Martín Palermo, el titán: adiós a la leyenda

Es el máximo goleador de la historia de Boca pero lo quieren hasta los de River. Se despidió del fútbol en una fiesta impresionante, con la Bombonera colmada y acariciado por oleadas de amor.

 

 

 Abrir la página oficial de Martín Palermo en internet o buscarlo en Wikipedia impresiona. Impresiona por su trayectoria en los 19 años en que jugó en Estudiantes, Boca y en España, por la cantidad de goles que convirtió (306), los títulos logrados (15, entre Nacionales, Clausuras, Aperturas, Libertadores, Sudamericanas e Intercontinental). Impresiona porque a un poco más de medio año de retirado, su hijo Ryduan Palermo se va perfilando como su sucesor en una cancha de fútbol.

 

 Pero lo que a mí más me llamó la atención fue recorrer sus sobrenombres –algunos se los debe a Carlos Bianchi o a Víctor Hugo Morales– porque ellos definen claramente quién fue y quién es Martín Palermo. Como futbolista fue El Loco, El Pájaro Loco, Martín Pescador, La Garza, El Optimista del Gol, El Hombre de la Película, San Palermo, El Salvador, El Intuitivo del Gol, El Gigante del Gol, El Gladiador. Hoy, unas semanas después de su gran fiesta de despedida en la Bombonera, con sus amigos de Estudiantes y sus compañeros de Boca, es y seguirá siendo El Titán, el que convoca a más de 50 mil hinchas de todas las edades para sentir el placer de ser querido, y también para recaudar fondos para la Fundación S.O.S. Infantil, que apadrina y lo ha llevado por diferentes puntos del país aprovechando su poder de convocatoria.

La fiesta de despedida fue apoteótica.

Desde tempranas horas de la calurosa tarde de febrero, la Bombonera se fue llenando con miles de camisetas en los pechos orgullosos de padres, hijos, abuelos, madres, tíos, porque fue una gran fiesta familiar en la que el canto predominante fue “Paleeeermo”, “Paleeeermo”.

Cuando arribó el micro que trasladaba a los jugadores invitados, los hinchas de Boca pudieron saludar a sus antiguos ídolos como Carlos Tevez, Jorge Bermúdez, Rodolfo Arruabarrena, Roberto Abbondanzieri, los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, Hugo Ibarra, quienes, dirigidos por Carlos Bianchi, dijeron presente en la fiesta de Martín. En el equipo de enfrente aparecieron los amigos de Estudiantes: los hermanos Rubén y Diego Capria,

Pablo Erbín, el chileno Iván Zamorano y Alberto Acosta, entre otros. Antes del partido (que finalizó 3 a 2 a favor de Boca, con un gol de Martín), un video con la historia del Optimista del Gol provocó alternativamente ovaciones y silencios en la multitud: ovaciones en cada gol conseguido por el ídolo, sobre todo aquellos que determinaron la suerte de un partido, como el que le marcó a River en la Libertadores entrando en el segundo tiempo, porque venía de una larga lesión, o el que aseguró la clasificación de la Selección al Mundial de Sudáfrica y que provocó la zambullida de Diego A. Maradona en el barro del

Monumental. Los silencios los provocaron las lesiones del Titán, sobre todo la que le ocurrió en España cuando un cartel de publicidad le produjo una fractura al festejar un gol. Luego del partido, la fiesta finalizó en un hotel del centro de Buenos Aires, donde brindó con sus amigos y familiares y donde les manifestó su agradecimiento por haber participado en la fiesta de despedida.

Un par de días después, Martín nos esperó junto a su novia y a su padre en un intervalo de la filmación de una publicidad y aprovechamos para conversar con él.

 

–¿Qué es el placer para Martín Palermo?

 

–Según en qué etapa de mi vida me encuentre. Cuando era chico disfrutaba de jugar a la pelota, era uno de mis mayores placeres. Entrenar y pensar en salir a la cancha todos los fines de semana fue el gran placer en esos momentos. Otro es descansar en una playa, estar tirado en una reposera. En cada momento de la vida los placeres son diferentes. Hoy disfruto de tener una familia, compartir muchísimas cosas y poder estar constantemente en contacto con ellos.

 

–¿Qué sintió el sábado de la despedida cuando vio la cancha de Boca repleta para homenajearlo?

 

–Ese es un lujo que me pude dar, el de vi vir una noche inolvidable en la Bombonera compartiéndola con todos: la gente en las tribunas, mis amigos y familia dentro de la cancha.

