Catarina Spinetta: “Mi papá es el ejemplo de que creatividad no tiene que ver con reviente”
Tiene 34 años y 14 de casada, es mamá de tres hijos, pinta, teje, cocina, hace alfarería, practica reiki, y yoga, algunas noches trabaja como DJ. Nació en una casa donde respiraba arte y no imagina vivir de otra manera.
Vivir artísticamente es su estilo de vida. No imagina de otro forma, y no puede responder a la pregunta de si con eso se nace, se puede elegir o se aprende. Ella nació en una familia que convivía con el proceso de creativo de Luis Alberto Spinetta. “El proceso creativo que le sucedía a él nos sucedía a todos como consecuencia”, dice Catarina sobre la casa en que se crió, aunque reconoce que cuando era chica no entendía por qué no eran convencionales.
Sin embargo, ahora, con su propia familia formada desde hace más de 14 años junto al actor Nahuel Mutti, tiene tres hijos, repite el modelo de “la educación y del amor” que recibió. “El arte es estar en sintonía con la creación”, define, piensa, mientras toma un mate con azúcar en el sillón del estudio donde más tarde hará las fotos con Eduardo Martí, el fotógrafo de su papá. “Prácticamente no se dejaba hacer fotos con nadie más”, cuenta y recuerda que en este mismo espacio, ella, además, hizo su fiesta de casamiento.
–¿Qué es el arte?
–El arte es estar en sintonía con la creación. Y eso se puede plasmar en distintas cosas, por lo menos a mí me pasa eso. Cuando uno puede estar creando, puede ser cualquier cosa lo que haga, desde un pan hasta un cuadro. Uno puede vivir de manera artística, creo que el arte es un estilo de vida pero desde el punto de vista de que fluye la creatividad, no desde el querer estructurar ni la creación ni el arte. Creo que puede llegar a ser lo mejor de la creación. Pueden ser momentos o hasta canciones, para los que hacen canciones, o cuadros u obras como las que hago, y creo que hay cosas que se transforman en arte porque son bellas. El arte embellece y desde ahí cualquier cosa puede ser artística y uno puede vivir de forma artística.
–¿Es una decisión de vida?
–No sé, a mí me pasó sin saber esto y sin intentar hacer arte, creo que en mi familia han hecho arte con todo, con muchas cosas. Lo fabuloso de los grandes artistas es que son arte sin querer serlo, el que fuerza la creatividad para crear algo que sea artístico, en ese camino, creo, el arte se quiebra, puede llegar a tener un resultado pero viene más de la cabeza. Lo genial del arte es que canalice la creatividad que tuvo esa persona al hacerlo porque no es pensado, no es algo de la mente, es algo que sale y que no se puede planear. No funciona así, no lo podés programar. No se puede estructurar tanto la palabra arte justamente por eso, creo que arte son muchas cosas.
A mi me pasó de estar viviendo siempre rodeada de creación y no puedo hablar desde otro lugar. Sí me parece que todos los seres estamos conectados a una energía que podemos llamar o no, es parte de nosotros como seres humanos y están quienes escuchan eso y sienten la necesidad de plasmarlo en algo, como hay gente que no, y que te dice “no puedo hacer nada, a mí con el arte, no”, como si fuera un don que no van a poder adquirir en nada y creo que sí, que todos pueden encontrar eso en distintos grados y para distintas cosas, pero como culturalmente el arte no es rentable, no es algo que la gente busque.
El arte es sólo por una gratificación personal, es para uno. Por eso la gente se cierra un montón a crear, porque el disfrute pasa por uno mismo en el momento que lo estás haciendo.
–¿Vincula de alguna manera el consumo de drogas con el proceso creativo o con el arte en general?
–El que tiene que llegar forzosamente mediante una droga para estar en contacto y, bueno… la persona que está conectada con su creatividad no tiene absolutamente nada que ver con la droga, de hecho creo mucho más sabio estar lúcido porque además es más difícil, porque hay que apagar la cabeza y con nada, realmente nada, llegar ahí, a la conexión. Es cierto que hay muchísimos grandes artistas que han sido grandes adictos, creo que igualmente eso está o no está y la manera de llegar es una decisión: te hacés mierda en el camino o no. A mí no me gusta el reviente, por más que laburo de noche nunca fui reventada.
