Griselda Siciliani, una ama de casa desesperada

Pasó de estudiar danza al teatro under, y del musical a la tele. Luego se enamoró de Adrián Suar y su vida cambió por completo. Hoy, tras un año dedicado a la maternidad, vuelve al prime time televisivo junto al talentoso Julio Chávez en la nueva apuesta de Pol-ka.

La estrella de tapa llega puntual a una magnífica producción de fotos especialmente montada para ella en uno de los mejores estudios de Buenos aires. Una vez instalada en el glamoroso camarín dispuesto para la ocasión, interactúa con maquilladoras, vestuaristas y peinadoras como si estuviera tomando el té con amigas. Todo es natural en ella cuando se trata de trabajo. Es profesional, ejecutiva, directa. Sabe lo que quiere. A la hora de posar, su cuerpo, sus gestos y miradas fluyen con la rapidez y eficacia de una actriz experimentada ante las cámaras. Fuera del plano laboral, Griselda parece intranquila.

 

Es la primera vez que deja a Margarita, su hija de diez meses, al cuidado de otra persona. “Esto lo tomo como un ejercicio”, cuenta, con algo de culpa en sus palabras. “Haber salido de casa cuatro horas para hacer una nota me va a servir para cuando empiece las grabaciones de Farsantes. Todo el día afuera de casa, ¿cómo voy a hacer con mi beba?”, se pregunta.

 

–¿Se imaginaba así como mamá?

 

–No, no me imaginé que iba a ser una madre tan apegada, pero antes de tener un hijo no pensás nada de lo que es. Yo tenía una idea totalmente diferente, en el momento en que ves a tu hijo ya sos otra. Querés estar con esa persona todo el tiempo. Al menos al principio, después te empezás a dar cuenta de que también es bueno para ella que te alejes un poco, te lo dice todo el mundo.

 

–¿Alguna vez se agotó?

 

–Sí, es muy agotador. Me pasó de llorar del cansancio, pero igual querer seguir estando con ella. Todo el tiempo pienso: “Le va a hacer bien que yo vaya a trabajar, me voy feliz”, y trato de armármelo así, pero vivo en la contradicción permanente, estoy todo el tiempo tratando de equilibrar el miedo con la felicidad y el disfrute.

 

–¿A partir del nacimiento surgieron miedos que antes no tenía?

 

–¡Todos! En torno a mí y a ella. Es tan desesperante la sensación de miedo y angustia, pero tan enorme la felicidad.

 

–¿Fue difícil controlar los cambios en su cuerpo?

 

–Claro, pasó un tiempo que seguí igual de gorda que en el embarazo. En un estado… ¡morfando! Si derrapo me voy a la miércoles y subo 25 kilos y no hay ni un día que me coma una ensalada.

 

–Hay quienes tienen un bebé y a la semana están en el Bailando con Tinelli.

 

–No es mi caso. Adrián me dice que soy “maradoniana”, es todo o nada.

 

–¿Y con la pareja? ¿Volvió la pasión?

 

–Sí, volvió todo. Gracias al cielo (risas). La pareja se profundiza mucho si estás bien. Si estás mal supongo que te agarrás de los pelos, porque es una revolución, un terremoto. Yo pienso que nos hizo muy bien porque es como que todo ahora tiene otra profundidad y sentido.

 

–¿Qué le gustaría que Margarita herede de usted?

 

–El humor, la capacidad de ver las cosas con humor, creo que es un gran legado que puede heredar de mí y del padre.

 

 

“No me imagine que iba a ser una madre tan apegada, pero antes de tener un hijo no pensás nada de lo que es”.

 

 

–¿Ustedes se divierten?

 

–Mucho, nos reímos mucho. No podría estar con alguien con quien no me ría o me ría poco.

 

–¿Quién conquistó a quién?

 

–Yo creo que fue mutuo, una especie de encuentro, nos vimos y ya sabíamos que nos amábamos. Después pasó mucho tiempo, no siempre te encontrás en momentos de la vida en que todo es tan simple. Si fuéramos como niños, nos hubiéramos abrazado en el momento y nos hubiésemos ido juntos. Pero a veces uno tarda también en darse cuenta de que alguien le gustó.

 

–¿Perdonaría una infidelidad?

 

–Creo que no. Si la tengo que perdonar es porque me enteré, y si me enteré, “Andate a la mierda. Sos un descuidado”. Si no me enteré, no existe. 

 

–¿Y si en un acto de sinceridad brutal se lo cuenta?

 

–Andate con tu sinceridad a tu casa y no me ves nunca más (risas).

 

–¿Son celosos?

 

–Sí, Adrián hace todo un personaje de que no, pero es re-celoso.

 

–¿Más que usted?

 

–Yo creo que sí. No nos hacemos escenas de celos. Yo ideológicamente no respeto el momento de los celos, me parece algo pelotudo de inseguridad. No es que no los tenga, pero no los respeto, no quiero hacerme amiga.

 

–¿Cómo funcionan los roles en la pareja?

