Inteligencia vehicular
Es curioso cómo se comporta la gente en las rotondas. Siempre sospeché que uno puede entender mucho sobre un pueblo si se detiene a observar cuidadosamente el comportamiento de sus habitantes cuando se enfrenta con sus vecinos.
El otro día, por ejemplo, ocurrió que en la rotonda de Fleming y Dardo Rocha, en el partido de San Isidro, una mujer de unos 50 años esperaba ansiosa que llegara su turno para avanzar. En algunos lugares del mundo los turnos llegan: primero un auto, después el otro. En otros países siempre tiene prioridad el auto que ya está circulando por la rotonda, luego el que ingresa. A esta mujer, en esta rotonda, el turno no le iba a llegar nunca: en algunos lugares del mundo los turnos no son algo que llega sino algo que uno debe de hacerse. Es como si en algunos lugares los turnos fueran un derecho cívico y en otros fueran derecho adquirido, derecho de piso. Algo así como derecho de calle, derecho de circulación.
En este caso particular, lo curioso fue que como la señora dudaba y miraba con cara de susto (¿cómo no iba a estar aterrada, pobre mujer?), el conductor de otro auto se puso un poquito nervioso. Él quería avanzar, y ella también. Él acercaba su trompa y ella dudaba, apretaba los frenos de golpe y se sacudía para atrás y para adelante. Cuando las reglas no son del todo claras, o cuando no es del todo claro cuáles son las reglas, la duda se manifiesta y entorpece el andar.
El tránsito parecía haberse paralizado por completo. Parálisis vehicular. El conductor del otro auto bajó la ventanilla y gritó con todas sus fuerzas: “¡Dale, gorda pelotuda! ¡Movete de una vez!”. Eran las 8.15 de la mañana. Bonita manera de comenzar el día.
Cada uno podrá sacar sus propias conclusiones. Lo cierto es que por lo general las leyes de tránsito están diseñadas para que la gente las cumpla y para facilitar la circulación y lograr una mejor convivencia entre las personas. Si no se cumplen las leyes de tránsito, no hay convivencia. ¿Existe acaso mejor demostración de todo esto que una señora que tiene que desayunar los gritos abusivos de un perfecto desconocido a primera hora de la mañana?
Tal vez, alguno se sorprenderá al enterarse de que en aquellos lugares donde las leyes se cumplen, las cosas funcionan mejor. Y no me refiero sólo a esto que ocurre en la rotonda. En Estados Unidos la gente detiene su auto por completo cuando ve un cartel de “stop”, aunque no venga ningún vehículo de ninguna dirección; los autos se detienen para dar paso a los peatones en los cruces correspondientes. ¿Se entiende lo que digo por mejor convivencia?
Después, existen casos extremos, como Nueva Delhi, donde en las rotondas los autos circulan en todas las direcciones posibles entre motos, rickshaw, carretas, caballos, vacas, monos y elefantes. (Una vez estuve parado en esta esquina que describo, en la capital india, y el shock fue tan profundo que sufrí un ataque de pánico.) Pero volvamos por un instante a esta señora cuyo nombre desconozco y a quienseguramente no volveré a ver jamás en mi vida. Evidentemente ella perdió el control de su vehículo y el hombre perdió el control de sus emociones y yo perdí mi mañana pensando cómo sacarme esa escena de la cabeza. Me imaginé a la pobre mujer, queriendo llegar a su casa, después de dejar a sus hijos en el colegio, buscando la forma más pacífica de atravesar el campo de batalla, recibiendo un balazo en el estómago cuando la califican de gorda y de pelo-no-sé cuantas cosas más. Y pensé también en el hombre, queriendo manejar su cabeza, deseando tener el don de una mente más elevada, dotada con mayor coeficiente de inteligencia emocional. ¿Será esta la forma más inteligente de comenzar el día? Nada hay de inteligente en vivir de esta manera. Nada hay de inteligente en creer que con una agresión gratuita vamos a funcionar mejor como individuos o como sociedad.
Durante siglos hemos pensado que para enriquecernos alguien debe salir perdiendo. Esta forma de actuar es sencillamente incorrecta y obsoleta. El secreto mejor guardado es que resulta imposible enriquecerse verdaderamente si no se enriquece también la gente que uno tiene alrededor. O nos enriquecemos todos como pueblo o no se enriquece nadie. Cuando comprendamos el verdadero significado de estas palabras, podremos vivir en paz. Y mientras no tengamos paz en nuestras mentes, la sociedad seguirá siendo reflejo de nuestras tensiones y debilidades más profundas.
Una sociedad inteligente es una sociedad compuesta por personas Cuyas conductas favorecen al bien común para lograr una mejor convivencia. Y en las rotondas, el tráfico circula sin mayores inconvenientes.
En aquellos lugares donde las leyes se cumplen las cosas funcionan mejor, no solamente en las rotondas.