Paola Barrientos, una graduada de la vida
Fue la actriz revelación de 2012. Tras años de dedicarse al teatro, ganó popularidad gracias a su personaje en Graduados y a la genial publicidad de un banco. Hoy tiene claro que la televisión no es un lugar de llegada y se permite elegir sus trabajos pensando en el disfrute.
– ¿La gente espera que sea graciosa?
–Me parece que se genera mucha fantasía; cuando alguien hace de malo en una telenovela ocurre lo mismo. A partir de lo que sucedió el año pasado en Graduados yo parecía la amiga loca ideal. Y no soy ni tan amiga incondicional ni tan loca.
– ¿Cómo vivió 2012?
–Me gustó todo lo que pasó por separado, cada una de las cosas que hice. Todas juntas fueron demasiado. Siento que me perdí la posibilidad de disfrute.
“Miren que no soy graciosa, no me pidan caras divertidas”, nos aclara mientras charlamos sobre la producción de fotos que estamos por realizar. Aunque no pose haciendo muecas, sí es graciosa, tiene un humor que contagia y mientras se ríe de haber descubierto un nuevo peinado llamado “Rulo roto”, pregunta: “¿Puedo elegir el cuerpo? ¿Me pones el de Luli?”.
– ¿Le molestó que el reconocimiento se diera a partir de Graduados, cuando usted ya era una gran actriz?
–No es enojo, pero sí cuestionar el exitismo. Tal vez para un actor que viene trabajando, haciendo su camino, está la cuestión de cuándo va a llegar a la televisión, y por ahí la televisión no es un lugar de llegada. Hay una mirada en relación al éxito que no comparto: quiero estar alerta y decirlo. Haber trabajado en Graduados estuvo buenísimo por una cantidad de cuestiones que no sé si tuvieron que ver con que fuera el programa más exitoso.
–Luego de la intensidad del año pasado, ¿cómo es su rutina hoy?
–El año pasado estaba internada en Telefé y en el teatro, pero ahora estoy grabando una miniserie más tranqui. Hay algo igual con el tiempo, que siempre es impredecible cuando filmás, nunca sabés a qué hora entrás ni cuál es el plan del día siguiente. Hay poca previsibilidad, lo cual para mí está bueno porque todos los días son diferentes, pero para mi marido Conrado Geiger (humorista, escritor) es un desastre porque tiene que salir a atajar todos los penales que yo tiro afuera. Con mi hijo, Jano, de 4 años, veremos con el tiemposi le fue positiva o negativa esta madre que le tocó (risas).
–Hacen un buen equipo con su marido.
–Sí, ya van a hacer casi 10 años que nos conocemos con Conrado.
–¿La banca mucho?
–Me banca mucho. Y también la onda es irnos repartiendo, hasta el año pasado él fue el que laburó más. El año pasado me salió así a mí y entonces él bajó un poco para poder ocuparse de casa. Este año lo tenemos más repartidito de nuevo.
–¿Hay un cambio en la sociedad que permite que los hombres participen más y puedan conectarse con la paternidad desde otro lugar?
–Sí, yo creo que tiene mucho que ver con cómo lo viva cada uno. Hay mujeres que no se bancan estar en la casa tampoco y necesitan salir a trabajar sí o sí porque no toleran quedarse. A mí no me pasa mucho eso (risas). Igual me fui dando cuenta, desde que terminó Graduados y pasaron un par de meses hasta que empecé a grabar, de que a la noche llegaba a veces más cansada que si hubiese laburado afuera todo el día y decía “¡Ah!, mirá, esta situación no la tuve en cuenta durante este año cuando sentía que estaba tan cansada”.
–¿Quién más la ayudó con su hijo?
–Somos un batallón: está Esmeralda que lo cuida, mi marido que está mucho, y también los abuelos y tíos. Se va todos los fines de semana de recreo a San Fernando, a la casa de ellos. Está bueno curtir familia, yo a mis abuelos los disfruté mucho, y es un vínculo tan particular y deseado para mí que me resulta muy importante que él también pueda tener esa experiencia con los abuelos. Y ya que los abuelos se copan, aprovechamos.
–¿Cómo se lleva Jano con la fama de mamá?
–En un principio me preguntaba: “¿Por qué la gente te quiere tanto?”. Lo fuimos intentando comprender juntos. El otro día estaba en un shopping mirando ropa y vienen unas nenas y Jano me dice: “Mirá, ya hay fanáticas tuyas”. A fin del año pasado, un día cuando salía del teatro ya estaba hinchado, no quería más y empezó: “¡Basta de fotos, basta de fotos!”, a hacer un cantito delante de la gente que estaba ahí, todos nos reímos y la gente se fue.
