Huir, sólo huir de la gente tóxica

“¿Cómo respondemos al ataque verbal? Primero, pensando profundamente en preservar nuestra integridad moral. Tenemos que tomarnos nuestro tiempo. Respirar hondo, llenar los pulmones de aire y contar uno, dos, tres. Responder con monosílabos: ‘Ah... hummm... eh...’ controlando la ira. Vigilando nuestro tono de voz, manifestando una intención positiva. La agresión recibida te ayuda a hacer madurar tu carácter, a liberarte de las culpas profundas y a aprender a rechazar el rechazo. Hay que agradecer a los agresores, porque nos enseñan con quién no debemos juntarnos: si alguien te arremete, di ‘gracias’. Y agrega para tu interior: ‘Gracias, porque de ti no tengo nada que esperar, buscaré mi cosecha en otro’." Así, el licenciado Bernardo Stamateas, que se ha convertido en un referente obligado en esta materia, explica en esta edición de El Planeta Urbano qué hacer y cómo huir de un manipulador, un envidioso o un agresivo.

Existe una palabra que parece definir con acierto el espacio de acercamiento, o no, en la interacción de dos sujetos. Se trata de la empatía, cuyo significado es la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro”, un término que manejan disciplinas diversas como el psicoanálisis, la sociología, la filosofía y la psicopedagogía, entre otras. “En la cuestión del flujo de energía positiva versus energía negativa (esta última, al parecer, condensada en personas que tienen mala empatía o mala onda con el otro) hay que pensar en general, sobre el problema de la intencionalidad como motor de la acción”, asegura desde su área la joven e inquietante filósofa Victoria Nacucchio.

“Tener buena onda” o “tener onda con alguien” figuran en el diccionario de la Real Academia Española como argentinismos. Vibra, al parecer, se usa más en la zona del Caribe: muchos colombianos y mexicanos la prefieren. Algunos especialistas hablan de percepción, dentro del plano de lo que se llama inteligencia emocional. Otros especulan acerca de la actitud, o conducta, que se expresa a través de ondas expansivas de energía. Sea esta positiva –cuyos fluidos resultan sumamente benéficos para la humanidad– o (¡vade retro!) negativa, cuyas emanaciones provocan sensaciones desagradables y perjudiciales cuando se trata de establecer un vínculo. Hay personas que aseguran recibir la “mala vibra” de otra en la piel, casi como una reacción química. Hasta dicen olfatear en el aire la mala onda, cualidad que suele atribuirse a algunos animales. Se cuenta –asegura en su columna Malele Penchansky– que los caballos y los toros, en especial algunos ejemplares de raza, tienen un olfato o sentido de alerta muy agudizado para este tipo de fenómeno.

¿De qué hablamos cuando hablamos de energía positiva? ¿Cómo hacer para vivir mejor y cómo no cargar con gente sencillamente espantosa? Mil explicaciones y caminos recorrió la humanidad para explicar en distintas épocas qué es la felicidad. Y aquí, una simple que soporta el paso de los siglos. El budismo considera al ego una ilusión de la mente, de tal modo que la autoestima, e incluso el alma, son también ilusiones; el amor y la compasión hacia todos los seres con sentimientos y la nula consideración del ego constituyen la base de la felicidad absoluta. En palabras de Buda, “no hay un camino hacia la felicidad, la felicidad es el camino”.

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