Los rollinga de acá

 

Deslizarse por la ciudad en rollers no es para cualquiera, sin embargo, cada vez son más. Odian el viento, los baches y a los que andan en bici, sus depredadores naturales, pero ven una pendiente y son felices.

La culpa la tuvo Marcelo Tinelli. Su show Patinando por un sueño, que se emitió en 2007 y en 2008, produjo un auge del patín. Hasta entonces, en la Argentina se vendían unos 4.000 pares de rollers por año. En 2011 se comercializaron casi 70.000.

Si bien la competencia televisiva se desarrollaba sobre hielo, el boom se desplazó al patinaje sobre ruedas, que se puede practicar al aire libre en espacios públicos, sin necesidad de concurrir a pistas heladas.

Las escuelas de patinaje artístico, donde se usan las clásicas botitas con dos ruedas adelante y dos atrás, recibieron su cuota del empujón mediático, pero sin duda fueron los rollers los que salieron más rápido y llegaron más lejos.

Los patines de ruedas en línea hicieron su aparición en el país a principios de los 90 y protagonizaron un furor que rápidamente decayó, junto con las hombreras, los colores estridentes y la pizza con champán.

Sin embargo, en 2001 comenzó la resistencia y surgió Patín en Línea, que hoy se define como la mayor comunidad de rolleros, con 10 mil inscriptos en su web, y organiza salidas gratuitas. Luego entraron en escena otras tribus rodantes y, más tarde, apareció el negocio, con una cantidad de gente dispuesta a pagar por participar de grupos de entrenamiento.

Mariel Albasini tiene 35 años, es profesora de Educación Física y, además, técnica en Patín Artístico, título que revalida todos los años frente a docentes que vienen de Italia a tomar exámenes.

Hasta agosto de 2007 trabajaba como personal trainer y daba clases particulares de roller. Pero entonces los patines brillaron en TV. Mariel vio venir la ola y creó su grupo de entrenamiento “Andando en línea”. En la primera clase tuvo cinco alumnos. Al mes, ya eran 20. Cuando estalló el verano, sumaban 50.

Actualmente, Mariel y otros cuatro profesores dan clases de lunes a sábados a unos 240 alumnos en el Rosedal de Palermo, en Puerto Madero y en el vial costero de Vicente López.

Cada sesión dura una hora y media e incluye entrada en calor, desarrollo de la técnica, trabajo aeróbico y gimnasia (con abdominales y esas cosas odiosas). No obstante, la gente paga con gusto desde 40 pesos la clase suelta hasta 160 pesos por un pase libre que permite tomar todas las lecciones que quiera en un mes.

En “Andando en línea” son mayoría los alumnos de 30 a 40 años, para quienes el roller es un deporte y, al mismo tiempo, un punto de contacto social. Siguen las damas de más de 45 que encontraron en el patín un medio mejor que el gimnasio para mantenerse en forma. Piernas, cola y cintura son algunas de las regiones que beneficia la actividad.

¿Hay levante? Por supuesto. Los que salen ganando son los hombres, ya que el 70 por ciento de quienes patinan son mujeres. Atenti al dato.

Martes, 9 de la mañana en Puerto Madero. Es la hora señalada para hacer las fotos. Los rolleros se demoran. El cronista aborda a una rubia que viene rodando para preguntarle si pertenece al grupo de Mariel. La chica, de lejos, advierte: “¡No sé frenar!”. El periodista, entregado a su sacerdocio, pone las manos y la ataja. Ella no conoce al grupo. Es una kamikaze que sólo sabe andar para adelante, y allá va.

Parece una obviedad, pero frenar es una de las primeras cosas que enseñan los profesores, junto a mantener el equilibrio, doblar, conservar los pies alineados con los hombros, subir el cordón de la vereda y sortear lomos de burro.

En medio de las tomas fotográficas aparece, penando sobre sus rollers flamantes, a punto de romperse la crisma, un muchacho que clama por alguien que le enseñe. Mariel le pasa su teléfono y gana un nuevo alumno.

Los patinadores ya son tantos que justifican cortar el tránsito. Con más de dos mil participantes, en diciembre se realizó la tercera edición de Buenos Aires Roller, una carrera de 15 kilómetros. Mariel siempre estuvo en el podio de las mujeres.