 

–Luego de ese sábado glorioso, ¿cómo fue el día después? ¿Cómo se procesan tantas emociones?

 

–Para mí fue un desahogo el que haya salido todo tan bien, desde lo organizativo hasta las presencias, cumpliéndose todas las expectativas que teníamos. Ya relajado pude disfrutar al recordar las imágenes de lo que fui pasando todo ese día, mi llegada al hotel, la llegada de los jugadores, la gente amiga, volver a viajar en el ómnibus, llegar al estadio, estar otra vez en el vestuario y salir a la cancha con la Bombonera llena. El domingo me lo tomé para eso, para visualizar todo lo ocurrido el día anterior. Lo único que me faltó fue cumplir el deseo de que hubiera concurrido Diego, por lo que significa para mí a lo largo de tantos años de amistad, dentro y fuera de la cancha. Hubiera sido el broche de la noche, Diego con los cortos tirando una paredes conmigo, pero la intención estuvo, el esfuerzo de su parte sé que lo hizo, pero tenía compromisos que no pudo dejar.

 

–¿Volvió a sentirse un jugador?

 

–Y sí, entrar en el vestuario, cambiarme con mis ex compañeros, pisar la Bombonera. Pero sabía que era la última vez, que no iba a haber otra. Cuando me despedí oficialmente, con Banfield, sabía que iba a tener este partido de despedida, sabía que iba a volver a pisar la Bombonera como jugador, pero ahora, después de ese sábado, ya sé que no hay otra posibilidad

de que entre a jugar.

 

–¿Dado el éxito que tuvo, no pensó en repetir la despedida en Mar del Plata o La Plata?

 

–Puede ser, tal vez nos animemos a hacerlo en mi ciudad, La Plata, donde la puedo compartir con Guille (Barros Schelotto), que también tiene que tener su despedida, o por el interior del país, donde uno sabe que la gente es muy cálida, que a uno lo reciben muy bien y que sería un gusto también ir con mis amigos y con tantos jugadores importantes que fueron de Boca.

 

–¿Hubo goles que dieron más placer que otros?

 

–Tuve momentos únicos de placer, como el gol a River cuando volvía de una lesión, el gol a Perú, los goles al Real Madrid, el gol a Grecia en el Mundial de Sudáfrica, pero en gene cumpliendo la función de hacerlo y lo significativo que es para todos. Igual, poder vestir la camiseta de tu país, y a los 36 años, fue un placer y una experiencia inolvidable.

 

–Su etapa como jugador quedó atrás, ¿cómo se prepara para afrontar el presente y el futuro, teniendo en cuenta que a muchos jugadores les ha costado asumir su retiro? ¿Piensa en ser entrenador, o representante de Ryduan?

 

–Mi retiro como jugador lo tengo totalmente asumido. Estos meses que pasaron me han servido de adaptación, tengo perfectamente claro que la decisión que tomé era la correcta y ni se me ocurre pensar que podría haber seguido un tiempo más. Estoy tranquilo y proyectándome hacia otras cosas para ver el fútbol desde otro lugar. Mi intención es ser entrenador. Me estoy preparando de a poco porque tampoco tengo el apuro de empezar ya y lo vamos hablando con el Pato (Abbondanzieri), con el Profe y con el Flaco (Rolando Schiavi), a quien aún no podemos sumar porque sigue en carrera y lo esperamos en junio. La idea es ir evaluando cuanto antes las posibilidades, si surgen, y si no, empezaremos cuando se dé el momento más apropiado.

Mientras tanto vemos partidos, vemos planteles y vamos elaborando una idea de trabajo para poder implementar en cualquier equipo. Ser representante no es de mi gusto, ni de mi hijo ni de otro jugador, porque el representante no se liga al fútbol de la manera que yo quiero, que es el trabajar día tras día, ir a entrenar, estar en una cancha, viendo en el verde correr la pelota, estar cerca de los jugadores, las concentraciones, ir el domingo a la cancha. La tarea de entrenador es lo más cercano a lo que hice todos estos años, por eso no me interesa ser ni representante ni mánager, y a Ryduan lo acompaño como padre, aconsejándolo en los pasos que va dando.

 

–¿Tiene conciencia de que a pesar de ser el máximo goleador de la historia de Boca hasta la gente de River lo quiere?

 

–Eso lo fui comprobando ahora que estoy lejos del fútbol, donde tengo más contacto con la gente, donde día tras día estoy recibiendo cariño, afecto y principalmente respeto. Me doy cuenta de qué importante ha sido haberme ganado el respeto de los hinchas, y no sólo de los equipos en los que jugué. 


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