Barcelona: Las olas y el viento

 Clásica y moderna, la bella aldea catalana sigue siendo la elegida de los que saben viajar y no se encandilan con esos lugares de moda que dentro de cinco años ya nadie recordará.

 

 

Hay lugares que aparecen y desaparecen del calendario de los viajeros. Otros, más nobles, quizá menos esnobs, permanecen más allá de los vaivenes del tiempo. A escasos cuarenta minutos de Barcelona está Sitges, una villa con corazón medieval y encanto mediterráneo que pertenece a este tipo de lugares. La tunelización de las montañas que la separaron durante años de la metrópoli, la llegada del tren y el asentamiento semipermanente de una población bourgeois & bohemian contribuyeron a que esta encantadora aldea soleada escapara de los cánones de la moda.

 

 

 

Lo primero que aparece en mi memoria cuando la recuerdo son los coquetos puestos del mercado, donde uno come pistachos recién tostados y servidos en conos de papel madera mientras curiosea. 

 

 

Los fines de semana, los catalanes llenan el mercado y la pequeña plaza de los artesanos, arriba en la ciudadela, toda ella blanca coronada por una bella capilla. Entonces, la pequeña ciudad se llena de murmullos y de una agitación prolija. Nada es excesivo. Esto nunca fue ni será Marbella o Ibiza. Está claro que quienes la eligen escogen la tranquilidad del paseo callejero, la lectura y el sol.

 

 

MAR Y PLAYAS

Toda la franja costera que culmina en la pequeña ciudadela elevada bordea las aguas azules del Mediterráneo. Las playas no son aquí las típicas calas de Mallorca o Formentera. Son playas de arenas doradas y olas que recuerdan más bien al Atlántico, aunque sus aguas son templadas y agradables. La avenida que bordea el mar es amplia, custodiada por palmeras reales y repleta de cafés tradicionales y restaurantes en las terrazas de cara al mar, que invitan a quedarse conversando tranquilamente con amigos u observando el azul del cielo o del agua. El clima es tan armonioso que uno puede disfrutarla desde el otoño hasta el verano.

 

El paseo marítimo es, claro, modernista, como buen catalán. Si sos de los viajeros que prefieren Biarritz a la Costa Azul, bienvenido a Sitges.

  

 

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