“El patín es mi vida. Empecé a los cuatro años y no me bajé”, dice. Suena a frase hecha, pero es verdad. Aunque reconoce ciertas infidelidades (participa de triatlones que combinan running, kayak y bicicleta), el resto del tiempo anda 15 centímetros por encima de la superficie. Además de capitanear “Andando en línea”, coordina la escuela de patín artístico en el Club Gimnasia y Esgrima de Vélez Sarsfield, es la editora responsable de Tiempo de Roller (una revista bimestral que tira cinco mil ejemplares), organiza carreras y eventos sobre ruedas con el sello R8 y tiene un emprendimiento para vender patines online llamado Planeta Roller.

“Es la Magnetto del patín”, bromea su alumno Gabriel Gabian, un “casi ingeniero electrónico” (le falta la tesis) que trabaja en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial. Además es socio de Mariel en el proyecto de comercio web. Por ahora, todo es inversión.

Gabriel, de 28 años, comparte la pasión por los patines con Lorena Tempone, su pareja, una arquitecta de 36. “Nos entrenamos a conciencia, cinco veces por semana”, dice él. Agrega ella: “Cambiamos la noche por el día. Preferimos levantarnos temprano para patinar antes que ir a bailar. Yo me pongo los rollers y no me acuerdo de nada. Es una terapia”.

Hay varias especialidades de patín en línea. Soledad Escandon, directora de Tiempo de Roller, psicóloga y diseñadora gráfica de 30 años, las resume:

* roller fitness: es la práctica más popular, orientada a la recreación y al deporte. Otorga mayor resistencia. Por lo general se emplean ruedas de entre 84 y 90 milímetros de diámetro.

* patín carrera: muchos pasan del fitness a las competiciones donde el objetivo es recorrer una distancia en el menor tiempo posible. Usan ruedas de 100 a 110 mm, que otorgan mayor velocidad.

* slalom: otros derivan hacia esta disciplina que consiste en esquivar una hilera de conos haciendo figuras. Para maniobrar mejor, se emplean ruedas más pequeñas, de 80 mm.

* roller hockey: similar al hockey sobre hielo, pero sobre rollers. Tiene una variante callejera llamada hockey street.

* agressive: los riders realizan pruebas como saltos y piruetas sobre obstáculos del mobiliario urbano. Los patines tienen una abertura en el medio para deslizarse sobre barandas metálicas.

Cada subgrupo busca su lugar en las calles y en las redes sociales. Ya se sabe: Dios los cría e internet los junta. En meses, cualquier novato se transforma en un experto que conoce los mejores circuitos y los yeites para rotar las ruedas (y así evitar que se gasten en forma despareja) y lubricarlas (el agua es su peor enemigo).

Matías Escudero, por ejemplo, pasó de tropezarse y caer cuando se puso por primera vez unos rollers, en octubre de 2010, a ganar torneos y serprofesor de slalom, en menos de un año.

El de Matías es un caso especial. Con 27 años, reúne varias personalidades. Es técnico reparador de PC, repostero en el hipódromo de Palermo, baila salsa, fue profesor de step, de aeróbica, de tae-bo y mejor no preguntarle más porque capaz que también es cardiólogo.

“A diferencia de otras cosas que me aburren pronto, el slalom no me deja conforme. No termino de aprender. Es infinito”, dice Matías, y sueña con ir a competir a Europa.

OK, pero ¿cuánto sale patinar? Se puede empezar con un par de 500 pesos, pero la verdad es que son malos, dificultan el aprendizaje y hay que cambiarlos en poco tiempo. Por eso se recomienda ir a un par intermedio, que ronda los 1.000 o 1.200 pesos. A esto hay que sumar un kit de seguridad (coderas, rodilleras, casco y muñequeras) que arranca en 300.

Los rolleros se quejan de muchas cosas. Del viento, de los baches, de la ciudad que no los tiene en cuenta, de los tacheros y ciclistas que los odian. Pero, así y todo, ni piensan en bajarse de los patines porque, aseguran, “la sensación de libertad que da el deslizamiento es increíble, es como flotar”. Habrá que creerles.

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