La droga nunca fue tabú, siempre hubo libertad en casa pero mis padres siempre fueron muy cuidas, muy de saber a la hora que llegás, en qué estado, pero nunca desconfiaron porque nunca hicimos nada, porque cuando te dan libertad, y te explican las cosas como son, “esto no te conviene, esto tampoco, esto tampoco.”
Tuvimos la suerte de ser aconsejados de una forma sabia, real, lo veías en mi viejo. Él siempre fue un hombre de familia, de no era un reventado, nunca lo vi dado vuelta, nunca, nunca. Entonces tengo el claro ejemplo de que la creación no tienen que ver con el reviente. Siempre vi a un papá, un tipo que estaba pilas, amoroso, cariñoso, conectado con la música, conectado con los hijos, conectado con su familia. No vivo el arte por ese lado, tengo otra educación.
–Sin embargo, la gente suele ser muy prejuiciosa, ¿no?
–Siempre me tuve que bancar que pensaran una cosa o que dijeran otras y obviamente me jodía porque no tenían idea de quién era mi viejo, o cómo nos cuidaban y todo lo que hicieron. Siempre supimos ver quiénes se acercaban y por qué, detectabas de qué manera y con qué prejuicio.
Antes era peor, “¡papá rockero!” Todo un preconcepto cuando en realidad mis viejos siempre fueron re proniños. Una casa de familia más allá del rock o de la poesía o toda la energía que podía haber con semejante artista.
–Era como vivir en un proceso creativo permanente…
–Exacto y el proceso creativo que le sucedía a él nos envolvía a todos, porque él estaba con la guitarra y nosotros estábamos haciendo quilombo mientras él componía, así convivíamos todos y después vino Vera, la más chiquita, la malcriada por todos. Éramos todos adolescentes y nos volvió locos.
Ahí me agarró una cosa de querer ser mamá joven. Vera me llenó. La cuidé, hice de hermana mayor, su segunda mamá, igual mi mamá estaba siempre, se dedicó a nosotros todo el tiempo, hizo sus cosas artísticas pero siempre dedicada a nosotros, de cocinar, mucho, los dos, muy bien.
–¿Cocina?
–Sí, es otra de esas cosas que se tiene que pasar. Pasamos la música, la pintura, la comida.
Así vivimos en casa y así vivo ahora en mi casa.
–Incursionó en muchas cosas, ¿cómo llegó a esos lugares?
–Eran cosas que me iban llamando la atención, y hay varias de esas cosas que las sigo haciendo. Empecé a pintar a los 12 años. Mi papá era un dibujante extraordinario y pintaba, tenía su atril y es el que yo uso, siempre hubo una mesa de dibujo en casa. Cuando arranqué a pintar lo hice como algo que me llamó la atención. También en algún momento empecé a aprender a tocar la guitarra y me molestó tener ampollas en los dedos, y con el piano tomé clases y no me enganchó tanto.
Me engancha más lo visual, lo estético, entonces pinté, estudié, hice muestras, pero lo hice para mí, hoy en día me gustaría y tengo en vista más adelante meterle más a eso, tengo que ir ahí, ya me pasó con las piezas de alfarería, que empecé hace tres años y medio. Todo lo que fui adquiriendo es parte de mí y según el momento le doy más o menos tiempo. La creación más grande es el tener hijos.
–Y ahí está en juego la creatividad todo el tiempo.
–Sí, y hay que cuidarlos y estar. No los de- legué a mis hijos. La maternidad me pegó superbien porque hasta que no la vivís no sabés qué te puede pasar, por más buena intención que tengas. Hay muchas mujeres, no lo digo como crítica, tienen un hijo y de pronto se dan cuentan de que la vida se les escapa, que tienen que salir corriendo porque no pueden hacer lo que tenían planeado.