–¿Cambió en algo a partir de esa popularidad, se produce para ir al supermercado o no le importa?
–No, nunca. Lo que por ahí cambia es que a la salida del teatro, para ir a cenar con mi marido, buscaba algún barcito chiquitito, medio alejado, para no estar sintiéndome vista. Tengo ganas de estar con cara de enojada, que se me caiga la lechuga de la boca tranquila. Producirme, para nada. Cuando fue la entrega de los Premios Tato yo no iba a ir, ya no daba como para irme a algún lugar a que alguien me preste un vestido, pero me insistieron mucho. Yo terminaba la función a las once menos cuarto, y me dicen: “Sí, tenés que venir”. “Bueno, OK”, dije. Terminé la función y fui. Salí la peor vestida para la revista Gente (risas), junto con Nancy Dupláa. Me acordé porque me dijiste lo del supermercado, porque en la descripción decía que fui con un vestido de hacer las compras.
–¿Se rió de la situación o le dolió?
–Me dio orgullo. Porque está muy lejos de mí, o de lo que me importa. Entonces sí, me divierte. Sobre todo cuando ves al lado un vestido anaranjado gigante con una coronita de princesa, de una señora grande diciendo que estaba muy elegante, ahí decís: “Me encanta ser la peor si esto es lo mejor”. A Nancy también en su momento le resultó muy divertido, de hecho en una escena hojeando una revista nos sacamos el cuero. Mi escala de valores es otra.
–Voy a estar muy atenta a su vestuario en los Martín Fierro.
–Fijate.
–¿Le importan los premios?
–Sé que sirven. Yo generalmente nunca acordé mucho con a quiénes se los daban, siempre me parecieron bastante mal, con lo cual si me importara cuando me los empiezan a dar a mí, no sería honesto. Es un juego y sirve. Es halagador, pero si no me lo dan fue halagador todo lo que sucedió este año, incluso dentro de la comunidad artística.
–¿Fuera del trabajo, qué cosas le dan placer?
–Me gusta cocinar, aunque no lo hago todos los días. Mi marido también cocina, incluso más que yo. Nos gusta, es algo que compartimos. Me gustan los encuentros con amigos, las reuniones; irme al Tigre.
–Hace poco se fue de vacaciones.
–Sí, fuimos a Cuba, fue la primera vez que me fui de vacaciones así, que viajé, casi que salí del país te diría, porque antes fui una vez a Brasil y dos veces a Chile, a festivales de teatro.
–Hablando de placeres, no es muy amante de la tecnología, ¿cierto? No tiene Twitter, Facebook ni un celular muy moderno.
–No me parece, no lo necesito, y no quiero crearme necesidades que no lo son, que son fantasiosas. Tengo un abono en el teléfono donde tomé la decisión de no pagar más que de obra social, es algo que no me voy a permitir.
–Es algo casi filosófico.
–¡Sí! (risas). El día que suceda, no sé qué va a pasar.
–¿Cómo viene 2013?
–Estoy haciendo una miniserie de 13 capítulos para Televisión Digital, Día y noche en El Cairo. Tal vez se repone Estado de ira, pero no lo sé todavía. Ahora me llegó la propuesta de una película bastante comercial que no me gustó, y también hay una independiente que me encantó, que si da y se hace me voy a ir a filmarla. La cuestión de no haber agarrado ni una tira ni una temporada teatral me permite encontrar estas cositas en el camino que me dan más ganas, sobre todo de que tengan un perfil de exposición más aplacado y que sean cosas en las que a mí se me pone en juego un riesgo. Siento que si agarro otra tira como el año pasado voy a tener la sensación de tener que hacerlo bien, voy a terminar haciendo lo mismo y ya no me va a divertir.
“Salí la peor vestida para la revista Gente, junto con Nancy Dupláa. Me dio orgullo. Porque está muy lejos de mí, o de lo que me importa. Entonces sí, me divierte. A Nancy también en su momento le resultó muy divertido”.
Producción: Claudia Pandolfo
Maquillaje: Cata Forniels para estudio Oscar Mulet
Peinó: Cristian Selpulved
Ropa: Try Me, Ver, Yosy Lovers, Medias Cocot, Caro Cuore, Yagmour, Desiderata, Mai Casal, Justa Osadía, Grimaldi, Paula Cahen D’Anvers, Perfectos dragones, Zohue