Envidia por Rosario Ortega
La envidia es, tal vez, el pecado más difícil de representar porque genera sentimientos encontrados en todos. Pero tuvimos la suerte de ponerlo en manos de Rosario Ortega, quien se entregó al juego sin prejuicios. Talentosa, tan linda que parece una muñeca y con una personalidad que promete llegar muy lejos. Envidien.
Clara, frontal y segura de su búsqueda personal. Eso la hace completamente humana, honesta. Nos gusta más de lo que pensábamos. Habla con seguridad aun de sus inseguridades.
Se la ve serena, aunque está esperando ansiosa el lanzamiento de su primer disco solista. Le atraen las contradicciones y aprende de todo lo que se presenta en su vida.
Hablamos de eso y, obviamente, de los pecados capitales.
–¿Cómo descubrió su vocación por el canto?
–La verdad es que siempre canté. Desde que era muy chica mi hermano me pedía que le hiciera coros.
Entonces fue muy natural que siguiera por este camino. De alguna manera todo fue confluyendo para que me dedique a cantar.
–Entonces, ¿con qué soñaba cuando era niña?
–Me imaginaba siendo domadora de delfines, porque me apasionaban cuando era chica. Mis intereses pasaban por trabajar con animales. Nunca me paré frente al espejo con un micrófono en mano. De todas maneras, tomé clases de canto desde los trece años, y a los 19 empecé a tener ganas de componer.
Esto coincidió con que me llamaron de un sello discográfico para hacerlo, pero ellos me querían dar el look, el estilo musical… todo. Y la verdad es que no quise. Medio que huí de eso, y empecé a buscar estilos de música que me gustaban y con los que me sentía identificada. Poco a poco me encontré, y creo que es un camino que continúa en el tiempo.
–Cuando decidió que no quería armar el formato pop que le ofrecían, ¿cómo encaró su carrera?
–En esa época empecé a escuchar Joni Mitchell y otros estilos de música que me llegaban por algún motivo.
Coincidió con un par de años en los que me fui a vivir afuera. Allí viví un momento muy introspectivo. Y todo se acomodó naturalmente. Me propusieron armar una banda de chicas, con temas que había compuesto y había subido a MySpace. También participé en el soundtrack de una película (de Ethan Hawke), estuve en la banda Entre Ríos, pero lo cierto es que yo lo entiendo como una etapa de búsqueda de mi propio estilo. El camino que uno tiene que transitar para encontrarse. Recién hace tres años empecé a componer el disco que ahora estoy lanzando. Tengo mis temas, otros compuestos con otras personas y algunos que no son míos. Pero todos están muy trabajados. Estoy rodeada de gente sumamente profesional, y trabajamos mucho sobre el material… que de hecho lo tenemos listo desde hace casi dos años (y se ríe mientras mira el piso).
No lo saqué antes porque quería encontrar la compañía correcta, y en ese momento vino la propuesta de Charly para cantar con él y largué todo. Lo puse en stand by y ahora ¡ya quiero que salga!
–¿Y le sirvió ese tiempo en stand by?
–Sí. Lo aproveché mucho. Me metí en los detalles, en el sonido, pude revisar todo hasta que quedó como quería.
Tengo la certeza de que lo que está en el disco es lo que me representa ahora. Es mi voz hoy, porque probablemente dentro de un año tenga otro disco en la cabeza, incluso por ahí incursiono en otros estilos musicales. Por eso no quiero que este disco me quede viejo. Quiero avanzar, mover y no dejar las cosas en el cajón.
–¿Cómo fue la experiencia con Charly?
–¡Fue genial! Te confieso que el primer día llegué al ensayo un poco nerviosa porque Charly tiene esa imagen de decir o hacer cualquier cosa, entonces no sabía qué esperar. Traté de que no se me notaran los nervios y sólo canté. Después comenzó la gira y fue una experiencia increíble. Me encontré con un tipo que te dice todo, lo bueno y lo malo. Eso es superconstructivo porque además de ser un ícono es un buen profesor. Cantar con él me llenó de experiencia. Es una muy buena forma de curtirse.
–¿Cómo se proyecta en el corto plazo?
–En el corto plazo me veo sacando el disco, componiendo y siguiendo con este camino de búsqueda que creo que va a durar siempre. De algún modo, todos estamos buscándonos constantemente, ¿o no?