Estoy orgullosa de mí en ese sentido, no me abandoné ni a mí, ni a los chicos. Lo pude manejar muy bien y mi marido es parte de eso, poder complementarnos de tal forma y poder llevar una vida como la que llevamos, al aire libre, en el campo, con nuestro hijos en la naturaleza, con todos los problemas que puede tener una pareja , las crisis o lo que sea, apuntamos a eso y le ponemos y tampoco me transformé en una hippie que vive en el medio del campo, la que no hizo más nada y se olvidó del mundo artístico o del mundo del espectáculo del cual formo parte y lo tengo asumido desde hace mucho.
– ¿ Su casa es una casa musical?
–Sí, música las 24 horas, no podemos escuchar cuando dormimos, pero hay música todo el tiempo.
–¿Y sus chicos cómo son? ¿Con qué arte se enganchan más?
–Los chicos son muy cambiantes según las edades. Benicio es un genio dibujando, groso, es un artista plástico y es un actor cómico genial. Ángelo es más refinado, toca la guitarra y escribe.
Ahora están rapeando con el primo, con el hijo de Dante, se juntan los tres y hacen unos raps que te morís. Parecemos nosotros. Es como vernos cuando éramos chicos, que nos encerrábamos a hacer música, después con la música siguieron los varones, yo fui para otro lado. Los chicos ahora tienen su micrófono y aparecen y dicen “vamos a hacer un show ”.
–¿Y ustedes hacían lo mismo?
–Sí.
–¿Repite cosas que vio en tu casa?
–Sí, en lo que tiene que ver con la educación y con el amor, sí, eso es algo que siempre tuve claro. Por ahí cuando era chica no entendía por qué no eran convencionales.
– ¿ Eso le reclamaba?
– Sí, claro. Yo tengo una personalidad muy prolija, nunca me llevé una materia, no era rebelde, no lo necesité, no había nada que romper, era a l revés, romper era salir y decir “quiero dormir y están haciendo ruido”. Iba yo a cagarlo a pedos a mi viejo y a sus amigos, y les pedía que bajaran el volumen porque tenía que ir al colegio.
–Esa era la rebeldía en esa casa, ¿no?
–Sí, eso era ser rebelde. “Déjenme tratar de estar en sintonía con lo que me pasa a mi a edad y con lo que les pasa a mis compañeros del colegio.”
Con Catarina se puede hablar horas, porque el la hace de todo, prueba de todo, se anima, no le teme a lo nuevo, al contrario, la entusiasman los desafíos, lo desconocido. Teje, pinta, lava la ropa, practica reiki y yoga, cocina, hace alfarería, algunas noches es DJ, lo que hoy considera es su “trabajo”, hace terapia, decora ella misma su casa, tiene tres hijos, está casada hace 14 años, tiene 34, es de tauro y, por supuesto, necesita que el día sea más largo. Fue modelo, conductora y actriz y confiesa que siempre va dejando puertas abiertas, aunque en un futuro no muy lejano quiere dedicarse a pleno a la pintura. Y sí, queda claro que necesita que el día se más largo.
Mi papá
-“Tuvimos la suerte de ser aconsejados de una forma tan sabia y tan real. Mi viejo siempre fue un tipo de familia. Siempre vi a un papá, a un tipo que estaba pilas, amoroso, cariñoso, conectado con la música, los hijos y la familia”.
-“Siempre me tuve que bancar que pensaran una cosa o que dijeran cosas y obviamente me jodía porque no tenían idea de quién era mi viejo o cómo nos cuidaban. Antes era peor, “¡papá rockero!” Todo un preconcepto. Era una casa de familia mas allá del rock o de la poesía o toda la energía que podía haber con semejante artista”.
-“Mi papá era un dibujante extraordinario, pintaba y tenía un atril, que es el que yo uso, siempre hubo una mesa de dibujo en casa.”
- “Siempre tuvimos libertad, pero eran muy cuidas, de saber a qué hora llegás y en qué estado. Pero nunca desconfiaron.”
- “Convivíamos así: él estaba con la guitarra acá o allá y nosotros estábamos haciendo quilombo y lo molestábamos mientras él componía. Cuando era chica no entendía por qué mis padres no eran convencionales.”