Jimena Barón: million dollar baby
Con su personaje de chica boxeadora se ganó al público en el prime time de canal 13. A paso sereno pero firme, Incursiona en nuevos terrenos, como la música y el baile. Una actriz que sabe hacia donde va y disfruta el recorrido.
Jimena me preguntó si la podía pasar a buscar por los estudios de grabación porque su auto estaba roto. La encontré relajada y fresca: a pesar de la intensidad de sus jornadas, no trae la locura propia de quienes no paran un minuto. Sin temor a las preguntas, pero meditando bien sus respuestas, comenzamos nuestra charla mientras lidiábamos con el tránsito porteño. Los invito a este repaso por la vida y sensaciones de una actriz que con 25 años de existencia lleva 16 de carrera, y que entendió que la clave está en encontrar felicidad en las pequeñas cosas.
–¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser actriz?
–Cuando ya era actriz. Empecé a los 9 años, fue algo más lúdico. Soy una geminiana muy curiosa que ya había hecho básquet, taekwondo, crochet, cocina, todo me divertía y así fue también el tema del teatro. Hacía tres meses que estudiaba teatro y nadie pensaba que en un casting de quinientas chicas para El faro iba a quedar.
“Me fascinaría hacer cine, pero no haría cualquier cosa por dármelas de actriz cool que trabaja en cine, como hacen muchos, que después ves la película y decís: ‘para hacer esta cadorcha sigo laburando en televisión’”.
–El ritmo de la tira diaria es muy sacrificado, ¿lo disfruta?
–Muchísimo. Me encanta irme a dormir temprano, comer temprano; si el personaje lleva una parte física, comprometerme también con eso. Soy muy fanática.
–¿La angustian los posibles períodos sin trabajo que pasan algunos actores?
–Mi viaje a Nueva Zelanda fue un desafío en ese sentido, porque yo tenía laburo para el año y todo el mundo me decía que estaba en pedo. Yo sentía que si anunciaba mi regreso, a la vuelta tenía que estar todo bien y surgir otro laburo. Gracias a Dios fue lo que pasó.
–¿Cómo fue esa experiencia?
–Estuve un año en Nueva Zelanda y tres meses de mochilera por Asia y por India. Fue muy divertido. Tenía ganas por primera vez de sentirme cien por ciento en la misma situación que la gente de mi edad. Terminé rogando, con una amiga correntina, trabajo en un supermercado de cajera, agarrando en los appart hotel las sobras de lo que dejaban en la habitación. Fue espectacular.
–¿En la India hubo algo de búsqueda espiritual?
–No, no hubo un carajo, es un lugar increíble pero no. Te movilizan muchas cosas porque hay una energía muy power, unos lugares, una gente y unos nenes hermosos. El shock más grande de la pobreza es para los ingleses que no viven la situación que vivimos nosotros acá o en el Chaco. Hay gente muy pelotuda que llega, se compra un turbante y dice que es otra persona.
–¿Cree en Dios?
–Sí, Creo en Dios, creo en San Expedito y creo en la Virgen de Guadalupe, pero son como amigos. Todos los días pido ayuda, puteo, digo que no entiendo, de todo. Tipo una charla más ordinaria, y a veces me contestan.
–¿Es católica?
–No, no soy católica. Mis padres son católicos. Mi madre no me quiso bautizar para que yo decida qué hacer, se hizo medio la hippie chic y yo decidí que me sirven cosas de todas las religiones, por ende no me quiero casar con ninguna. Por ahora.
–¿Cómo vive el trato con la gente?
–A veces me gustaría poder pasar más desapercibida, tampoco es que soy Susana Giménez, pero recibo mucho cariño de la gente, me tratan como si fuera de la familia. Hay cosas que disfruto mucho hacer y me gustaría hacerlas pensando solamente en eso, me encanta el supermercado y tomarme mi tiempo, me gusta ir al barrio chino a comprar semillas y mis boludeces, y es inevitable pensar que te están mirando o un montón de gente te pide una foto. A mí me da vergüenza, no es que me molesta.
–¿Siente que perdió cosas por comenzar su carrera de tan chica?
