Thiago Batistuta: común y consciente

Nació en Florencia y con 21 años ya vivió en cinco ciudades del mundo. Instalado definitivamente en Buenos Aires, debutó en el prime time como parte del elenco de Solamente vos y ahora está de gira por el país con la obra Los Grimaldi. Estructuras, temores y sueños del hijo de uno de los goleadores más recordados del fútbol argentino.

¿Buenos Aires fue la primera ciudad en la que vivió solo?

 

 

–Sí, acá crecí de golpe, pero siempre fui muy independiente; si era por mí, a los 15 me iba de casa porque afortunadamente mis viejos nos hicieron trabajar desde chicos para tener nuestra plata: lavé autos, fui bachero, camarero, le daba de comer a los caballos de mi papá… Así que en lo cotidiano no tuve problemas, no soy el nenito de mamá que no sabe hacerse unos fideos, siempre nos enseñaron esas cosas.

 

 

−¿Cómo empezó a actuar?

 

 

−Yo vine a estudiar, nunca se me había cruzado por la cabeza trabajar como actor, no sabía cómo era el ambiente. Apenas llegué, no entré en la facultad pero quedé en el casting de Consentidos, y ahí dije: “¿El trabajo me va a llover así?”. Después tuve dos años de bache, sin trabajo.

 

 

−¿Lo angustió ese paréntesis?

 

 

−Yo soy muy ansioso y encima el ambiente es muy imprevisible. Eso te lleva a dudar de si va a salir algo, te empezás a cuestionar… Por suerte empecé a cursar en el IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte) y ocupé la cabeza con eso. Mientras tanto iba a castings, sabía que había cosas para mejorar.

 

 

−Y así llegó a Solamente vos, ¿cómo se sintió?

 

 

−Fue una experiencia buenísima. Quizás por momentos me pesaba actuar con gente que lleva años trabajando en la tele. Yo di lo mejor que tenía y me fui contento por eso, por haber tenido la oportunidad, conocer gente.

 

 

−¿Por qué decidió dejar la tele para hacer teatro con Los Grimaldi?

 

 

−Grabé de diciembre a marzo con Pol-ka, mi personaje ya no participaba más y apareció esto, sumarme a un éxito para hacer la gira. Me puso supercontento, no siempre terminás un proyecto y empezás otro.

 

 

−¿Le gusta que lo empiecen a reconocer en la calle?

 

 

−No me pasa tanto, por suerte. ¡No sabría bien que hacer! (risas). Sé que es algo que viene con la exposición, pero si tarda en llegar, mejor. Es lindo que reconozcan tu laburo, tus logros, esfuerzos; es lo que todos buscan. Cuando salgo del teatro, a veces me esperan para saludarme, y otras paso como si nada. No es algo que me cambie o de lo que esté pendiente.

 

 

−De chico, ¿se daba cuenta de lo que representaba su papá como jugador?

 

 

−Me empecé a dar cuenta en la escuela, me hacían comentarios. En casa estábamos muy cuidados, eso es algo que admiro: lograr tener esa vida, esa sencillez, cuando estás a un nivel tan alto. Yo entro en mi Twitter, veo que tengo 22 mil seguidores y me parece mucha gente, pero no puedeo ni compararlo con lo que fue él globalmente. Es algo que admiro de él y ojalá pueda mantenerlo como modo de vida.

 

 

−¿Usted también es de perfil bajo?

 

 

−Sí, soy así, un poco tímido al principio. Pero no me cuesta nada entrar en confianza, y ahí ya está. Soy bastante tranquilo, me gusta estar en casa. A veces me agarran ganas de querer ir a un boliche con mis amigos, pero a las dos horas me vuelvo. Mi plan perfecto es una cena y una buena película, o comer con amigos, ir al campo, pescar. Planes de desconexión.

 

 

−Después de nacer y crecer en Europa ¿le costó adaptarse a la Argentina?

