Diego Torres: “Al ego lo tengo bastante acomodado”

El artista argentino con mayor proyección internacional retoma su faceta de actor con Extraños en la noche, la nueva comedia que protagoniza y promete romper la taquilla cinematográfica. En esta nota, el cantante habla del éxito, de sus ganas de ser padre, de los consejos de su madre y de cómo manejar la humildad en un medio donde abunda la soberbia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El único artista que formó parte del último conteo de fin de año en Nueva York llega con un halo de humildad a la casona de San Isidro donde fue citado para ser el personaje de tapa de esta revista. Dos horas antes, un séquito de vestuaristas, maquilladores, peinadores, productores, asistentes, managers, jefes de prensa y jefes de cualquier cosa se presentan en la locación con aires de estrella. Examinan, exigen, chequean, dan vueltas, caminan prendidos al celular y controlan que todo esté como a Diego le gusta. Pero Diego, el responsable de la situación, es cualquier cosa menos un divo. Al llegar saluda cariñosamente a todos los presentes, hace chistes, se ríe, se cambia, usa la ropa que le indican y se dispone a seguir las directivas de la fotógrafa. No exige nada, no pide ni un vaso de agua. No se queja, no pone mala cara, no impone ideas ni se niega a hacer lo que le pedimos. Posa como el profesional que es, durante dos horas seguidas, y luego se dispone a conversar una hora más para la entrevista, manteniendo la simpatía y el buen humor del comienzo.

Diego es, ante todo, un tipo humilde. Tanto que la soberbia, el pecado que representa para nuestra edición especial, parece una contradicción.

Y lo es. Y por eso elegimos a Diego Torres como referente de algo que le resulta ajeno. Porque es un hombre tan afable y poco soberbio que los más orgullosos, culpables de aquel pecado, deberían leer esta nota y aprender las lecciones de un grande. Un número uno que, ante todo, no se la cree.

 

–¿Cómo decidió volver a la actuación con Extraños en la noche?

 

–Me gustó que fuera una comedia, porque yo nunca había hecho una película de ese género. Siempre mi vieja me decía que yo podía ser un buen comediante, y yo sentí que esta era la peli que tenía ganas de hacer.

 

–¿Pensó en su madre al momento de grabar?

 

–Sí, mucho. Me acordé de algo que la vieja me decía siempre: “No abandones al actor que llevás adentro, aunque te vaya bien en la música”. La vieja estaría feliz con esta vuelta mía al cine.

 

–¿Qué consejos le daba?

 

–La vieja me decía: “Vos sos un tipo que también actúa, así que no abandones bese mundo”. Por eso cuando la gente me dice: “A vos te va muy bien en la música, seguro que abandonás la actuación”, yo siento que no.

 

–¿Qué extraña de su madre?

 

–Sus consejos, sus palabras, su sabiduría. Mi mamá era muy Kung Fu, era una mujer de concepto muy claro. Mamá tenía una experiencia de vida muy intensa, y lo que se extraña es eso. A veces pienso “¡En este momento cómo me gustaría hablar un poquito con la vieja!”.

 

–Ayer posteó en Twitter una foto de un asado que hizo en su casa, ¿con quién lo compartió?


–Con mi mujer, la hermana de mi mujer y su marido. Muy chiquito y muy  íntimo.

 

–Además de hacer asados, ¿cocina?

 

–Sí, me gusta comer bien y cocinar, es terapéutico.

 

–También mantiene la ceremonia del fútbol. ¿Con quién juega?

 

–Tengo dos grupos de juego acá. Uno que es los sábados y otro en la semana.

Me gusta mucho jugar al fútbol, hago mucho deporte siempre. Salgo a correr, juego al tenis, cuando era chico jugaba al rugby, al fútbol. Me he pasado la vida siempre cerca del deporte. La música y el deporte son esenciales para mí. Cuando salgo de gira me llevo las zapatillas y salgo a correr, es otra manera de conectarme con el lugar en el que estoy.

 

–Y de paso se mantiene en forma.


–Sí, pero también corro para despejar la bocha.

  

–¿Su trabajo le genera mucho estrés?


–Es cansador, las giras y los viajes son muy estresantes. Hay veces que estás una semana acá, otra allá.

 

–¿Está harto de viajar?


–Siempre me gustó mucho, pero después de tantos vuelos te puedo decir que las mejores vacaciones son en mi casa.

 

–¿Cuál es para usted el peor pecado capital?

 

–La ira me parece que no es una buena consejera.

 

–¿Con qué frecuencia lo ataca?


–Aprendí a manejar más la calentura.

A veces me sube más el temperamento, y el fin no justifica los medios. Entonces uno aprende a controlarse, a andar más tranquilo por la vida. Un poco eso.

 

–¿Es un hombre orgulloso?


–No, al ego lo tengo bastante acomodado.

 

–¿Y la gula?


–Bueno, a veces me atacan los dulces, pero a esta altura de mi vida no queda otra que cuidarme. Hago mucho deporte y trato de comer poco.

 

NEW YORK, NEW YORK

El 31 de diciembre de 2011 Diego Torres actuó con los artistas más importantes de Estados Unidos en el tradicional conteo de año nuevo que se celebra en Times Square. Allí, el único artista latino elegido para la ocasión cantó su tradicional “Color esperanza”, concretando uno de los sueños más importantes de su carrera.