–No, traté de estar en todos lados un poco. Era mitad satisfacción y algo muy lúdico. Pero a la vez no llegué tarde jamás. Hay gente que trabaja conmigo en producción desde Gasoleros y me dicen que veían que me divertía mucho, pero que me lo tomaba como un re trabajo.
“Si entro en esa del evento, la foto, estar en la revista, en el prime time de canal 13, no me aguanto a mi misma. No me soporto. Y digo, si no me aguanto yo, no me quiero imaginar la gente”.
–¿Es cierto que el papel en Gasoleros lo escribieron para usted?
–Sí, Adrián Suar me llamó después de El faro para conocerme y me dijo que en realidad por el momento no tenía ninguna propuesta concreta, que me quería conocer porque admiraba mucho el trabajo que había hecho. Yo le dije con mucho respeto que no quería trabajar en cualquiera de sus proyectos, que me había encantado conocerlo, pero que yo estaba interesada únicamente en Gasoleros. Mi mamá me pellizcó debajo del escritorio, debo tener la marca todavía. Ahí mismo, medio que no lo podía creer, me dijo que mucha opción no le dejaba y que me iba a escribir unos capítulos. Al final me quedé los dos años que duró el programa.
–¿Por qué usa artísticamente su apellido materno?
–Hubo una confusión en El faro con mis títulos. Yo en ese momento a mi papá no lo veía, se fue cuando era chica y estuvimos distanciados varios años. La que me bancó a full con el tema de la película, con el laburo y con todo era mi mamá. Fue una manera de agradecerle y que quedara su nombre con la peli.
–¿Con su padre recompusieron la relación?
–Sí, Ahora nos llevamos muy bien.
–¿Siente que sus padres están orgullosos cuando la ven?
–Sí, mamá no lo demuestra como cualquier madre clásica, pero sí. Mi padre es más baboso. Para él Dios está a la misma altura que yo, digamos.
–¿En algún momento se le subió la fama a la cabeza?
–No, creo que no, a veces me siento pelotuda haciendo notas, según el título que pongan. La verdad es que trato de que mi laburo hable por mí, porque no me gusta hablar mucho de mi vida. Me cuesta entender que a la gente realmente le interese.
–Pero tiene más de quinientos mil seguidores en Twitter, evidentemente interesa.
–Yo pongo huevadas, trato de poner cosas graciosas. En un punto entiendo que sí, les importa. Pero todavía no me lo creo del todo, me cuesta entenderlo.
–Cuéntenos sobre su proyecto musical.
–Estoy desarrollando mi faceta de cantante. No me quise volver loca, por ahora vamos a hacer un show en febrero en el Soul Café con el Zorrito Von Quintiero. Ya ensayamos un par de veces. Se juntaron músicos demasiado grossos, cosa que me dio pánico. Pero estoy re copada.
–¿Le gustaría volver a hacer cine?
–Me fascinaría, pero no haría cualquier cosa por dármelas de actriz cool que trabaja en cine, como hacen muchos, que después ves la película y decís: “Para hacer esta cadorcha sigo laburando en televisión”.
–¿Qué cosas le renuevan la energía sabiendo que le espera un año de trabajo intenso?
–Boludeces, me pone feliz saber que mis amigas no se van de vacaciones y hay un par que tienen pile y si salgo de grabar antes nos juntamos y hacemos una jarra de tereré y ponemos música, o un viernes nos tomamos unos fernet. Creo que el secreto está un poco también en disfrutar de no hacer nada. Si entro en esa del evento, la foto, estar en la revista, en el prime time de canal 13, no me aguanto a mí misma. No me soporto. Y digo, si no me aguanto yo, no me quiero imaginar la gente.
Producción: Ash Mateu
Asistente de producción: Juan Mansilla
Arte: Nowi Caputo
Maquilló: Faby Pereyra para Estudio
Frumboli con productos Lancôme
Peinó: Cristina Cagnina para Cerini con productos TIGI
Vestuario: Ginebra, Natalia Antolín, Laurencio Adot, Mishka, Caro Cuore, Paruolo y Complot
Agradecimiento: Falabella