 

 

−No, porque estábamos todo el año afuera y para Navidad veníamos a Santa Fe a quedarnos tres meses, que eran muy intensos. Con mis hermanos somos muy salvajes, nos íbamos al medio del campo y cocinábamos con unas brasas ¡Nos creíamos Robinson Crusoe! Estaba con mis abuelos, que me malcriaban, con mis amigos... Venía de una ciudad elegante como Florencia, en donde me llevaban en auto a todos lados, llegaba a mi pueblo, agarraba la bicicleta y me iba por ahí. Eso me encantaba. Estaba descalzo jugando al fútbol en la calle.

 

 

−Esos veranos en Reconquista lo acercaban a la realidad.

 

 

−Yo veo a los hermanos Caniggia, con todo el quilombo que se armó cuando vinieron... Quizás apuntan a otro lado, más mediático, que también está perfecto, es su elección. Pero ellos vivieron toda su vida afuera, es otra su realidad, y eso a veces es difícil de entender.

 

 

−De todos modos, a su familia nunca le gustó la exposición.

 

 

Sí, es verdad eso. Pero a veces me comparan con los hijos de los futbolistas. Si tengo que identificarme, lo hago más con Dalma Maradona, que eligió su camino en el teatro, estudió, algo más tranquilo. Pero no quiere decir que no entienda a la otra parte. Si yo en los veranos no hubiera vuelto al pueblo, quizá tendría otra cabeza. Veo que se los critica mucho, el idioma por ejemplo: yo el español lo aprendí de leer y escuchar, no la gramática, a veces tengo errores de ortografía. Tuve la suerte de vivir las dos cosas, no soy la una ni la otra, soy las dos.

 

 

−Está de novio hace unos meses, con una futura actriz, ¿cómo es compartir todo?

 

 

−Hace nueve meses que estamos juntos (N. de R.: Se llama Yael Duschatzky). Vive enEzeiza con los padres, así que a veces se quedaen casa, tenemos una miniconvivencia. Cursamosjuntos, con todo lo que implica, pero hay mucha confianza entre nosotros. Antes de novios, fuimos compañeros,nos entendemos mucho, nos respetamos. Ella sabe demi laburo, me alienta, me da una libertad tremenda paratrabajar. Tenemos una madurez que nos facilita un montónlas cosas.

 

 

−¿Ya la presentó en su casa?

 

 

−No, pero no por mí, sino por la estructura de mi familia. Los respeto y me da como gracia, ternura, está bueno poder mantener esas cosas. Ella lo entiende, obvio. Ellos respetan que yo esté acá con mi pareja, yo respeto su casa.

 

 

−¿Cómo surgió el interés por la actuación? Supongo que no fue en la familia.

 

 

−No, tengo tíos muy simpáticos, extravagantes, pero actores no. De chico, siempre me gustó ver películas con mamá y mis hermanos. En la escuela era el que no tenía vergüenza para los actos. Cuando terminé quinto año no sabía qué hacer, pero tenía claro que tenía que ser algo que me gustara. Y me dije: “Si no es el fútbol, ¿qué? No me veo en una oficina”.

 

 

−¿Llegó a probarse como futbolista?

 

 

−Sí, ¡yo vine a Buenos Aires a comerme el mundo! Había entrenado y hecho pruebas, pero una condición en la familia es terminar la escuela y después, en lo posible, estudiar. Hay muchos jóvenes que dejan todo, se van a jugar, se rompen o no rinden y quedan ahí, estancados. Entonces, como me había quedado el bichitocon el fútbol, me probé en Boca y Argentinos, tenía las condiciones, quedé en Arsenal y a la tarde venía a grabar a Colegiales. Era difícil.

 

 

−¿Es verdad que para probarse se presentaba con el apellido de su mamá?

 

 

−Sí, todas las pruebas las hice así. Tengo un conflicto de inseguridad muy grande, ahora lo estoy trabajando. Hice todo lo posible para que no me dieran ventajas por ser hijo de Batistuta. Cuando vine acá, era uno más.

 

 

“Lavé autos, fui bachero, camarero, le daba de comer a los caballos de mi papá… Así que en lo cotidiano no tuve problemas, no soy el nenito de mamá que no sabe hacerse unos fideos”.

 

 

 

 

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