Muriel Santa Ana: mucha mujer
La actriz que se luce cada noche en Solamente vos, se prepara para estrenar El gran deschave en el Teatro Nacional Cervantes. Mientras tanto, se hizo un rato para hablar de fama, dinero y amor en un irresistible despliegue de carisma y espontaneidad.
Muriel nos recibe en Pol-ka, en el living de la Polaca, que es un poco su living, está en pantuflas, claro, es su segunda casa. Tiene la piel perfecta, es simpática, bella, amable, bien plantada, copada, se ríe y nos hace reír, no responde a estereotipos. La hija de Walter Santa Ana se formó en las tablas del teatro, pero hace 5 años llegó a la televisión y no se fue más.
–Usted viene del teatro, pero no reniega de la televisión.
–No, ¿por qué? Me parece que es una cosa que pertenece a otras generaciones. El teatro sigue teniendo la idea de la mística y de cierto universo poético del cual la televisión carece totalmente, pero hoy en día no hay actor de teatro que no quiera pasar por la experiencia de hacer televisión.
–¿Cuándo entendió que quería ser actriz?
–Es algo que me pregunto muchas veces; hay cosas que son dinámicas, que van cambiando tu mirada sobre vos misma, es algo más del presente que una decisión que haya aparecido de manera contundente. Viniendo de la familia de la que vengo yo, donde lo que podríamos llamar ‘la jerarquía de actor’ era algo a lo que vos tenías que llegar, no sos actor porque hacés un programa en la tele, es algo a lo que se llega.
–¿Cuesta sentirse actor con todas las letras?
–Es una combinación entre lo que los demás ven de vos y lo que vos vas sintiendo de tu propia vida y de tu trabajo, es una construcción medio rara. No es lo mismo que ser abogada, acá ya te ven en una nota y sos considerado una figura.
–¿Cómo se lleva con eso?
–Tengo épocas; por lo general, soy bastante tímida y entonces me cuesta. Con esta tira en particular, no asumo el nivel de popularidad en el que me colocó. Ayer estaba caminando con mi novio con tenía un gorrito de lana y con la capucha de la campera porque estaba fresco y él me dice “no hay kit anti prime time posible, date cuenta de lo que es”. Yo no ando mirando quién me mira, pero todo el mundo te reconoce. Yo trato de ser educada y de explicar que por ahí no me voy a sacar la foto “¿Y por qué?” “Porque no me voy a sacar una foto en cualquier momento, no estoy a disposición de la foto”.
–Está de novia con Julián hace seis años y él es nueve años menor que usted. ¿Nunca le afectó?
–No, no lo pensamos, nunca se dio una situación de la edad.
–Leí una frase suya que salió en una nota dónde decía que su novio no tiene problema con su celulitis.
–Ay sí; ese tema fue un bajón. Fue un comentario que yo le hice a María Laura Santillán, me hago cargo de que lo dije, pero fue un bajón quedar asociada a esa frase tan pelotuda. Son los errores que se cometen por la ingenuidad de creer que la periodista es tu amiga, no me afecta en lo más mínimo, pero es de una pobreza tan grande titular una cosa así de una actriz… yo no ando exponiéndome, ni ando exponiendo mi vida personal, es una pelotudez.
–¿Tiene ganas de casarse?
–No, jamás tuve ganas de casarme (risas).
–¿La molestan mucho con que tenga hijos?
–No, para nada. Jamás fue así en mi familia, no es tema el “objetivo hijo”. El objetivo es vivir plenamente lo que te interesa vivir, no hay “pasos” por los que hay que pasar. La vez pasada hablaba con una compañera acá que fue a una reunión con todas casadas y le preguntaron: “ay, gordi ¿y vos, para cuándo?”; ella quedó medio desconcertada y decíamos habría que contestar: “¿Y vos? ¿para cuándo un protagónico?” (risas); “¿Para cuándo un Martín Fierro?; ¿Para cuándo un premio en cine?”. Te pasan otras cosas en la vida.
–Ahora las mujeres nos permitimos romper con ese mandato.
–Sí, además me parece que hoy en día, las mujeres que quieren ser madres, lo son. Por supuesto, no es fácil quedar embarazada, no es una cosa de soplar y hacer botellas, pero hay tantas posibilidades para quedar embarazada, tanto acompañada como sola. Hay algo de la idea de familia que me es agradable, pero tampoco es una cosa en la que me superveo.
–¿Cómo se lleva con la edad?
