Convertir el no en sí
El progreso de la humanidad es el resultado de la rebeldía y la curiosidad de los intrépidos.
Por definición, un intrépido es alguien que no les teme a los peligros y que se caracteriza por su valentía.
Etimológicamente, viene del latín intrepidus, que es la negación de trepidus, es decir, tembloroso. Resumiendo, es alguien que no tiembla, que no se aferra a los puntos de vista ni a las opiniones ajenas y mantiene la mente abierta y atenta para dar el gran salto. Genios como Dante Alighieri, Miguel Ángel o Leonardo Da Vinci les allanaron el camino a grandes creadores. Nicolás Copérnico y Galileo Galilei se inspiraron en esa locura creativa y marcaron el camino a grandes como Isaac Newton o Albert Einstein. Tratar de hacer que exista lo que no existe modela el mundo. Y para eso alcanza con nombrar a Bill Gates, Frank Cory o Steve Jobs.
En esta edición de El Planeta Urbano intentamos mostrar a aquellas personas que no tienen miedo de hablar, que no tiemblan frente a lo impuesto e intentan sublevarse frente al deber ser, para vivir de la forma más parecida que se pueda al querer ser. Valeria Bertuccelli, por ejemplo, defiende su postura frente al aborto, las drogas y otros temas que, socialmente, pueden generar controversia: “No me interesa dar la cara por nadie más que por mí. Me hago cargo de mí, de mi familia, y no voy a poner la cara y el cuerpo por nadie. Quiero decir, si me preguntan: ‘¿Apoyás la ley de aborto, ponés tu cara?’, sí, lo hago. Muchas veces me llaman por cosas en las que necesitan presencia, y si me parecen bien voy, sea este gobierno o sea otro. Voy detrás de lo que me parece, no de un gobierno”.
Tamara Pettinato, la hija mayor de Roberto –como a ella misma le gusta decir–, es la demostración absoluta de que no se puede ir contra el ADN. Su padre –figura siempre presente en su relato– es su mentor. Igual que cualquier otra chica de su condición, cuenta su crisis con los medios y la familia. “Me peleé con mi viejo una vez muy mal. Fue por su último hijo. Me parecía una desubicación total. No quería tener otro hermano a esta edad. No me gusta la gente tan grande que sigue teniendo hijos. Papá tiene casi 60 años, y cuando los pibes tengan 15 él va a tener 75… Es antinatural. Tiene un nieto y un hijo de la misma edad, ¡no da! Yo voy a tener más hijos, pero por ahora no, porque estoy tomando mucho vino y mucha cerveza, y si me embarazo vuelvo a la vida del tecito a la noche.”
Y para redondear la intrepidez, vale como muestra una explicación de Felipe Pigna, acerca de por qué decidió escribir Evita. La vida en jirones. “Ella era una intrépida. En general los intrépidos, los buenos intrépidos, son aquellos que se animan un poco más, y Evita es un caso así. No creo en la predestinación, no soy calvinista, pero el seguir y seguir contra todo, porque le dijeron siempre que no y ella siempre fue por el sí, creo que la convierte en una buena intrépida.”
Esta edición de El Planeta Urbano se propone, justamente, convertir el no en sí. Porque el intento y el logro valen la pena.