 

–Adrián es un organizador nato, él decide qué vamos a comer, yo no hago nada de eso. Si vos me preguntás al mediodía qué vamos a cenar, me cagás la vida (risas). En cambio él puede pensar para varios días, y te puede salir con: “En diciembre nos vamos a tal lugar”. ¡Es productor! Uno piensa cómo se puede acordar de tantas cosas, y además no anota. ¡Es alguien que no anota!

 

 

Griselda asegura que ella es la desordenada de la pareja.

 

 

–¿Cómo es como padre?

 

–Está muerto con ella y ella está muerta con él, tiene 10 meses y está “pa pa pa”, es increíble lo que le pasa con el papá, las caras que le hace. ¡Están enamorados!

 

–¿Y con Tomás?

 

–Toto es el preferido, no hay nadie que lo pueda superar, es locura. Lo agarra y no se la puedo sacar. A veces están los amigos y se quiere ir a jugar al fútbol y lo agarra de la remera y no lo quiere soltar.

 

 

–A usted se la nota muy enamorada de Adrián, hay noches mientras él está al aire que twittea y se percibe eso.

 

–¡Sí, me muero de amor! Lo veo en los clips de Solamente vos hacer el ridículo de una manera tan gigante y no le importa. No es que lo prepara, realmente no puede meter la letra en el playback de los clips, es así natural. Es algo muy genuino de él, trabaja de actor como un niño, muchos deberíamos aprender eso.

 

–Fuera de lo laboral, ¿en qué la enamora?

 

–Es un hombre muy seguro de sí mismo. Además, me parece muy masculino. Eso es muy seductor.

 

“Lo veo en la tele y me muero de amor”, dice de Adrián Suar.

 

 

–¿Qué cosas le apasionan en la vida?

 

–Mi trabajo, si no fuera por eso no podría volver a trabajar teniendo una belleza en mi casa, no podría volver a trabajar feliz, es algo que me apasiona mucho, y no tiene que ver con lo económico ni con la realización profesional, porque ya digamos que alcancé un montón de logros. Es más la pasión por la actividad.

 

 

“Adrián es un organizador nato, el decide que vamos a comer, yo no hago nada de eso”.

 

–A la hora de elegir un proyecto, ¿le importa la plata?

 

–Sí me importa, obvio, pero yo no soy tan de la plata, yo lo primero que miro es el contenido, el personaje, la historia, si me va a gustar hacer lo que tengo que hacer. Yo no puedo laburar en mal clima, por más que sea el proyecto de mi vida, si hay mala onda o gente que maltrata, no me gusta.

 

–¿En qué momento supo que era buena en lo que hacía?

 

–De chica lo entendí, después vivís un camino de frustraciones. Siempre estás dudando de si sos de verdad buena, hasta que tenés un reconocimiento. Es muy difícil decidir si de verdad sos bueno cuando no te reconoce nadie o no tenés trabajo, eso es lo más duro de la profesión.

 

–¿Le interesaba ser famosa? 

 

–No, siempre pasaba por un lugar de pertenecer a una compañía teatral. También por la formación que yo tenía, porque la danza no se toca con la fama. Cuando empecé a actuar un poco más comencé a pensar que debería ser conocida. Cuando hacíamos Más modositas, una obra under, pensaba en ser conocida para tener más prensa y más público. Lo pensé casi como una estrategia, y fue más o menos como sucedió.

 

–¿Qué asuntos pendientes siente que tiene?

 

–En general no siento muchos pendientes, sí tengo sueños, siempre. En cine hice una película sola, El último Elvis, que fue un peliculón. Por ahí me faltaría hacer otra peli, ir más por ese camino, a veces me cuesta porque tenés que tener el tiempo libre, pero por suerte me llaman mucho. Creo que en algún momento me tengo que hacer el espacio para hacer las pelis que me gustan.

 

–¿Se habla mucho de televisión en su casa?

 

–Sí, muchísimo, hablamos como cualquier persona. Sobre todo yo, que no sé nada de tele. Adrián sabe todo, y no es muy de dar cátedra, hablamos más popularmente.

 

–¿Qué le gusta mirar?

 

–Cualquier cosa, el zapping frenético. La bizarreada me gusta mucho, algunos programas femeninos que son cualquiera, y a veces encuentro y me quedo a vivir ahí. Me desespero y lo llamo a Adrián porque a él también le gustan mucho. Lo disfruto, no es que me burlo, de verdad me divierte y me entretiene lo bizarro.

 

–¿Cómo ve, siendo actriz, el uso del escándalo mediático para generar prensa y promocionar una obra?

 

–A mí me parece lícito. Aunque sé cómo son los números y esto no lleva tanta gente. Los que igual se animan y arman un escándalo para llevar gente, ¡chapeau! Si a mí me diera la cara, te juro que lo haría. Cuando estás haciendo una obra lo que más querés es que vaya la gente como sea, y si les da para decir “esta hija de puta me robó la bombacha” o “se cogió a mi marido”, y realmente se juntan y lo hacen, me vuelvo loca, me encanta y me fascina verlo. No me involucro, pero me gusta.

 

 

“Creo que no perdonar a una infidelidad. Si la tengo que perdonar es porque me enteré, y si me enteré: “Andáte a la mierda. Sos un descuidado”.

 

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