–Yo me considero superjoven y con una energía superjoven. Hay algo del paso del tiempo que es muy agradable de asumir, hay un gran valor en lo maduro, y no tanto en la juventud y en la inmadurez. Asumís responsabilidades sobre vos mismo, sobre los demás y te comprometés con la vida. A los veinte hay una suerte de “tortura”, todavía no sabés muy bien quién sos ni cómo te vas a ganar la vida; podés tener ilusiones, pero después es una cuestión de saber reconocer oportunidades porque yo no creo en esa cosa de “lo dado”. Creo en la búsqueda.
–¿Buscó mucho alcanzar este momento?
–Yo tengo una conexión muy profunda con algo mío, no sé si llamarlo… “una gran fe en mí misma”, me quedo corta y han titulado notas “Siempre tuve fe en mí misma” (risas). No sé si es eso, o si es una conexión con una fuerza vital y cierta seguridad de saber que nadie te puede quitar nada. Siempre supe que si yo seguía confiando, se iba a dar. En relación a mí, a mi vida, a mis logros, sabía que iba a tener un lugar.
–Viene trabajando hace mucho en teatro, pero la tele explotó hace 5 años, ¿le cambió la vida?
–Sí, hay un punto de inflexión importante. Más que nada lo sentí como un cambio en la mirada sobre mí misma, es como decir “ah, puedo asumir este grado de responsabilidad”.
–La economía también debe cambiar radicalmente.
–Sí, con lo que te retiene la AFIP… la vez pasada leí una nota que le hicieron a Nancy Dupláa y dijo “voy a pensar mucho antes de volver a hacer televisión”. Sucede que la televisión es un negocio, es dinero y es un trabajo muy exigente, tiene que tener una relación de equidad y lamentablemente las retenciones son enormes. Yo empecé a grabar en diciembre y ahora en julio estoy cobrando el 50 por ciento de mi contrato, el resto me lo retiene Ganancias. Preguntame en septiembre. ¡El 30 por ciento cobro! Termino ganando nada. Eso es así.
–En teatro es distinto.
–Sí, ni hablar, el teatro no es una actividad en la que se retengan ganancias.
–Pero, al mismo tiempo, hacer tele ayuda a convocar en teatro.
–Por supuesto. La televisión hace que la gente se interese en vos y conozca otras cosas, te abre muchas puertas.
–¿Le pasa que por hacer comedia en las reuniones tenga que hacer un poco de payasito?
–Siempre hay gente que te dice algo, hace un tiempo empezaron “dale, contate algo, cómo es la película ¡y cómo es la escena!”. Entonces yo le pregunto “¿Y vos a que te dedicás? ¿Ingeniero? ¡Qué genial! Hacete un puente, no me molestes” (risas).
–Publicaron alguna vez que es medio obsesiva de la higiene personal, ¿es así?
–¿Obsesiva? No… soy una persona recontralimpia, pero no. Ahora viene el título: Soy una persona recontralimpia (risas).
–No, le prometo que no titularemos con la celulitis, ni con “Siempre confié en mí misma”, ni con que es una obsesiva de la ducha.
–Claro... No, no sé en qué contexto lo habré dicho. No me reflejo mucho en una persona obsesiva, o sea: sí me ducho (risas). Yo me lavo mucho las manos y los dientes.
–Definamos “mucho”.
–No como un toc, no. Se secan mucho las manos si te las lavás tanto, pero acá (señala los decorados) es una situación de mucha mugre.
–¿Es una persona culposa?
–La culpa es una mierda, es parálisis, no te permite avanzar, lo único que genera es odio hacia el objeto o sujeto que te provoca culpa. Es una cosa cristiana que la tenemos metida, hay que hacer psicoanálisis y sacarse la culpa de encima porque no sirve para nada.
–¿Le pasa?
–Sí, soy re culpógena, vivimos en esta sociedad que te llena de culpa.
–¿Por qué?
–Por ser feliz, por tener trabajo, por tener plata, por tener un auto, todo. Pareciera que hay que ser pobre, no me refiero a lo económico, sino a que hay que ser una víctima, y es mejor no serlo. Yo no quiero ser víctima de nadie. A la gente que se victimiza no la tolero.
“Hay algo del paso del tiempo que es muy agradable de asumir, hay un gran valor en lo maduro, y no tanto en la juventud y en la inmadurez. Asumís responsabilidades sobre vos mismo, sobre los demás y te comprometés con la vida”.