Luna Park [ver recuadro] terminaron de consolidarse como una propuesta que ya juega en las ligas mayores. Mientras tanto, la banda alcanzó el segundo puesto del ranking de World Music de Tower Records Japón, prepara una nueva visita a Tokio y un quinto tour europeo. Nada mal para un grupo que empezó a gestarse casi como un juego en el verano de 2008, en las idealizadas playas de Cabo Polonio (Uruguay).
Toda esta construcción no tiene nada de casualidad. Es fruto del esfuerzo, el trabajo y la decisión de ir por más. El quinteto tendrá mucho de fogón, pero poco de vago. Sin productores, sponsors, ni difusión paga en las radios, la banda conformada por Nacho Rodríguez (cuatro venezolano y voz), Marcelo Blanco (trompeta y voz), Marcos Orellana (cajón peruano y voz), Tomás Gaggero (guitarra y voz) y Germán Cohen (trombón y voz) supo encontrar una mixtura de ritmos –cumbia, rumba, reggae, vals, bolero, reggaeton y muchos más–, hacerla propia e incorporar unas letras que discurren entre el amor, la amistad y las reflexiones más simples. Es cierto que en términos generales la propuesta es medularmente accesible y entradora –la alegría militante y las melodías adictivas hacen su trabajo–, pero también es verdad que ellos le encontraron su fórmula personal y la avalancha de fans que los venera se construyó de boca en boca o –mejor dicho– de “me gusta” en “me gusta”.
“Para nosotros, Magma elemental representa un gran paso adelante.Y no es ninguna casualidad –explicaGermán Cohen a pocos minutos desalir al Luna Park–: le pusimos muchagarra para que así sea. Queríamosalgo mejor y más profesional y creoque lo logramos. También influye laexperiencia de tocar siete años juntos,que para nosotros es la mejor escuelade música. Con tanto ensayo yerror descubrimos nuestras mejoresvirtudes y lo que no nos conviene hacer.”
Nacho Rodríguez agrega acerca de este momento de Onda Vaga: “Para mí todo esto es la consecuencia de aprender a dejar fluir las cosas. No el resultado de un plan maestro. Más bien digamos que se trata de dejarse llevar de una manera consciente. Le encontramos la vuelta a trabajar en grupo y con felicidad. Eso nos da mucha libertad en todos los planos. Por ejemplo, a nivel ritmos: nos animamos a casi cualquier cosa sin miedo a que nos señalen. La cultura rock ya fue y nadie puede decir qué está bien y qué está mal”.
Magma elemental cuenta con un rico lote de invitados que incluye a Moreno Veloso (“Rendición”), Adrián Dárgelos (“El fantasma”), Pablo Dacal (“La ronda”) y Julián Srabstein (“Forma de mujer”). Pero el trabajo sobresale a partir de la mejor producción, sonido y esmero en los detalles de las canciones. La banda se jugó por un salto de calidad y lo logró sin rupturas estridentes ni extravagancias: el punto justo para satisfacer a todos sus fans. Acaso el tema más representativo sea “Tataralí”, un taquirari –ritmo de Santa Cruz, Bolivia– que comienza desarrollando cierta dificultades que propone la vida y pocos segundos después las resuelve con el estribillo/palabras mágicas “Tataralí, tataralá”. Casi una prueba genética del ideario musical y conceptual de la banda. “Dime que sí, por favor/ No me saques de ahí,/ quiero ser un cuerpo/ junto a ti”, cantan en “El fantasma”, otra huella del modus operandi de la banda: historias mínimas, romanticismo y manierismos de castellano neutro. “Nos gusta jugar con lo vasto del idioma”, puntualiza Tomás Gaggero.
Onda Vaga lejos está de detenerse. Luego del exitoso desembarco en el Luna Park se vendrá la segunda visita a Japón y la quinta gira por Europa, que también incluirá una escapada para tocar en Bangladesh. Lo cuentan sin estridencias, casi con la misma naturalidad con la que desarrollan sus canciones. Luego deliberan sobre su propia música: “¿Qué nuestros discos transmiten buena onda pase lo que pase? Puede ser –sostiene Cohen–. Me parece algo bueno. Positivo. Pero creo que no tiene que ver estrictamente con las letras o con la música. Es algo que viene de más adentro”. Rodríguez, por su parte, completa: “Es un poco la magia de la música. La energía que generamos entre los cinco subyace el ritmo y las palabras. Por eso vamos a Japón y todos se ponen a saltar como locos a pesar de que no entienden una palabra”.
La consagración
El 19 de agosto último, Onda Vaga llegó por primera vez al Luna Park. Ante un estadio prácticamente lleno, el quinteto reforzado de amigos históricos –Santiago Capellani (tuba) y Jano Seitún (bajo)– e invitados –Fito Páez, Palo Pandolfo, Pablo Dacal, Alfonso Barbieri y Adrián Dárgelos– repasó lo mejor de sus tres discos en un clima de exultante alegría. Fue como un fogón para miles en el que sonaron 33 canciones. El tramo final incluyó “Mambeado”, “Te quiero”, “A la mierda” y “El experimento”. Afuera esperaba la tormenta, pero ya poco importaba.
NACHO RODRÍGUEZ: “PARA MÍ TODO ESTO ES LA CONSECUENCIA DE APRENDER A DEJAR FLUIR LAS COSAS. NO EL RESULTADO DE UN PLAN MAESTRO”.