–¿Y en el largo?
–Me cuesta ver el largo plazo porque tengo muchos proyectos en la cabeza, muchas cosas que quiero hacer y siento que no me va a alcanzar el tiempo.
–Cambiar, mutar, moverse es parte de la vida en todos los ámbitos.
–Claro, por eso es que quiero sacar este disco ahora, porque me representa hoy y tal vez mañana ya no. Como en todo camino uno se encuentra con contradicciones todo el tiempo. Hoy te gusta algo que mañana ya no, y al revés también.
–Crecer es encontrarse con las contradicciones, trascenderlas y desentrañar el camino a partir de ellas. ¿Está de acuerdo?
–Exacto. Para mí las contradicciones son importantísimas por que muchas veces es donde más aprendo.
Donde encuentro lo que me gusta y lo que no. Quedarse en la duda, sin enfrentar las contradicciones es estancarse. Si tengo que proyectar, me gustaría en el futuro encontrar a alguien especial con quien tener una relación que dure y ser siempre fiel a lo que me pasa.
–Cuénteme sobre el disco.
–Fue un proceso largo porque yo cantaba en inglés y pasé todo al castellano. Me ayudó mucho un productor amigo, Jesse Harris. Con él trabajamos en el disco en todas las instancias. Incluso en los retoques últimos donde lo terminamos de adaptar a mi ahora. Es un disco de pop folk con muchos instrumentos interesantes. Es bastante intimista.
–Veo que es una persona inquieta a la que le divierte indagar. Vamos a jugar un poco con los pecados. ¿Cuál le parece el peor de los siete?
–Me parece que la soberbia es el peor. Estaría entre la soberbia y la envidia. Las dos cosas pueden ser fatales.
–¿Por qué los declara fatales?
–Porque son dos cosas que pueden hacer que me aleje por completo de una persona.
La soberbia me puede. Hay personas que aparentan serlo y en realidad son tímidas, y pasa que uno puede confundirse.
Pero creo que la humildad es una de las cualidades más atractivas en una persona, y tal vez por eso no soporto la soberbia. Y la envidia es superdestructiva.
–¿Se identifica con alguno de los pecados?
–Puede ser que con la ambición (codicia).
Viste que hay gente que dice que lo mejor que le puede pasar es vivir en un campo tranquilo. Bueno, eso a mí no me pasa. Me gusta imaginar cosas y que después sucedan. De todas maneras, confieso que también me identifico con la pereza, y lucho contra ella. Igual siempre trato de manejar los límites. Creo que todo lo desmedido es malo, aun lo bueno. Hasta el exceso de amor puede ser malo. Hay que graduar siempre. Es una fiaca, pero hay que hacerlo.
–Es la búsqueda del equilibrio.
–Claro, total. Puede resultar cansador, pero es necesario.
–Si tuviese que poner los pecados en el plano colectivo, ¿cuál cree que es el que predomina en la sociedad mundial?
–Creo que es bastante avara. Y además está mal equilibrada. Parecería que las personas buscaran el equilibrio, pero la sociedad no las contiene.
–¿Cree que se puede lograr algún cambio?
–Entiendo que el cambio tiene que empezar en uno mismo. Y sería genial que se propague. Desde la música se puede mover en esa dirección, pero siempre va a haber una instancia personal que es la que hace la diferencia.
–Si pudiese hacer que alguno de los pecados desaparezca de la tierra, ¿cuál o cuáles desterraría?
–Me parece que haría desaparecer la ira, y eso es algo que se ve mucho en lo colectivo. Ahora que los repasamos, me doy cuenta de que nuestra sociedad tiene mucho de eso también. La pelea sin sentido, la lucha de poderes constante. Es de un egoísmo muy alto, y lleva siempre a estados de ira.
–¿Cree que los pecados están apoyados en el ego?
–Sí, obvio. El ego es algo que hay que equilibrar. Porque no tener ego es una cagada, y el exceso de ego es espantoso también.
Se la puede envidiar por lo linda que es. Se la puede envidiar por su talento.
Se la puede envidiar porque a sus veinticuatro años está firme sobre sus pies, y se permite todos los beneficios de la duda. Pero todos los que estuvimos en la producción de esta nota coincidimos en que creemos que es difícil que Rosario envidie.