–¿Cómo llegó a tocar en el countdown de año nuevo en Nueva York?


–La propuesta vino de parte de los organizadores del evento, que tenía cupo para un artista latino.

 

–¿Y quién lo eligió a usted?


–La gente de Univisión (N. de la R.: La cadena de televisión hispana más importante de Estados Unidos). Fue una oportunidad, una locura. Nunca pensamos que esto se podía dar, pero ocurrió.

 

–¿Dónde estaba cuando le dieron la noticia?


–Estábamos terminando una gira por Corrientes y Misiones y de ahí tuvimos que ir directo para Nueva York.

 

–Con Lady Gaga.

 

–Con Lady Gaga, Justin Bieber, Alicia Keys, Pitbull.

 

–¿Se sintió muy nervioso?


–Había una adrenalina importante, una mezcla de nervios con ansiedad.

 

–¿Qué significó estar ahí?


–Para mí fue muy simbólico, porque yo tuve un hermano viviendo diez años en Nueva York, entonces fui de muy jovencito, cuando estaba en el colegio, y trabajé de mozo en un restaurante. Andaba con mi bicicleta, veía todos los conciertos, las obras de teatro. Toda esa información que te da Nueva York.

 

          


–Entonces, cantar en ese lugar fue como una conquista.


–Estar paradito ahí era acordarme de mí jovencito con la bicicleta, de todo lo que me pasó en la vida y de repente… ¡tac! Darte cuenta de que estás tocando en ese mismo lugar fue como plantar una bandera. Sobre todo para los argentinos, que todo nos cuesta tanto en el mercado latino.

 

–¿Por la diferencia de acento?


–Exactamente, somos tan distintos que todo cuesta el doble.

 

–Entonces tuvo doble mérito.


–Yo lo sentí como una caricia. Después de tantos años de venir batallando por tantos países, es como un premio. Y creo que la gente acá lo sintió así, dijo: “¡Hay uno nuestro!”. Porque nunca estamos.

 

–Ese orgullo de haber logrado algo tan grande, ¿puede hacerlo caer en la soberbia?


–No, en mi caso mi personalidad pasa por otro lado. A lo mejor la experiencia de haber nacido en un mundo con una madre artista te hace entender, comprender un montón de cosas de arranque. La educación es elemental en una persona. Después, los años de vivir y de trabajar de esto te hacen disfrutarlo desde otro lugar.

 

–¿Se considera una persona humilde?


–Yo creo que la gente te valora como ser humano porque te ve como un tipo muy auténtico, muy cercano.

 

–¿Cómo se manifiesta esa sensación de cercanía con la gente?

–Yo necesito mantener las pequeñas cosas muy mías de mi vida. Ir a comprar el pan, ir al almacén.

 

–¿Acá la fama no le impide hacer esas cosas?

 

–Para nada, acá también lo hago. Voy al barrio atrás de mi casa y la gente misma te cuida. A mí en la panadería nunca me pidieron un autógrafo, porque yo llego, corto el numerito, espero, saludo, pido mis pancitos, mi media docena de facturas, le pido a las chicas que atienden que me conviden un mate.

 

–¿Nadie lo molesta?


–Ahí no. La gente te caza la onda, entonces ellos mismos, los del barrio, dicen: “Che, no lo jodan a Diego, viene siempre a comprar el pan acá”. Y todo bien.

 

–¿Qué importancia le da a esa cotidianeidad?


–Para mí eso es tan importante como haber tocado en Nueva York. En toda esta era tan boluda que hay de famosismo sin nada, todo eso ayuda.

 

–¿Es la base de su humildad?


–Y sí, es mi esencia, qué se yo. Es mi educación.

 

–Siempre se lo vio muy cercano a sus sobrinos, ¿cómo es la relación con ellos?


–Tengo un contacto muy cercano, les encanta venir a casa a pasar el fin de semana, salimos a andar en cuatriciclo, jugamos al fútbol, vemos películas. Los chicos cuando reciben cariño y calidad de tiempo y afecto lo notan, entonces cada vez que estoy en Buenos Aires dicen: “¡Vamos a los del tío!”.

 

–Entonces, los hijos propios, ¿para cuándo?


–Y, qué se yo, cuando deje de dar vueltas.

 

–¿Cuándo dejará de dar vueltas?


–No sé, en algún momento (risas).

 

–¿Nadie le hace reclamos?


–No, por suerte no.

 

–Déborah es divina.


–(Ríe, no deja de reír) Sí, es una muy buena chica.

 

–Bueno, entonces los hijos van a llegar.

–Sí, ojalá. Yo creo que sí, ojalá.

 

–¿Quiere o no quiere?

 

–(Sigue riendo, nervioso). Sí, seguro, lo que pasa es que nosotros no queremos coartar nuestra libertad, disfrutamos mucho de movernos, vamos, venimos, viajamos, al no tener chicos no tenemos problemas con nada. Nos gusta tener el tiempo libre de ir y venir, estar un mes acá, un mes allá. Es así. Pero bueno, tarde o temprano pasarán otras cosas.

 

 

 

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