La pluma y la patada

 

Como en un partido amistoso, la literatura y el fútbol se pueden encontrar en el campo de juego. Desde la cronista en busca de Carlos Tevez hasta los chicos que intentan recuperar la primera pelota con la que jugó Maradona, estos libros de autores argentinos consiguen que la voz del estadio se mezcle con la voz narradora y el grito de gol.

Durante un año Sonia Budassi fue intrusa en un mundo que siempre le había sido ajeno: el de las canchas de fútbol, las conferencias de prensa de la Selección, los representantes de jugadores, los entrenamientos profesionales en el predio de la AFA. Su objetivo era uno solo: lograr una entrevista con su ídolo futbolístico, Carlos Tevez. Fue a los partidos de eliminatorias en los que la Argentina jugó de local, a Fuerte Apache, al boliche Esperanto (meca nocturna de las estrellas del balompié vernáculo) y habló con todos: amigos y enemigos, desde guardias intimidantes hasta músicos de la movida tropical. El resultado de su aventura periodística cristalizó en su libro Apache. En busca de Carlos Tevez, una crónica que, desde el fracaso (porque nunca obtuvo la mentada entrevista), logra retratar el reverso menos conocido del universo Tevez, una figura que –sin sponsors ni managers que actúen como intermediarios– se vuelve inalcanzable, tanto como el más encumbrado de los ídolos pop. Con buen oficio de cronista, Budassi consigue dar cuenta de un fenómeno que excede al astro del Manchester City: el del fútbol y sus estrellas con contratos millonarios, el de los jóvenes que en muy pocos años saltaron del potrero a los estadios europeos, con su origen de clase, sus expectativas y, sobre todo, sus adláteres: sombras que los custodian en todo momento, como las marcas personales de un dibujo táctico “de pizarrón”.

El ídolo más difícil de encontrar.

La pelota del 10

Hay que encontrar la primera pelota con la que jugó Maradona. Esa es la consigna a partir de la cual se desarrolla El equipo de los sueños, de Sergio Olguín, una suerte de Los goonies en el conurbano, con aventuras, peligros e historia de amor incluidos. Ariel, el protagonista, es un chico que trabaja en una verdulería de Villa Fiorito ayudando a su tío.

Ahí, en las mismas calles que vieron nacer a Maradona, conoce a Patricia, a cuyo padre “el 10” le regaló su primera pelota, que ahora está en poder de “Los Gardelitos”, una bandita de chicos con mala fama bien ganada, a quienes se enfrentarán Ariel y sus amigos con tal de recuperarla (porque después de todo,  como supo decir Diego, “la pelota no se mancha”). Publicada como novela juvenil –pero muy apta para mayores–, El equipo de los sueños puede ser una buena puerta de entrada para tentar a preadolescentes y púberes con la lectura: una de aventuras en un escenario tan extraño como próximo, con persecuciones, peligros, barras bravas con buenas intenciones y hasta policías corruptos, que se recorta sobre una historia de amor y amistad de esas que generan una sonrisa cómplice, la de las ganas intactas de volver a dar el primer beso.

En búsqueda del santo grial deportivo.

Aunque ganes, aunque pierdas

Fútbol que es fobal, sentimiento de potrero, hinchas fanáticos, intelectuales que se burlan de las pasiones populares, todo esto se encuentra en Ganar es de perdedores, de Ariel Magnus, un libro de once cuentos (una formación titular completa) que con un genial sentido del humor se nutre del lenguaje de las tribunas, del “casete” de los jugadores, de los lugares comunes de periodistas y relatores. Desde un director técnico despreocupado por los resultados que cree que el fútbol es más un hecho estético que competitivo, hasta un hincha que discurre entre los “platónicos” y los “escépticos”, afirmando que “la intelectualización del fútbol y la futbolización de la intelectualidad son las dos cosas que no tolera un intelectual al que no le interesan los deportes”.

Once cuentos, un equipo completo.

En sus cuentos conviven personajes tan originales como extravagantes: el arquero que a sus 60 años aún insiste en seguir jugando ante la incredulidad de los directivos de su club, que intentan tentarlo para el retiro; el jugador que sólo siente que ha hecho bien su trabajo si durante el partido fractura a algún contrincante; el hincha asmático que pone literalmente en juego su vida en un partido clave de Huracán; el directivo que se burla de los escritores que, al igual que los jugadores, ahora también tienen representantes. Para rematarla, entre sus páginas hay un cuento corto (más bien mínimo, ya que toda la trama se resuelve en cinco oraciones), “Entretiempo”, que debería integrar cualquier futura antología del “cuento corto argentino”, en el que se narra una infidelidad, un asesinato y una venganza impune, todo en media carilla.

La tradición de la narrativa futbolera argentina –con autores como Fontanarrosa, Sacheri o Soriano, entre otros– ha encontrado en Magnus uno más para su selección. Un libro que se lee con el tesón y la expectativa de ese último segundo de descuento coronado por el gol.

La literatura futbolera tiene a su mejor exponente en Fontanarrosa.

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